domingo, 26 de febrero de 2012

ÍNDICE del 2º número de FEBRERO de 2012



ARTESANÍAS  LITERARIAS
La revista que nunca duerme 
 Cuentos y poemas, textos literarios, ensayos, historia. 
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CONSEJO de COLABORADORES de

ARTESANÍAS LITERARIAS
                               
           
EDITOR: Andrés Aldao
           
SEC. DE REDACCIÓN: Ester Mann
                  
COLABORADORES:

Carlos Arturo Trinelli
                                                         
Amelia Arellano
                                                          
Celmiro Koryto
                                                          
Cristina Pailos

Marita Ragozza de Mandrini

Ernesto Ramírez

Ofelia Funes

·                       palabras a los lectores...
·                       Los olores que no volverán y otras sensaciones per...
·                       Alejandro Michelena: Templos de la cultura rioplat...
·                       Nicolás Sosa Baccarelli -
·                       Gerardo Pennini:
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·                       Desocupación
·                       La nueva crónica argentina
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·                       Andrés Aldao
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·                       Eugenia Cabral
·                       Mario Bellatin nació en México en 1960 y estud...
·                       Carmen Passano
·                       Orlando Mazeyra Guillén
·                       SONIA FIGUERAS
·                       Emanuel S H Marin
·                       Hernando Téllez
·                       CLAUDIA TEJEDA
·                       JUAN JOSÉ SAER
·                       MERCE SÁENZ
·                       Mario Levrero
·                       MARITA RAGOZZA De MANDRINI
·                       OFELIA FUNES - poeta
·                       Osvaldo S. Rassetto
·                       Patricia Téllez Mellado
·                       Alejo Urdaneta
·                       Gaetano Longo
·                       ERNESTO RAMÍREZ
·                       Marcela Rosales
·                       José Manuel Poveda.
·                       Graciela Marta Alfonso
·                       Gerardo Pennini
·                       Hamlet Lima Quintana
·                       Elisabet Cincotta
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·                       CINE:Los Goya celebran su diversidad a ritmo de ra...
·                       CINE Sin palabras
·                       CINE: Empate en Gijón
·                       Mercedes Sosa - Todo cambia



palabras a los lectores...


¡viva la muerte!

Amigos lectores: A raíz del accidente ocurrido en la estación Once hace días, toda una jauría política y dos diarios “democráticos” y definitivamente pajizos se lanzaron a demonizar al gobierno argentino. Como si estuviesen esperando que acaeciera la tragedia que provocó la muerte de 51 personas. Aunque estoy ausente de mi patria cuna, no puedo permanecer insensible, apático. Cuando leí la reacción de algunos políticos y comentaristas hipócritos que convirtieron la muerte en un componente espectacular y tal vez reditual de sus campañas quintacolumnistas, recordé al falangista Millán-Astray y sus cocoliches vociferando el ¡viva la muerte! A raíz de esa evocación y la respuesta de don Miguel de Unamuno en la universidad de Salamanca, me permito reproducir los hechos que me han traído el vivo recuerdo de la anécdota... Sobre todo en estos días que la maldita falange reencarnada por el PP de Rajoy y Cía están haciendo de las suyas en esta España doblegada por la entente franco-prusiana del euro y la impericia cómplice del PSOE. (Andrés Aldao)

* Durante la Guerra Civil Española José Millán-Astray  tuvo un papel secundario en el ejército sublevado contra la II República Española. Siendo célebre el altercado que mantuvo con Miguel de Unamuno el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, al que habían asistido diversas personalidades franquistas con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza (lo que hoy es el Día de la Hispanidad, el aniversario del descubrimiento de América): el obispo de SalamancaEnrique Plá y Deniel, el gobernador civil, Carmen Polo Martínez-Valdés (esposa de Francisco Franco) y el propio Millán-Astray.
Lo que sucedió, según cuenta en su magna obra La guerra civil española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado, tras las formalidades iniciales y un apasionado discurso deJosé María Pemán, pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y las Vascongadas, calificando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos. "
Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes.
(Algunos jóvenes estudiantes falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los ensordecedores gritos de ritual pseudorracionales y acaban siguiéndolos).
- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; ".. grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.
Después un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato deFrancisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por el incidente) al unísono.

Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta lentamente y dice: 
"Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací enBilbao. El obispo , dice Unamuno señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."
En ese momento Millán-Astray exclama irritado "Muera la intelectualidad traidora" "Viva la muerte" aunque por el gran alboroto del público no se percibió esa frase, que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así la leyenda de que realmente dijo:"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"(leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!”... ■

sábado, 25 de febrero de 2012

Los olores que no volverán y otras sensaciones perdidas.


 Cristina Pailos


Los olores que no volverán y otras sensaciones perdidas.
Los ruidos y los olores son los que más faltan en la memoria, como si fueran los elementos más reales, la sustancia del tiempo perdido”.
Estas palabras pertenecen a J.M.G Le Clézio . premio Nobel 2008 y  se repiten en su novela Revoluciones que aunque escrita en 2003, aparece ahora en castellano editada por Adriana Hidalgo. Es autobiografía novelada y el autor en la voz de un narrador, con otro nombre, por supuesto, repasa  las revoluciones interiores , personales e íntimas como también las revoluciones sociales o políticas que fueron ocurriendo en el mundo durante gran parte de su vida.
La reseña bibliográfica de Página Doce del domingo pasado  me pareció muy estimulante: incita a leer la novela y siempre celebro la aparición de un nuevo libro que parece prometedor.
Pero no pretendo hacer un comentario bibliográfico, ni hablar de Le Clezio
Algo muy fuerte me pasó con la lectura de ese comentario. Me quedé clavada en la cita de las palabras de Le Clezio :Los ruidos y los olores son los que más faltan en la memoria, como si fueran los elementos más reales, la sustancia del tiempo perdido”. Parece que esas palabras conforman  una idea que se repite en la novela y que es muy importante en este autor. Es que no es una idea cualquiera para mí, aunque parezca insignificante.. De inmediato sentí el aguijón.   Pasan los días y la sigo repitiendo sorprendida aunque no es nueva para mí. Me la vengo repitiendo con bastante frecuencia desde antes de leer la nota, mucho antes. Esa idea me llegó con tanta intensidad que pasan los días y no la olvido. En realidad me la vengo repitiendo a menudo. Esa idea es mía. Duerme un tiempo y reaparece. Me asalta en la calle, en un restaurante, en un hotel, en una casa cualquiera o en la mía propia.
A veces se manifiesta por un deseo enorme, una obstinación en querer reproducir en el tacto aquella textura o recordar un aroma pero nada ocurre. Algunas veces creo percibir algo pero se esfuma de inmediato. Recién el domingo, quizás porque la idea estaba bien expresada, la extraje y la hice mas mía que nunca y hasta fantasee que Le Clezió me la había robado.
    Nunca la comuniqué a nadie porque hasta me daba un poco de vergüenza comentar que muchas veces ando detrás del ruido, del olor, del sabor perdido para siempre y que  he llegado a llorarlos como a las pérdidas definitivas de mis seres queridos. Casi es el mismo tipo de recuerdo amoroso ¿Cómo se puede sentir con la misma intensidad  la pérdida de una madre o el olor de una planta hoy imposible de hallar y que yo olía jugando en el jardín de mi abuela?. ¿Cómo se puede sentir el olor del mar en una ciudad donde el aire marítimo no llega? 
En mi infancia y adolescencia bastante lejos por cierto, todas las casas tenían su olor peculiar que tampoco sé como se conseguía.  Glade, Pinoluz, saumerios, Mr. Músculo no existían así que aquellos olores tan diversos tenían un origen misterioso. Durante mucho tiempo al recordar la casa de mis tíos siempre  me desesperaba comprobar que el olor de la casa no acompañaba las imágenes que estaba evocando .  Sólo alguna vez creo haberlo logrado, o tuve que conformarme con un olor parecido que duraba apenas un instante.
