En una barraca, por pura casualidad, Carlos Fasano encontró la puerta de la celda donde había estado preso.
Durante la dictadura militar uruguaya, él había pasado seis años conversando con un ratón y con esa puerta de la celda número 282. El ratón se escabullía y volvía cuando quería, pero la puerta estaba siempre. Carlos la conocía mejor que la palma de su mano. No bien la vio, reconoció los tajos que él había cavado con la cuchara, y las manchas, las viejas manchas de la madera, que eran los mapas de los países secretos adonde él había viajado a lo largo de cada día de encierro.
Esa puerta y las puertas de todas las otras celdas fueron a parar a la barraca que las compró, cuando la cárcel se convirtió en shopping center. El centro de reclusión pasó a ser un centro de consumo y ya sus prisiones no encerraban gente, sino trajes de Armani, perfumes de Dior y videos de Panasonic.
Cuando Carlos descubrió su puerta, decidió quedársela. Pero las puertas de las celdas se habían puesto de moda en Punta del Este, y el dueño de la barraca exigió un precio imposible. Carlos regateó y regateó hasta que por fin, con la ayuda de algunos amigos, pudo pagarla. Y con la ayuda de otros amigos, pudo llevarla: más de un musculoso fue necesario para acarrear aquella mole de madera y hierro, invulnerable a los años y a las fugas, hasta la casa de Carlos, en las quebradas de Cuchilla Pereira.
Allí se alza, ahora, la puerta. Está clavada en lo alto de una loma verde, rodeada de verderías, de cara al sol. Cada mañana el sol ilumina la puerta, y en la puerta el cartel que dice: Prohibido cerrar.
Galeano posee el don de la metáfora y la síntesis para dejar testimonio artístico en la memoria colectiva, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarQué barbaro! Tengo que decir que no lo conocía a este relato o al menos no lo recordaba. Pero por favor, que increíble lo del final.La universalidad de Galeano es lo que rescato, en cualquier lugar del mundo se sabe de qué habla, no sólo con este tema, sino con todos.
ResponderEliminarLily Chavez
Siempre espero que me regalen un libro de Galeano, creo que tendré que comprarmelo yo. Lo pedí para Reyes y me trajeron un libro pero otro. Lo suyo es de una valía increíble y pasa el tiempo y nada de lo que escribe pierde valor. Gracias a la revista.
ResponderEliminarIrene
Bravo Galeano! Un grande"
ResponderEliminarMi admiración y un agradecimiento a la revista por este texto.
Mariano Lazarte
Lo han dicho todo.
ResponderEliminarMuy buen texto, siempre con el consabido mensaje que intenta Galeano.
Pedro Escobar
Leer a Galeano es abrir siempre una puerta. Gracias por la publicación.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA