Jorge Noel Gordon, poeta inglés nacido en Londres en 1788.
Estudió en el colegio Harrow y en la Universidad de Cambridge.
En 1798 heredó de su tío abuelo el titulo de Barón y en 1809 ocupó un escaño en la Cámara de los Lores.
Su primera colección de poemas se publicó en 1807 con el nombre de"Horas de ocio", seguida por "Bardos ingleses y críticos escoceses" en 1809 como réplica a las críticas que recibía. Viajó durante dos años por España, Portugal y Grecia y a su regresó publicó en 1812 los primeros cantos de"Childe Harold", poema que lo llevó a la fama convirtiéndolo en uno de los escritores más versátiles e importantes del romanticismo.
A raíz de su separación matrimonial y de los rumores de la relación incestuosa con su hermanastra, abandonó para siempre a Inglaterra en 1816, estableciendo su residencia en Venecia y Pisa.
"Don Juan", considerada su mejor obra poética, fue publicada en 1823.
En enero de 1824 por su apoyo a los griegos en la lucha contra los turcos, fue nombrado Comandante en Jefe. Falleció tres meses después.
Acuérdate de mí
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar.
¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
Adiós
¡Adiós! si dicha se concede al hombre
de una plegaria en premio, ésta tu nombre
elevará hasta el trono del Señor.
Promesas, quejas, llanto, fueran vanos;
más que el lloro, exprimido, ya sangrante,
de ojos sin luz, tenaz remordimiento
esta palabra dice... ¡Adiós! ¡Adiós!
Secos están mis ojos, extinguida
mi voz, pero al dejarte, de mi vida
se adueña para siempre un gran dolor.
Aunque el pesar y la pasión torturan
mi corazón, quejarse no le es dado...
Yo sólo sé que en vano hemos amado...
Sólo puedo sentir... ¡Adiós! adiós.
Versión de Jorge Isaacs
Al leer los poemas , me parece escuchar un callado grito de angustia existencial, recuerdo una frase suya- no literal- que dice que la sangre solo sirve para lavar la ambición del hombre.
ResponderEliminarGracias a la Revista por este exponente del romanticismo.
amelia
Está bueno leer de todo un poco.Autores de otras épocas que pueden gustar o no pero la publicación es válida
ResponderEliminarAndrea Casas