Cuando mi mamá hacía  puré, el olor de la papa era calidez, maternidad, cercanía del campo. La papa tenía un aroma que las papas actuales desconocen y cuando se juntaba con la manteca y la leche caliente, era otro aroma que nunca apareció en los purés del presente . ¿Por qué el olfato no tiene su memoria propia con mejor resolución?
Pasar por una frutería era una competencia de fragancias que nos hacía sentir dolor en la boca, indicio de que las glándulas salivares ya estaban en funcionamiento . Creo que eran frutas verdaderamente orgánicas.  No es que hoy la fruta no huela, pero aquella intensidad en una manzana, en un durazno no se puede explicar . Es una sensación intransferible.Las verduras, a través de sus perfumes nos hacían sentir el olor a tierra recién mojada por la lluvia.
Las telas,  la ropa de entonces también tenía olores. En mi adolescencia yo me jactaba diciendo que si fuera ciega, igualmente reconocería el roce afelpado de una viyela para los camisones y pijamas, un popelin para las camisas, batista para las blusas, el piqué con sus delgados realces para los vestidos , y el broderie suizo o la organza para vestidos más elegantes o el voile y la cretona para las cortinas. El contacto con esas texturas suaves, aterciopeladas o vaporosas me provocaban una sensualidad que disfrutaba muchísimo. Y ni hablar cuando ya se transformaban en prendas porque ahí se agregaban los ruidos que cada tela producía en el roce al caminar o al sentarnos; al abrazar o al acostarnos.
Las polleras escocesas , el tweed para sacones y el casimir inglés para los trajes de hombre o trajecitos de mujer , todos, tenían su olor. Las prendas de lana, lo mismo. Ocurre que entonces, las telas no eran   sintéticas o mezcladas con productos químicos  . Parecía que tenían vida, que traían un mensaje, que incentivaban un ritual. No estoy haciendo una apología del pasado. Por el contrario, me parece muy interesante que hoy haya telas que no se planchan, que no se arrugan y que nuestras ropas no tengan tantas complicaciones de alforzas, tableados, chaveaux , filstiré o godets (porque ni la modista podía decir “cae en pliegues”, había que decir “cae en godets” y había que ser una gimnasta de alto rendimiento con la plancha para evitar que la punta de dicho aparato no se introdujera en alguno de los agujeritos del filstiré o del broderie y lo rompiera. Está bien que entonces existía el Surcidor invisible de un profesionalismo insuperable.
Las represiones que  vivíamos los niños jamás la podrían imaginar los niños actuales y de unas cuantas décadas atrás. No podíamos  ensuciarnos con ganas porque no existían los jeans y siempre nos tenían de punta en blanco y desde el sombrerito blanco almidonado hasta los zapatitos blancos de cuero o unas zapatillas que todos los días limpiaban con no sé que preparado para que estuvieran siempre blanquísimas. Y el cuero también tenía un olor que el pobre cuero sintético no conoce. No nos teníamos que ensuciar porque lavar y planchar no era una pavada.
No todo era lindo, es cierto, pero como las costumbres eran esas y no sabíamos que estábamos reprimidos, vivíamos felices y si nos venía el bajón nadie sabía a qué se debía. El colesterol tampoco parecía ser conocido, así que se comía con felicidad chorizos, morcillas, merengues con crema y todo en cantidad. Si alguien moría comiendo hasta había cierto orgullo. Era un signo de buena vida, de status, de recursos económicos, de una clara diferencia de clase porque se suponía que había mucha tuberculosis y era la enfermedad de los pobres y de los bohemios . Con este panorama no creo que puedan considerarme nostalgiosa del pasado ,  pero no había necesidad de que me robaran  los aromas, las distintas sensaciones al tacto, algunos ruidos. ¿Por qué la memoria no los puede traer?¿ Por qué no se puede explicar, transmitir, comunicar a otros la sensualidad  por las pequeñas cosas  que están en mí y morirán conmigo aunque apenas puedo sentirlos en forma confusa?

