CONSEJOS Y TRUCOS para escribir mejor...o peor
Expandí tu campo de visión. Cuando observés a la gente o a la naturaleza, no hagás demasiado foco en el cielo hasta perder de vista qué pasa en la tierra. La rótula de la rodilla puede decirnos tanto acerca de una persona como su nariz. El chirrido de los zapatos de alguien puede ser tan significativo como el chirrido de su voz. Mirá arriba, abajo y todo alrededor para dar con los detalles que mejor capturen la cosa que estás describiendo.
Marcá con un círculo tus adverbios. Demasiados adverbios son un signo de que no estás trabajando lo suficientemente duro como para dejar que el lenguaje transfiera la escena de tus ojos a los del lector. Cuando revisés tus escritos, fijáte si hay adverbios innecesarios, irrelevantes o extraños (en especial, lo que terminan en "mente"). Si describís a tu protagonista como alguien que se comporta "amorosamente" y que trabaja "infatigablemente" sólo para llegar a casa y estar con una familia que la trata "terriblemente", lo cual le hace hablarles "amargamente", entonces tenés un problema de descripción. Estás describiendo cosas en abstracto más que con la mirada puesta en alguien en particular. En vez de contarnos que tu heroína trabaja infatigablemente, describí los callos que tiene en las manos o su andar pesado y lento. Examiná tus adverbios para asegurarte de que no los estás forzando a hacer por vos el trabajo duro de observar. No pueden.
Y ya que estás, marcá tus adjetivos. Una buena descripción no se define por el número de adjetivos que haya en cada oración. Cuando estés en la etapa de revisión, contá cuantos adjetivos hay en un párrafo cualquiera. Paradójicamente, una cadena de adjetivos (no importa qué tan claros y llamativos) puede disminuir el poder descriptivo de un momento. Por ejemplo, una oración como "Giró su cara indolente y colorada, hacia el blanco sol abrasador del mediodía" puede ser blanda y pasar desapercibida por la cantidad de adjetivos. "Giró su cara hacia el blanco sol abrasador" es directa y más dramática.
Convertí un símil soso en un adjetivo vívido. A veces, los símiles pueden ser intentos desesperados de un escritor por pintar un mundo vívido. Transformar símiles en adjetivos [o frases] te puede ayudar a variar tu estilo descriptivo y a mantener las comparaciones que ayudan al lector a ver lo que ves. "Tenía una cara como un repollo" puede convertirse en "su cara de repollo". O "Santiago se deslizó del techo al balcón, rápido como un gato" puede ser "su salto felino". Una descripción así, "Cuando Jorge se reía, parecía rugir como un león", puede volverse más efectiva con adjetivos: "Jorge soltó el rugido leonino de una risa."
No mezclés metáforas. Las metáforas mezcladas ponen en evidencia a los escritores novatos. Ejemplo: "Sin ella, él era un pájaro caído del cielo por un disparo, sus cimientos desmoronándose bajo las vigas podridas de su viudez." Optá por el pájaro o por la casa, pero no incluyas ambas. Los pájaros no tienen cimientos ni vigas podridas, y las casas no caen del cielo por un disparo. Podrías probar algo así: "...él era un pájaro al que le disparan en el cielo, súbitamente sin alas, que llora de pena" o ".él no era más estable que una casa al otro lado del camino, sus cimientos desmoronándose bajo las vigas podridas de su viudez." En cualquier caso, no hagas las metáforas demasiado obvias, como las dos anteriores.
Moderá tus metáforas. En el consejo anterior, si querés comparar al pobre hombre con un pájaro sin alas, podés explayarte con la sugestión de un pájaro en vez de decir directamente "él era un pájaro...". Por ejemplo, podría estar sentado en un jardín mirando cómo los pájaros se muestran en pares para la temporada de anidar, o quizás podría recordar cuando era nino y le disparaba a los pájaros y ellos "lloraban de pena". Las metáforas que comienzan "él era un león" están siempre demasiado cargadas al comienzo como para funcionar. Alcanza con la mera sugestión para pintar un cuadro.
Revitalizá tu prosa, mezclando los sentidos. Cuando un pasaje descriptivo falla por alguna razón que no podés discernir fácilmente, prestá atención a los detalles sensoriales. ¿Son todos visuales? Agregá un sonido o un aroma para hacer que la prosa avance de nuevo.
