viernes, 30 de noviembre de 2012

Leopoldo Castilla,





Mando material para Artesanías del poeta Leopoldo Castilla, el hijo de Manuel Castilla, a quien ustedes ya editaron. Le pedí a Celia Fischer un comentario sobre los poemas del libro que “el Teuco”, como le dicen, quien acaba de editar: GUARÁN.
Se lo pedí a Celia porque ella está trabajando sobre la poesía del Teuco. Ofelia Funes

“…Hasta que haga pie la selva
                     y un guarán
                     con un golpe de sangre
anuncie
que perdió su doncellez la tierra

desnuda y abierta
                  como una orquídea
                   en la hembra luz de su edad de oro”.

Leopoldo ‘ Teuco’ Castilla

   Leopoldo Castilla nació en 1947 en Salta, Argentina. En 1976 se exilió en España. Hoy reside en Buenos Aires. Desde 1968, con la publicación de El espejo de Fuego (Salta, edición del autor) su producción literaria   que abarca la poesía y la narrativa, no ha cesado. Entre los últimos libros de poesía podemos nombrar Libro de Egipto (Buenos Aires, Último Reino, 2002), Bambú (Buenos Aires, Ediciones El Mono Armado, 2004), Línea de Fuga (Buenos Aires, Ediciones El Mono Armado, 2004), El amanecido (Buenos Aires, El Mono Armado, 2005), Manada (Buenos Aires, Ediciones El Mono Armado, 2009), Coirón (Buenos Aires, Ediciones del Zorrito, 2011), Guarán (Salta, Mundo Gráfico Salta Editorial, 2012). Sobre su cuento La Redada, se filmó el largometraje homónimo dirigido por Rolando Pardo.
   Recibió premios nacionales e internacionales y su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, sueco, chino, turco, macedonio y ruso.
   En la poesía de Castilla, la vinculación entre el sujeto y el cosmos
patentiza la mirada metafísica del poeta. Desde la experiencia interiorizada, el ser florece abriéndose en el acto poético al camino donde irrumpen la realidad y el hombre, haciéndose. En su último poemario, Guarán, el poeta se abisma en la Naturaleza hasta surgir como un demiurgo nombrando, para que sean, a los seres que la habitan. De la palabra de Castilla nacen los seres y  el poeta mismo se nace. Desde el poema que abre este libro, “Selva inundada”, hasta el que lo cierra, “Dormidero de pájaros”, el poeta navega como un dios errante por los ríos de la Amazonía, - él mismo es río -, llevando consigo a la selva sin sostén entre el cielo y la tierra. Sólo la palabra sostiene.
   La vida y la muerte, indefinidamente, se abisman, se huyen, se entrelazan, se aparean y se reproducen en paraíso. A la selva hay que merecerla. Y en medio del canto chamánico del poeta, el tiempo se deshace para que surjan confluyendo en un punto, el presente y el futuro, como partículas divinas alimentando el sueño de los árboles sagrados. Y en las levedades del vuelo, la ensoñación del poeta pidiendo de la eternidad sus abismos.
   El hombre de la selva y el poeta, desnudos, se ven uno entrando al infinito en el ojo del jaguar. El hombre que ha nacido río, es río.
   La poesía de Castilla es necesaria e inevitable.    
                              Celia Fischer
       
*********                                                          
         Orinoco  Oscuro

A esa hora
es sólo suya
                la selva.

Se paraliza. Del jaguar
queda
        latente    
                    la emboscada,
sin respiración
                    los helechos,
mengua en la garza
                    la medialuna.

Un estado de perfección
total
se suspende en ese eclipse.  

Junto al fuego
los piaroas se cierran
ausentándose.
                     Como flores.
Y sólo se oye el gemir
de su idioma al despenarse.

Todo se queda sin recuerdos

y sucumbe
en la grieta que abre
una luciérnaga
llevándose
               la última sensación de la tierra.

                     Niebla en el amazonas

Adentro de la niebla
pasa el funeral de la jangada,
las ramas boqueando
y el río
que ya ni sabe qué será del agua.

Se llaman, sin oírse, las orillas.
El barco
ya no piensa.
No respira
abismado
entre dos profundidades.

La selva está en la luna,
no vuelven en sí los árboles.

Nos lleva un alma.
Pasa el túnel vacío de la anaconda,
sin dónde el pájaro,
pasa el sueño, sólo el sueño, del caimán,

pasan los peces
                        Como ángeles.
(De: Guarán )


1 comentario:

  1. El poeta abre su cuerpo al goce de la naturaleza. Es el guarán que desflora a la tierra y la fecunda con su canto. Es el que penetra en el sentir de la humanidad, y nos despierta del sueño de la máquina y la violencia.
    Gracias Artesanías

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