sábado, 25 de febrero de 2012

Celmiro Korito



Inciertas sonrisas

Quizás, sin saberlo, estuvieron buscándose. Mas el destino ya viene impreso.
Subió al tren rumbo a La Plata. Recorre varios vagones casi vacíos y eligió un asiento enfrentado donde da la sombra. Se deja caer en él, desganado por la monotonía de hacerlo cada dos semanas. Deja el ancho portafolio en el asiento de enfrente. Es corredor de camisas de mujer y de hombre. Invierno o verano manga corta o larga, lisas o estampadas. De aburrido recorre las caras de los pocos pasajeros. Alguien, en la segunda pasada, le sonríe. Hurga en su memoria, acaso es alguna empleada que lo conoce. Pero su mente está ocupada en dónde, comerá al mediodía su asadito. Toma la lista de precios y la estudia mientras anota una ruta de tiendas y  clientes que visitará esa mañana.
En la estación siguiente solo  quedan dos mujeres, una anciana y la joven a la que no se le borra la sonrisa cuando lo mira.
Un tanto molesto se anima a mantenerle la mirada y a recorrer su figura. El cabello oscuro lo tiene recogido en un estético rodete. Luce una perla en cada lóbulo, sonrisa conquistadora y sus labios rojos, una invitación al beso. No deja de sonreírle detrás de sus lentes de carey.
Se detiene en su blusa de encaje blanco. Sabe que es una blusa confeccionada en alguna isla española donde ese encaje es común. Luce una pollera con cuadritos y unas piernas largas cruzadas enfundadas en unas medias de seda negra. Calcula que debe de llevarle algunos años. Ella transforma su sonrisa abierta en lasciva…segura de comérselo con la vista desde un balcón tranquilo.
Tiene tanto por hacer en La Plata, que no piensa en un levante. Se distrae, mirando la gente que baja en Sarandí y al volverse ella está sentada frente a él. La sonrisa es más cálida. Ella le pregunta hasta donde viaja, él dice: La Plata. Yo bajo en Berazategui…
Su desenvoltura casi le da rabia, pero le sigue la corriente. Estoy en horas de trabajo, pero a las cuatro me desocupo y si tenés ganas de ir a tomar algo te paso a buscar.
Su sonrisa se amplió y le entrega un papel con su dirección. Vivo a tres cuadras de la estación. Mira que te espero. Descendió sonriéndome. Mi día, fue bastante productivo.
Al regresar, ciertas dudas lo envolvieron, pero al llegar a Berazategui se bajó del tren. Encontrar la casa fue fácil y el timbre sonó melodioso.
Eran las cinco de la tarde cuando ella salió muy bien vestida y perfumada, como si siempre a la misma hora yo soliese ir a buscarla. Una cuadra más adelante, me dio un beso en la mejilla y me dijo: Llamame Hilda…
Yo soy Pedro…
Rumbo a Constitución ella lo escuchaba sin borrar su sonrisa y él le hacía un bosquejo de su vida, real y ficticia.
Al llegar fueron a una pizzería, y pidieron una Banchero especial con dos Coca Colas y de postre dos Zuppas Inglesas bien borrachas.
Pasearon del brazo, mientras le dijo que quisiera estar con ella en un lugar más privado, ella no contestaba, solo sonreía… Lo tomó como una aceptación y ni bien pasaron frente a un hotel por horas se metieron, como un acto pactado de antemano…

El ascensor los dejó en el tercer piso y ambos nerviosos pero entraron en ese ambiente de luces rosadas y azules con un perfume a flores que a él le hizo recordar un sepelio, con música suave y melosa de la época.
Ella se sentó en la cama, cabizbaja, como una una momia. Él quiso darle tiempo, se dio una ducha y salió con una toalla alrededor de la cintura.
Ella continuaba en la misma posición, como esperando el disparo de salida…
Se sentó junto a ella y la acarició y besó en la nuca y en los lóbulos. Hilda comenzó a lagrimear en un silencio patético … Pedro le dijo que si no quería hacer nada estaba bien y se estiré en la cama, invitándola a acostarse a su lado. Con una timidez inmadura lo hizo cuidando que no quedara alguna arruga en su vestido floreado. Estaba acostado diez centímetros de  una mujer hermosa y con aroma a sándalo,  inmóvil, ajena, distante. 
Por el hueco donde se abona, introdujeron una botella pequeña de vino espumante con unas papas fritas. Se levantó y llenó dos pequeñas copas…Le ofreció una y ella, apoyándose en un codo, bebió unos sorbos. El color le volvió al rostro y el amago de un sonido salió de su boca. Por primera vez ella habló de corrido, como si le hubiese llevado a hacer un viaje de años.
-De sopetón dijo: Tengo 25 años y soy virge. Quedó anonadado.
Está bien, no hacemos nada, no te preocupes, no quiero la responsabilidad de ser el primero, le dijo. ¡No!! No!! Te elegí a vos, para perder mi virginidad y quiero que lo hagas!
Comenzó a desnudarse, cadenciosamente se fue despojando una a una las  prendas mirándolo como extasiada. Luego, se acopló de costado a su cuerpo con los ojos cerrados.
Convertido ahora él, en una momia, sentía su piel y su corazón latir a cien, como el de él. Su mente era un algarabía de sensaciones y pensamientos intercalados, que llevaban su sexo de una angustia de clamor a deber.
Ella,  al verlo tan impasible, volvió a pedir por favor: ¡Hacelo! ¿Estás segura? ¡Síiii, por favor!

Comenzó a besarle lentamente el cuerpo y sus gestos eran de placer. Demoró en penetrarla... No  parecía un acto sexual más.  Era una ceremonia primitiva y milenaria sobre una base ritual de piedra blanca, donde el acto era una bendición a la especie humana.
El tiempo se desprendió del cielorraso espejado, mientras se miraban como extraños en una estación espacial.
Se ducharon y salieron sin decir casi palabra…Como tocados por una varita mágica que los sacara del trance. Él se sentía culpable del  delito que lo llevara a cumplir. Cuando quiso llevarla a su casa,  ella le dijo que no hacía falta, que solo la acompañara hasta el tren.

Dos semanas más tarde, como habían acordado, bajó en Berazategui. Las cuadras hasta su casa las caminó con ansias de volver a verla. Apretó el timbre en la casa de Hilda.
Un señor entrado en años y en camiseta preguntó: ¿Qué desea?  Busco a Hilda. Le contestó que no estaba y que no estaría por mucho tiempo, que la llevaron al Borda, del que se escapó hacía unas semanas, y cerró la puerta dando un portazo de loco... ■

4 comentarios:

  1. Uy Celmiro que final inesperado.
    Yo creía que era un relato autoreferencial . JA JA .
    Muy bueno , me agrada la sutileza con que enfocas el tema.
    Amelia

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  2. Un "encuentro", como tantos ¿Sabemos quizás quien es el otro? Su literatura hace pensar en los encuentros casuales y no tanto. Gra Ur

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  3. Entré en la historia como un tobogán.El principio es demasiado suave comparado con la brusquedad del final.
    Me encantó y me hace pensar si los "encuentros" son casuales ¿ o causales?
    Felicitaciones, Celmiro y saludos.
    MARITA RAGOZZA

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  4. Un relato espectacular.
    Tan lleno de vida , no importa el final . El goce estuvo .
    Felicitaciones.
    ARBAC

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