Alejandro Michelena: Templos de la cultura rioplatense


CAFÉS QUE FUERON CLÁSICOS


Alejandro Michelena

 

En las capitales del Río de la Plata los cafés constituyeron –desde el siglo XIX– ámbitos privilegiados para el encuentro democrático, propicios al intercambio de ideas, a la experimentación en las letras y las artes, al desarrollo de la música popular.
En Buenos Aires y Montevideo apareció, a la altura de 1900, ese tipo humano que el crítico uruguayo Alberto Zum Felde definiera tan precisamente como "el intelectual de café". Este ya no provenía de familia patricia, y no siempre poseía título universitario; pero estaba abierto a los vientos cosmopolitas que entonces comenzaban a soplar en materia cultural. Para esta nueva estirpe –que dio escritores de la talla de Florencio Sánchez nada menos– el café fue el ágora adecuada para la discusión ferviente, pero además el espacio de creación y de reflexión. Sobre las mesas de mármol se escribía, se dibujaba, y se componían piezas musicales.
Pero hagamos un alto para ubicar las tradiciones que alimentan en la región la costumbre de reunirse en torno a los pocillos humeantes. Básicamente son tres: la hispánica, la italiana y la francesa. Nuestros grandes cafés tradicionales –el viejo Tupí-Nambá que supo tener Montevideo, y el Tortoni, que felizmente conserva Buenos Aires– son una mezcla armoniosa de las tres vertientes. En los cafés rioplatenses podemos encontrar rincones que nos remiten al café Greco y otros de Roma, y oír allí el mismo tono altisonante de voz típico de la reunión peninsular. Pero también están presentes esos rasgos de elegancia y estilo que nos instalan en los cafés de Montmartre (hasta podemos ver personajes tan variados y universales). Y la cordialidad y el rumor de los diálogos –la tertulia en sí– nos ubican de lleno en el Gijón madrileño. Lo interesante, recalco, es que en nuestros cafés los tres perfiles estuvieron amalgamados.

