Mando
material para Artesanías del poeta Leopoldo Castilla, el hijo de Manuel
Castilla, a quien ustedes ya editaron. Le pedí a Celia Fischer un comentario
sobre los poemas del libro que “el Teuco”, como le dicen, quien acaba de
editar: GUARÁN.
Se lo
pedí a Celia porque ella está trabajando sobre la poesía del Teuco. Ofelia
Funes
“…Hasta que haga pie la selva
y un guarán
con un golpe de sangre
anuncie
que perdió su doncellez la
tierra
desnuda y abierta
como una orquídea
en la hembra luz de su edad de oro”.
Leopoldo ‘ Teuco’
Castilla
Leopoldo Castilla nació en 1947 en
Salta, Argentina. En 1976 se exilió en España. Hoy reside en Buenos Aires. Desde 1968, con la
publicación de El espejo de Fuego (Salta, edición del autor) su producción
literaria que abarca la poesía y la
narrativa, no ha cesado. Entre los últimos libros de poesía podemos nombrar Libro
de Egipto (Buenos Aires, Último Reino, 2002), Bambú (Buenos Aires,
Ediciones El Mono Armado, 2004), Línea de Fuga (Buenos Aires, Ediciones El Mono Armado, 2004), El
amanecido (Buenos Aires, El Mono Armado, 2005), Manada
(Buenos Aires, Ediciones El Mono Armado, 2009), Coirón (Buenos Aires,
Ediciones del Zorrito, 2011), Guarán (Salta, Mundo Gráfico Salta
Editorial, 2012). Sobre su cuento La
Redada , se filmó el largometraje homónimo dirigido
por Rolando Pardo.
Recibió premios nacionales e internacionales
y su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, sueco,
chino, turco, macedonio y ruso.
En la poesía de Castilla, la vinculación
entre el sujeto y el cosmos
patentiza la mirada
metafísica del poeta. Desde la experiencia interiorizada, el ser florece
abriéndose en el acto poético al camino donde irrumpen la realidad y el hombre,
haciéndose. En su último poemario, Guarán, el poeta se abisma en la Naturaleza hasta surgir
como un demiurgo nombrando, para que sean, a los seres que la habitan. De la
palabra de Castilla nacen los seres y el
poeta mismo se nace. Desde el poema que abre este libro, “Selva inundada”, hasta el que lo cierra, “Dormidero de pájaros”, el poeta navega como un dios errante por los
ríos de la Amazonía ,
- él mismo es río -, llevando consigo a la selva sin sostén entre el cielo y la
tierra. Sólo la palabra sostiene.
La vida y la muerte, indefinidamente, se
abisman, se huyen, se entrelazan, se aparean y se reproducen en paraíso. A la
selva hay que merecerla. Y en medio del canto chamánico del poeta, el tiempo se
deshace para que surjan confluyendo en un punto, el presente y el futuro, como
partículas divinas alimentando el sueño de los árboles sagrados. Y en las
levedades del vuelo, la ensoñación del poeta pidiendo de la eternidad sus
abismos.
El hombre de la selva y el poeta, desnudos,
se ven uno entrando al infinito en el ojo del jaguar. El hombre que ha nacido
río, es río.
La poesía de Castilla es necesaria e
inevitable.
Celia
Fischer
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Orinoco Oscuro
A esa hora
es sólo suya
la selva.
Se paraliza. Del jaguar
queda
latente
la emboscada,
sin respiración
los
helechos,
mengua en la garza
la
medialuna.
Un estado de perfección
total
se suspende en ese eclipse.
Junto al fuego
los piaroas se cierran
ausentándose.
Como flores.
Y sólo se oye el gemir
de su idioma al despenarse.
Todo se queda sin recuerdos
y sucumbe
en la grieta que abre
una luciérnaga
llevándose
la última
sensación de la tierra.
Niebla
en el amazonas
Adentro de la niebla
pasa el funeral de la jangada,
las ramas boqueando
y el río
que ya ni sabe qué será del agua.
Se llaman, sin oírse, las orillas.
El barco
ya no piensa.
No respira
abismado
entre dos profundidades.
La selva está en la luna,
no vuelven en sí los árboles.
Nos lleva un alma.
Pasa el túnel vacío de la anaconda,
sin dónde el pájaro,
pasa el sueño, sólo el sueño, del
caimán,
pasan los peces
Como ángeles.
(De: Guarán )