No exagerés con los detalles. Demasiados detalles en un pasaje de prosa pueden oscurecer su significado. Por ejemplo, la historia de una asistente social que visita la casa de una familia notoriamente recalcitrante, puede empezar así:
El barro en el patio sin pasto era de dos pulgadas de espesor más o menos, primero esponjoso, y se deslizaba bajo sus pies. Ella avanzó hacia la casa a través de un sendero atiborrado de basura, de partes de autos olvidadas hace tiempo, trozos de soga, [...] y una inexplicable variedad de barriletes en distintos estados de decadencia. Alicia eligió su camino a través del sendero de obstáculos, [...] Ella buscó con la vista a la senora de la casa, una mujer maciza con un delantal de algodón, contemplando como una lechuza detrás de la puerta biombo. Alice sonrió y tambaleó a medida que el barro comenzó a tirar de sus zapatos, haciendo que cada paso hacia adelante pareciera un salto a través del tiempo y el espacio.
Estos son demasiados detalles, y en la historia adecuada podrían funcionar bien. Es bueno saber, sin embargo, que siempre tenés la chance de suprimir detalles para que el lector vea el bosque a partir de los árboles. No es necesario que, al armar una escena, describas todo, desde el clima hasta los botones de la camisa del personaje. Tené en mente la imagen central que vos mismo/a podés ver cuando entrás al mundo de tu personaje:
Alicia eligió su camino a través del barro fresco, su ojo en la maciza mujer detrás de la puerta biombo. Cada paso era más duro que el anterior -aparte del barro, ella tenía que mirar partes de autos abandonadas y juguetes rotos- y empezó a creer que se estaba moviendo en grandes, agonizantes saltos a través del tiempo y el espacio.
No siempre es mejor incluir más detalles. !Es bueno que cada tanto te acuerdes de darle un respiro a tu prosa!
Usá adjetivos de forma sorprendente. Tratá de escribir descripciones que contengan sorpresas verbales. Un adjetivo como "dulce" no siempre tiene que describir azúcar, o un gatito, o un bebé. ¿Qué tal un dulce tractor, o un huracán dulce? Flexibilizá esos adjetivos. En la historia correcta, las combinaciones adjetivo-sustantivo sin relación aparente -bondad temible, collar feroz, cuerpo de granero- pueden dar la nota descriptiva que buscás.
No uses los adjetivos inusuales dos veces. Los adjetivos comunes como "pequeno", "grande", "marrón" o "mojado" pueden repetirse en una historia, a veces tres o cuatro veces, sin llamar la atención. Los adjetivos menos comunes, sin embargo -"grácil", "electrizante", "quisquilloso", "siniestro"- hay que usarlos una sola vez por historia. Un buen adjetivo repetido se vuelve una mala elección de palabra.
Revisá la consistencia descriptiva. Si Yamila tiene ojos celestes en la página dos, mejor que tenga ojos azules en la página nueve. Te sorprendería lo seguido que aparecen incosistencias. Si escribís solamente los fines de semana, o estás reescribiendo una historia que empezaste hace cinco años, vas a estar propenso/a a tener inconsistencias descriptivas.
No mezcles el punto de vista. Cualquier descripción de un personaje o lugar o evento toma una perspectiva particular. Esa perspectiva puede ser la tuya propia, o un narrador en primera persona, o un narrador en tercera persona -cualquiera que sea el punto de vista que elijas, mantené la consistencia. El narrador en tercera persona puede ver el cielo azul limpio como ominoso; el personaje central podría ver el mismo cielo como un signo de buena suerte; el "ojo de la cámara" grabaría objetivamente el cielo como azul. No digas el cielo ominoso en la página uno y afortunado en la página cinco a menos que clara y deliberadamente hayas cambiado el punto de vista. Decidí quién manda en la descripción desde el comienzo.
No te esclavices a "mostrar". "Mostrá, no cuentes" es una pauta, no una regla. A veces contar es más efectivo que mostrar. Una breve afirmación -"Elena era gato. Así de simple"- puede ser mucho más efectivo que una escena de dos páginas para mostrar a Elena trabajando de gato. Contar puede ser tan emocionante como mostrar siempre y cuando la prosa sea interesante y atrapante.