Hervor del novecientos

En las primeras dos décadas del siglo pasado, aquellos cafés de la plaza Independencia montevideana como el nombrado Tupí-Nambá, el Británico, y sobre todo el legendario Polo Bamba, contaron con la presencia habitual de dos dramaturgos populares como Florencio Sánchez y Ernesto Herrera "Herrerita", quienes participaban de las tertulias poéticas y anárquicas que poblaron esos recintos de la bohemia. Pero ellos también –recordemos que su éxito teatral pasó por Buenos Aires– integraron las similares del café de los Inmortales y del Politeama de la calle Corrientes, donde confraternizaban además con sus actores y actrices.
Muy poco después, en la confitería La Giralda de 18 de Julio y plaza Independencia, el maestro Roberto Firpo estrenaba –una noche de 1917– un tango que estaba destinado a tener fama mundial y duradera: La Cumparsita, del uruguayo Gerardo Mattos Rodríguez. Eran los años en que el tango era atraído por las luces del Centro; dejaba poco a poco el humilde percal y comenzaba a vestir ropas mundanas.
Ya el dúo Gardel-Razzano cantaba con suceso en diversos escenarios y también en los cafés. Una noche de 1913 lo hicieron en el café Perú –después llamado Montevideo Chico– que estaba ubicado sobre Avenida de Mayo. Los cafés de entonces tenían el característico palco desde el cual los músicos y los cantores quedaban estratégicamente a la vista de la concurrencia.
Si bien figuras mayores del modernismo rioplatense, como los poetas Julio Herrera y Reissig y Leopoldo Lugones, no se asocian a los cafés sino a otro tipo de cenáculos, en ambas márgenes del "río como mar" los poetas no sólo frecuentaban sino que se podría decir –sin exageración– que en esos años casi vivían en los cafés. El dandy montevideano Roberto de las Carreras –trasgresor en la poesía y en la vida– tuvo su mesa diaria en el pequeño café Moka de la calle Sarandí, desde donde lideraba una peña juvenil que lo admiraba con fervor. En ese mismo tiempo, nada menos que el gran Rubén Darío –en ese entonces viviendo y trabajando como periodista en Buenos Aires– se aficionaba a los grandes cafés porteños.
Audaces años veinte
Nos adentramos un poco más en el siglo y llegamos a la década del veinte. En Buenos Aires surgen los grupos literarios de Florida y Boedo, que sientan sus reales en cafés (céntricos los primeros, fieles a su impulso cosmopolita, y de barrio los segundos, preocupados por el rescate de lo popular y lo social). Por ese tiempo, el joven ultraísta Jorge Luis Borges asistía algunas noches a la tertulia –entre estético filosófica y de generalidades– que presidía en la confitería La Perla del barrio del Once, ese sócrates criollo que se llamó Macedonio Fernández.
En Montevideo no se dieron alardes de vanguardia tan enfáticos y todo resultó más matizado. El Tupí-Nambá hervía de grupos de escritores, plásticos, pensadores y críticos, en medio de una parroquia más compleja y más amplia. En una mesa por ejemplo se podía ver dialogar a Cúneo, el pintor expresionista de las grandes lunas, con el músico de los cerros Eduardo Fabini; más allá don Pedro Figari (entonces más conocido como abogado penalista y docente, y no como el gran pintor que hoy valoramos) hablaba casi en secreto con el filósofo Carlos Vaz Ferreira.
El 25 de mayo de 1926, en el café Tortoni, el entrañable pintor de la Boca Benito Quinquela Martín tuvo la iniciativa junto a otros artistas e intelectuales y a un músico de su mismo pago chico como era Juan de Dios Filiberto, de fundar una peña. Esta iba a funcionar en el sótano del café, y marcaría toda una época en Buenos Aires en materia de difusión literaria, artística y musical.
En 1924, en el café Colón de Avenida de Mayo, debutará Julio de Caro con su primer sexteto. En 1932, en la antigua bodega del Tortoni haría lo propio la Orquesta Porteña dirigida por Juan de Dios Filiberto, ocasión en que se iba a tocar por vez primera Malevaje de Enrique Santos Discépolo. En sus años de trayectoria, la Orquesta Porteña daría a conocer en la Peña tangos como Caminito, Quejas de bandoneón, yClavel del aire (con letra de Fernán Silva Valdés).
Los años cuarenta en Montevideo
Montevideo en los años cuarenta era una ciudad compleja, con vocación cosmopolita pese a conservar en gran medida un aire todavía provinciano. Era también una ciudad menos festiva y más gris y melancólica que aquella de los años veinte, época de optimismo, modernismo y crecimiento vertiginoso. En ese tiempo los grandes cafés céntricos, y no sólo ellos, eran escenarios privilegiados para el intercambio cultural.
En grandes cafés de la avenida 18 de Julio como el inmenso Ateneo y el lujoso Tupí Nuevo, reinaba el tango. En ambos tocaron –durante esos años y en la década siguiente– las orquestas argentinas de Julio de Caro, Aníbal Troilo, Francisco Canaro, Juan D´Arienzo y Osvaldo Pugliese, y las uruguayas de Romeo Gavioli y Donato Raciatti. En el café Montevideo –de 18 y Yaguarón– noche a noche interpretaba tangos con su piano un virtuoso de la talla de Jaurés Lamarque Pons.
En lo literario, el epicentro en materia de cafés se trasladó en los cuarenta a la plaza Cagancha. Los nuevos escritores se reunían alrededor de figuras mayores como los narradores Juan Carlos Onetti y Francisco Espínola, en cafés como el Metro y el Libertad. Esos jóvenes se llamaban José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Mario Arregui, Carlos Maggi, Mariainés Silva Vila, Maneco Flores Mora.
Pero un café, entonces moderno, atraía especialmente a los jóvenes. Era el Sorocabana, que había abierto sus puertas en 1939 e inauguraba entonces sus primeros y pujantes años. Allí se encontraban poetas con vocación vanguardista como Humberto Megget, Carlos Brandy y José Parrilla, junto con un pintor de talento misterioso llamado Raúl Javiel Cabrera "Cabrerita". Pero también frecuentaba el café la joven poeta Idea Vilariño, y un narrador en ciernes como Mario Benedetti. Pero también recalaba en las redondas mesas un pianista itinerante que escribía cuentos casi secretamente, y que con los años se transformaría en uno de los narradores uruguayos más valorados internacionalmente por su especial y sutil fantasía: Felisberto Hernández.
La gran urbe porteña


En los mismos años, en Buenos Aires el tango extendía su atrapante melodía por muchísimos cafés, y también por supuesto en por los grandes y brillantes cabarets y teatros de la calle Corrientes. Sería interminable la lista de aquellos recintos en los cuales el ritmo del dos por cuatro se floreó por toda la inmensa geografía porteña. En cualquiera de ellos, en los 36 Billares de Avenida de Mayo por ejemplo, cualquier noche se pudo escuchar cantar a Fiorentino, a Charlo, a Hugo del Carril, a Tita Merello, a Libertad Lamarque. Y las batutas de Pichuco y De Caro marcaron la renovación tanguística que luego se profundizaría con la llegada de Astor Piazzola.
Alejandro Michelena

Nicolás Sosa Baccarelli - Reportaje a Graciela Maturo



                         Graciela Maturo




La literatura no es forma vacía”

La escritora que vivió en Mendoza, habla sobre los grandes de las letras, política, autores, crítica y pensamiento.

