Buenos Aires: realidad y ficción
“Las ciudades, como los sueños, están
construidas de deseos y miedos”
Italo Calvino
Por Cristina Pailos
Desde hace un tiempo mis comentarios se detuvieron en las ciudades protagonistas de la literatura para terminar en el lugar donde me crecieron raíces a pesar de no haber nacido en ella: Buenos Aires. Allí viví, amé, escribí y leí mucho durante años. Me contagié del afecto por el Café de la esquina al que corría todas las mañanas; del restaurante, la pizzería o los cafés de la Avenida Corrientes después de haber asistido al teatro o al cine y necesitar charlar sobre el espectáculo con amigos. Es tan así que la foto que me muestra en Facebook o en esta página fue tomada en El Gato Negro , mi lugar preferido por el aroma a especias del mundo, porque está cerca de los teatros y de las librerías , porque las charlas de las mesas vecinas siempre giraban alrededor de la literatura y el arte y también, creo, porque es el Chat Noir de mi fantasía y creo que siempre esperé ver llegar a Eric Satie , Guy de Maupassant o Augusto Srindberg
Hay también otros recuerdos de bares de Buenos Aires que casi siempre evoco con un frío tan intenso que me sigue haciendo temblar, aunque en verdad, no sólo iba a ellos en invierno. Eran los lugares de encuentro con compañeros en cualquier barrio de Buenos Aires y hasta del Gran Buenos Aires en momentos en que un error en las medidas de seguridad o una delación podía significar la desaparición, la tortura o la muerte. Recuerdo a quienes esperé pero no aparecieron nunca, ni allí ni en ningún lugar y hoy 22 de agosto los recuerdo muy especialmente, como recuerdo a los caídos en Trelew.
Es también algún bar no turístico de San Telmo, una cantina de vidrios engrasados y olores inciertos fritos en aceite quemado. Algún televisor viejo al que los parroquianos ven sin mirar mientras comen sin hablar algún guiso espeso , papas fritas con huevo, revuelto Gramajo o Ternerita al horno con papas y el vino de la casa. Casi siempre había alguien que a la pregunta -¿Siempre escribe tanto?, mostrara un poema de lejanías, desarraigos, pérdidas, amores intensos, injusticias, luchas, duelos, pobreza, traiciones, resentimientos.
Es también un barcito que recuerdo en la Avenida Pueyrredón cerca de Corrientes, donde se reunían Abelardo Castillo y Humberto Constantini . Violeta, la hija de Humberto y yo tratábamos de no perder la charla aunque para decir verdad nos daban bastante poca bola. No teníamos vocación fuerte por la escritura en esa época, porque el destino del país y del mundo era nuestra mayor preocupación pero amábamos la literatura y respecto de los escritores, y de esos dos en particular éramos verdaderas “fans”.
Son las plazas de colores contrastantes en la vegetación y sinfonías de gorjeos, brillantes durante el día, con estatuas magníficas que ahora que no las tengo a mi alcance diario me arrepiento de no haberlas mirado mejor ; noches que hasta la luna elije un banco para sentarse. Son las mismas plazas, las mismas calles que albergan marchas y encuentros multitudinarios reclamando justicia o expresando momentos de júbilo.
Las salidas de los teatros cuando el público se va dispersando con cara de cofradía o de feligreses todavía emocionados por la participación en un mismo ritual me dejaron imágenes casi fotográficas. Sé que ésta es una imagen universal que no sólo pertenece a Buenos Aires, pero se vuelve muy particular cuando en los momentos de crisis económica profunda como en el 2001, cuando no había un mango en el bolsillo y los cajeros automáticos, y las tarjetas de crédito se volvieron inútiles, llegábamos al teatro o a algún espectáculo, aunque fuera caminando, y sin la comida o el simple café a la salida y bastante pobre, también, el refrigerio que esperaba en casa.
No todo es tan bello, es cierto, pero hasta en las fealdades una queda prendada de Buenos Aires para siempre y también se traban amistades al putear contra el tránsito, escuchar los insultos mutuos y soportar las negligencias de muchos conductores prepotentes porque, aunque cueste admitirlo, la prepotencia tiene arraigo y hasta diría que la palabra tiene un cierto prestigio en la ciudad: “Triunfó por la prepotencia de su audacia”.
Es la primera vez que encaro un artículo desde mi más absoluta subjetividad. No me salía de otra manera, quizás porque el papel de Buenos Aires protagonista de la literatura también lo veo hasta cierto punto autoreferencial. No puede ser de otra manera. No soy una profesional del comentario literario.
Esta ciudad no fue cantada por los poetas del mundo ni viajaron escritores al Rio de la Plata para escenificar sus argumentos como ha ocurrido con Venecia, Paris o Nueva York. La ciudad se transformó en letra, pintura y música para y por sus habitantes o atrajo a escritores y artistas del interior y de los países limítrofes.