Evitá el sentimentalismo y el melodrama. El sentimentalismo prolifera cuando escribimos abstracciones: "Estaba atormentada por el dolor". "Su felicidad no tenía límite". Para evitar el melodrama, ceníte a imágenes accesibles y concretas: "Se cubrió la cara con las manos". "Bajó corriendo por el césped de la loma, el pelo largo brillaba como pirotecnia". Describí las cosas que podemos ver y oír... [...]
Evitá los detalles "realistas" que alejan a los lectores. Imagináte que estás escribiendo una historia sobre un ornitólogo. Vos no sabés mucho de pájaros, así que vas a la biblioteca e investigás sobre la ciencia de los pájaros. Está bárbaro. Empapáte... [...] Pero cuando te sientes a escribir la historia, no les regales a tus lectores los frutos de tu labor. Vos tendrías que saber la diferencia entre altricial y precocial, pero los lectores no necesariamente. A la gente le encanta aprender cosas nuevas a través de la ficción, pero siempre que la historia se mantenga en el centro de la escena. Meté palabras poco familiares o datos como parte del desarrollo natural de la historia. Resistí la tentación de cancherear; el trabajo sucio debería ser invisible para cuando llega a la página. El único propósito de tu investigación es hacer al personaje creíble. Las palabras en jerga distancian a los lectores, mientras que los términos no especializados les permitirán entrar al fascinante mundo de los pájaros. [.] Si sos tan experto/a en los patrones migratorios de los papamoscas cola de tijera, ¿por qué no lo explicás en criollo? [...]
Algunas palabras poco familiares se pueden sacar por contexto -no querés insultar a los lectores por ser demasiado simplista. Pero acordáte de que estás escribiendo una historia, no un manual, y que el personaje debería ser más interesante que su trabajo.
No abuses de los sinónimos. Los sinónimos son salvavidas, pero no pueden hacer buena la prosa mala. Si estás mirando el diccionario cada cinco minutos, entonces no estás trabajando lo suficiente. Si buscás la palabra justa para descibir el jardín de tu mamá, no esperes que el diccionario te la dé. Mejor sentáte en el jardín media hora y asimilá la experiencia de lo que te gustaría describir.
Usá descripciones para poner los diálogos en contexto. Las conversaciones no ocurren en un vacío. La gente charla mientras come, limpia la casa, palea nieve, aprecia joyas, comete homicidio. Un agregado descriptivo tan simple como "...dijo, mientras le daba otra vuelta a la mezcladora de cemento" puede recordarles a los lectores que los personajes no son cabezas que hablan y que la historia está avanzando.
Sobre todo, ¡divertíte! Todos tenemos algo que decir. Todos tenemos alegrías y penas y momentos mágicos en nuestro pasado que forman nuestra visión única de la condición humana. Compartir nuestra visión a través de la palabra escrita debería ser lo más fácil del mundo. Pero no lo es; a veces es lo más difícil. Escribir es un trabajo. Requiere tiempo, y concentración, y confianza, y una paciencia extraordinaria. Esto es cierto así estés escribiendo tu primera o tu centécima historia. Como el proceso de escribir requiere tanto de nosotros, a menudo nos frustramos o desalentamos o nos ponemos furiosos con todo el asunto. Cuando pasa esto, acordáte: se supone que escribir sea divertido. No te lo tomés tan en serio. Si la historia que estás escribiendo ahora no se publica, ¿qué hay? Me puedo acordar de un montón de historias inéditas y verlas como los escalones que me llevaron a las historias publicadas. Nada de los que escribas es un desperdicio. Igual que el basquetbolista que se pasa cada manana tirando solo triples, tenés que practicar para mejorar. Esos días que te sentís como un/a escritorzuelo/a cohibido/a, acordáte de por qué escribís. Acordáte de la alegría que te pueden dar tus propias palabras. Acordáte de lo bien que se siente un primer borrador terminado. Acordáte de lo satisfactorio que es finalmente mandar una historia con esperanza y los dedos cruzados. Es el proceso, no el producto, lo que da más satisfacción. No todos veremos el producto -una historia publicada- pero el proceso es todo nuestro. No hay cuota de inscripción, no hay pre-requisitos -solamente un lápiz y una idea.
Mónica Wood en Description (1995).
ENVIADO POR C. A. TRINELLI