·                  Entre la cátedra y los libros

“No creo en ningún deber ser de la poesía”, sentencia con un aplomo dulce y contagioso. Tiene un gesto serio y una mirada pícara, intrigante. Sonríe débilmente. Comprende mi situación. Me pareció noble confesarla desde un principio. Poner, con franqueza, todas las cartas sobre el tapete: mi entrevista es una excusa para conocerla. El resto no importa. La conversación nos pierde y nos reúne y ella se presta a mi juego torpe con indulgencia y bondad. Juego a provocarla y ella enmudece. Luego pruebo cerrar un tema y ella lo enciende. Finalmente decido desplomarme sobre el sillón y saborear el café sin preocuparme de nada.

-¿Concibe el fenómeno estético desligado de la realidad social y política?

-Sí, sí…   desde luego que lo concibo. Si no, no podría amar la música, la pintura…  La poesía se mezcla más porque a diferencia de las demás artes, está ligada al logos racional. No digo que las otras artes no sean racionales, pero ¿quién podría racionalizar una sinfonía o una pintura? Es muy difícil, mientras que la palabra está ligada a un logos racional aunque sostengo que el trabajo del poeta no es sólo racional.

Y en eso tiene mucho en común con las otras artes. Yo insisto mucho sobre la idea de “razón poética” sobre la que ha venido trabajando María Zambrano…  Bueno…   esta polémica ya se dio hace muchos años. Por los años 20 se planteó la cuestión  de la “poesía pura”. Es decir, si la poesía debía jugar también con valores sensibles, con sonidos y volúmenes, desentendidos de toda preocupación racional ligada a la vida del hombre. Bueno, yo no creo en ningún deber ser de la poesía. Concibo el hecho estético desligado de las preocupaciones sociales, por su índole peculiar.

-Alguna vez le leí a Borges decir que esa clasificación de los grupos de Florida y los de Boedo, fue un poco en broma…

-Es cierto. Se ha exagerado demasiado. Porque ni los de Florida eran partidarios del arte puro ni los de Boedo eran ajenos al hecho estético. No se hubiera sostenido la poesía de ninguno de ellos, de haber estado sólo ligados a preocupaciones sociales. Creo que la búsqueda de la belleza es fundamental al arte y al artista.

El encuentro con la belleza del mundo y la búsqueda de producir belleza a través de la forma. Acá en Mendoza tenemos algunos ejemplos: Américo Calí era un hombre comprometido con una posición  política inclusive bastante rígida y sin embargo era un gran sonetista, un buscador de la belleza. En la vida se puede tener más de un compromiso. Otro compromiso, más allá de la justicia.

-¿Se puede ser un “intelectual oficialista” o un “intelectual opositor”, o esto encierra algunos contrasentidos?

-Yo no me identifico con ninguna de esas posiciones ni tampoco muchos de mis amigos. El sólo hecho de la pertenencia a lo que podríamos llamar la “clase intelectual”, aunque no existe tal clase; el solo hecho de pretenderse una persona pensante, creativa, ya nos pone al margen tanto de ser oficialistas como de ser opositores porque no se puede tomar una actitud dogmática. Veo bien que el intelectual guarde un poco de distancia, sea un observador de la realidad y no se fanatice demasiado. Lamentablemente hay muchos que son fanáticos y por lo tanto suscitan otros fanatismos en contra.

-Literatura y peronismo. ¿Cómo vivió el juego entre estos términos?

- Bueno…   con mi primer esposo, Alfonso Sola González, formamos parte de la Universidad Nacional de Cuyo que estuvo muy comprometida con Perón. Irineo Cruz la puso en esa línea de compromiso. Me formé en esa universidad, lo cual no quiere decir que sea partidaria de que las universidades estén alineadas. No.

Yo siempre digo que le debo tres cosas a la Universidad Nacional de Cuyo: la formación clásica, el revisionismo histórico -en lo nacional- y el compromiso ético. No me desdigo de eso. Pero de ahí a tener una relación de pertenencia a un gobierno, no. Ni la tuve en aquel tiempo, en que era apenas una estudiante, ni la tengo ahora. No me gustan los totalitarismos y creo que el peronismo bordeó algunas medidas un tanto totalitarias que molestaron a los intelectuales…

-El caso de Cortázar.

-Claro, el caso de Cortázar. Él se separa, en Mendoza – adonde había venido como profesor-  de Irineo Fernando Cruz a quien  siempre siguió recordando con respeto y cariño.

-¿Podría hablar de algunos escritores que usted conoció muy bien? El primero de ellos es Julio Cortázar...

-¿Y el segundo?

-Marechal.

-Debería ser el primero…

-Bueno, cómo no.

-Porque es un poco el maestro de Cortázar. Por lo menos en la novela. Marechal, en ese género,  ha sido un gran maestro para él. De hecho el primer comentario rico, interesante sobre Adán Buenosayres, lo hace Cortázar…   en la revista Realidad. Acá yo incluí cartas de Cortázar donde se refiere a este tema (dice señalando un ejemplar de su libro “Julio Cortázar y el hombre nuevo” y que contiene algunas de las cartas que le dirigió su amigo Julio Cortázar).

Cuando aparece en el año 48 “Adán Buenosayres”, Marechal fue silenciado por sus pares que odiaron al peronismo. Borges, que había sido su camarada literario  en los años de la juventud, se había distanciado totalmente por el compromiso peronista de Leopoldo. Cortázar me dice en una carta que tuvo que pelearse con la plana mayor de la revista Realidad para que no le quitaran una coma de su comentario. Él dijo “O me lo publican completo o lo retiro”. Esto habla muy bien de la integridad de Cortázar.

-¿Cree que hubo en Marechal una concepción de la literatura como medio de cambio de las estructuras sociales y políticas?

-No creo. La literatura cambia el mundo más allá de su propósito. Es decir, no es que el escritor se proponga cambiar el mundo a través de la literatura. El escritor ante todo es  fiel a su transformación interior; y a partir de ese cambio interior, cambia la realidad.

Transformando al hombre, transforma el mundo. Muy distinto a la estética marxista que le exigió al escritor un compromiso explícito; era el famoso “engagement” del que hablaba Sartre ¿no? Eso no dio resultado.  La creación es libre, no puede atarse a ningún condicionamiento. La estética socialista, una estética de explícito compromiso tanto en la pintura como en la literatura, ha sido un fracaso.  El “arte al servicio de” ha sido siempre un arte pobre. El artista creador ha estado del otro lado, justamente porque cuanto más libre es la creación, más modificadora es de toda realidad, interna o externa.

-¿Y Cortázar?

-Igual. Bueno…  no quiero poner a Cortázar y a Marechal en la misma actitud creadora, son personalidades muy distintas. Lo que  quiero decir es que Cortázar respetó mucho a Marechal. Pero Marechal era hombre tradicional, un católico formado en la tradición clásica. Cortázar se forma también en la tradición clásica, pero de otra manera. Su religiosidad es abierta, no ligada al menos en forma explícita a la tradición judeo-cristiana,  recorre un camino que va del orfismo al surrealismo.

-Y en el caso de Borges frente a los cuestionamientos políticos, él mostró en cierta época un aparente desinterés, se diferenció de escritores más vinculados a la realidad política…

-Cierto. Pero en algún  momento se inicia el respeto de la izquierda hacia Borges. Empiezan a ver que es valorado por los europeos, por Foucault. Mientras que aquí había un rencor, un rechazo político. En realidad Borges tuvo un período comprometido. En los años 20, al final de la década, integró junto con Marechal, una comisión de escritores yrigoyenistas, en apoyo a la segunda presidencia de Yrigoyen.  La presidía Borges y Marechal creo que era el secretario.

Pienso que algo de eso se vuelca a través de su amigo más joven, Bioy Casares, cuando escribe El sueño de los héroes. Me parece que está muy ligado a conversaciones con Borges. Pero después del golpe militar, Borges se retira de la política y eso debe gravitar en el fondo de su rechazo al peronismo. Creo que le repugna la vida de los comités, esa parte oscura, esa manipulación del poder, todo eso a él le ha producido rechazo.

-Un rechazo que llegó a odio…

-Por supuesto, él expresa el odio de la clase media hacia Perón. Sin ignorar que hubo elementos como para fomentar ese odio. Toda historia es compleja, no es posible la simplificación lineal.

-Si hay un escritor que tuvo un derrotero político interesante fue Lugones ¿no?

-Lugones ha sido uno de los grandes. Ha habido mucha injusticia con él. Porque claro, aquellas famosas conferencias del Ateneo, dieron letra y aliento a un golpe militar…  El primero que interrumpió nuestra vida institucional. Yo no apoyo eso, por supuesto. Pero lapidarlo, o querer borrarlo del mapa por estos errores políticos, tampoco puede ser.

-Y tuvo un itinerario político muy…

-Sí. Muy zigzagueante. Empezó con el anarquismo, después trabajó para los conservadores…

-Y terminó en un suicidio… 

-Sí. Leyendo sus obras, uno puede ver que eso está prefigurado en muchos de sus cuentos, por ejemplo “La lluvia de fuego”. Allí aparece el suicidio ejercido como una actitud filosófica y moral, por un tribuno de las postrimerías de Sodoma.

-Graciela, ¿qué rol cree que cumple la literatura en las democracias? ¿Cree que desempeña algún papel de reafirmación o de fortalecimiento de la cultura democrática? ¿O cree que la literatura es un espejo de esos valores?

-La literatura es creación, nunca un mero espejo de la realidad. Incluso el narrador, cuando escribe mostrando una realidad social, de alguna manera toma distancia de ella, muestra algún sentido crítico. No creo en la literatura espejo, es una literatura menor. La grandeza del escritor está en su trabajo creador, en su trabajo de pensamiento. Hay un pensamiento en la literatura. No es un bordado, no es un trabajo sobre el lenguaje para cautivar a un lector, como sostuvieron algunos teóricos del siglo XX.

-¿Cómo ve esta tensión literatura- poder en América Latina, actualmente? 

-América Latina se debate hoy,  como dice García Márquez, en un laberinto, “América en su laberinto.” Porque tendrá que definir si su camino es el régimen castrista, adoptado por Hugo Chávez,  o si es un camino democrático, implementado a medias por otros países.

No se trataría de una democracia formal, imitativa, sino de una democracia en serio, teniendo en cuenta la cultura de su pueblo. Ése es el laberinto en que se debate América. La literatura ha producido diversas tensiones entre creación y poder, la última de ellas, desde el punto de vista grupal, ha sido el ciclo novelístico de los años 70, el operativo editorial llamado “boom”. Escribí sobre el tema.

-¿Cómo ve la situación actual de la crítica literaria?

-Muy caída, muy empobrecida. No hay casi crítica literaria, estimación, ni siquiera análisis.  Nos alimentamos de algunas líneas abiertas en el pasado. En el país subsisten algunas líneas abiertas en el pasado que son la crítica de izquierda, el revisionismo, algunos críticos independientes…  Pero no surge nada vigoroso, nuevo, que yo sepa. Por ejemplo no hubo mucho eco al cuestionamiento teórico que algunos de nosotros hicimos a la Lingüística de Ferdinand de Saussure.

A partir del 68, por mi parte, ya en Buenos Aires, empecé a cuestionar la Teoría del Signo como base de los estudios literarios. Yo no veo que nadie haga estos cuestionamientos. Al cuestionar la lingüística de Saussure, se cuestiona también la semiología, el estructuralismo, todo ese paquete de orientaciones que han hecho de la literatura una cosa a ser disecada, sin posibilidad de retomar su carácter propio de vida y expresión espiritual. Yo en eso siempre repito a Marechal cuando decía: “Cuando la letra se separa del espíritu, la letra se suicida rigurosamente”. La literatura no es forma vacía.

Entre dos opciones

-La pluma o la espada.

-Siempre la pluma.

-La poesía o la prosa

-Creo que todo es poesía. La prosa, cuando vale, es porque tiene una raíz poética.

-Enseñar o aprender

-¡Aprender!

-Escribir poemas o crítica literaria.

-Las dos cosas.

-Porque por ahí hay algunos que parecen creer que ser crítico es algo inferior.

-No, no. El poeta siempre desarrolla un aspecto crítico. Y los grandes críticos en el fondo tienen que tener un filón  poético; de lo contrario hacen  una crítica menor.

-Dirigentes políticos que sepan de números o políticos versados en las letras.

-Bueno,  me parece que harían falta las dos cosas.

- ¿Se puede vivir sin ficción?

-No. Sería una carencia muy grande. No tener sueños, no tener imaginación es ir reduciendo al hombre a una condición de insecto.

Nicolás Sosa Baccarelli - Especial para Los Andes