La biografía de nuestros escritores y la atmósfera de sus novelas y cuentos fue diseñada por esta ciudad. Los albores de nuestro teatro con el sainete y el grotesco heredados del circo criollo y de la influencia de las compañías españolas que nos visitaban adquirió un sello propio. Influyó en el desarrollo del teatro posterior. El cocoliche como lengua de muchos personajes que encarnaban inmigrantes en su Babel de lenguas que eran los conventillos, no tenía la más mínima pretensión de ser aceptado por la Real Academia Española. Ese era nuestro teatro, reflejo de la vida. Hasta la revista porteña fue escuela de desenfado y de humor político . Sin embargo, no se quedó sólo en el realismo vernáculo. En la escena nacional se pusieron obras universales, excelentemente traducidas, al punto que uno de los mejores traductores de Eugene O’Neill en lengua española fue León Mirlas, no sé si hijo de la inmigración judía en nuestro país o extranjero de origen y afincado aquí. En los Estados Unidos lo consideran argentino.
Admito también que una de las razones más recientes que me hicieron sentir la importancia de Buenos Aires protagonista fue Aserrín, Aserrán del editor de esta revista, Andrés Aldao. Si lo menciono en primer lugar, lo crean o no, no se debe al aprecio que le tengo como persona ni por una cuestión formal de querer quedar bien. Ni él lo necesita ni yo tampoco. Esa especie de cartas a sí mismo para aferrarse a no olvidar me pareció casi la revelación de una forma de sentir de más de una generación de porteños. El olor a repollo que impregnaba un conventillo famoso de la calle Sarmiento cerca de la Estación de Once creo que se lo escuché mencionar a Marcos Zucker o a Cipe Lincovsky. Me conmocionó ese destino de un hijo del destierro, que tiene que vencer un desarraigo heredado y nada fácil, transformarse en un porteño de ley y gozarlo para luego tener que vivir también él, la lejanía, la nostalgia y el aprendizaje de otras costumbres. Y también él, como quizás le haya ocurrido a sus padres, vivirá la contradicción de entender y querer a sus hijos pero no poder sentir de la misma manera que ellos la sociedad donde vive. Hay una sola madre que amamanta; un solo paisaje que aparece cuando aprendemos a darle nombre a las cosas y es nuestro entorno que confundimos con el mundo o con una fuerte experiencia de valor universal.
Las frecuentes mudanzas durante la infancia y la adolescencia son otros tantos desarraigos pero así se lo impone la ciudad, el país y las dificultades económicas. Y es así que lo seguimos, quizás no en el tiempo, pero sí en el espacio, por Caballito, Flores , Primera Junta, el Parque Centenario, el Parque Rivadavia y tal vivencia me produjo que hasta me pregunté: ¿Y si está en Primera Junta porque no entra a comprarse algo en el Mercado El Progreso? Se le olvidó, parece, porque existía desde 1889 y siempre estuvo en la Av. Rivadavia y Centenera que entonces no se llamaba así. Todavía hoy en sus puesteros se aprecian rasgos de un pasado proletario e inmigrante. Todo un símbolo porteño.
Aldao no puede hablar de los sentimientos personales que experimenta sin hablar de la ciudad, sus fiestas, sus conflictos barriales y también las alegrías de un corso, del futbol del potrero, o de otro símbolo local: Ferro, la cancha de Ferrocarril Oeste.
Los clubes de futbol fueron el ágora de los barrios de Buenos Aires. Estos fragmentos autobiográficos están escritos desde el sentimiento más profundo.
Luego evoca también la impresión que le produce a él y a los otros pibes, el centro, las pilchas, los negocios, las confiterías, el cabaret. Y acá ya nos está diciendo que hay muchas formas de estar en Buenos Aires y por eso, sus escritores captaron tantos aspectos diferentes.
Y desde esta reflexión quiero agregar que cumplido el ciclo de la literatura con la impronta viva de las olas inmigratorias desde Europa, creo que falta todavía una literatura de las corrientes inmigratorias desde el interior que se viene produciendo desde el primer peronismo cuando se industrializó el país y la de los países limítrofes. Creo que aquí habría muchísimo para contar también de desarraigos, incomprensión, discriminación, estafas en las contrataciones laborales en los países de orígen para terminar, en muchos casos, hacinados y en trabajos sin descanso en condiciones de esclavitud. Esperemos que de las generaciones de argentinos, hijos de estos extranjeros, surjan voces como la de Aldao y muchos otros que reflejaron sus formas de compartir la ciudad.
Hay muchas formas de vivir la ciudad y escribirla. Roberto Arlt, Humberto Constantini y tantos otros escriben con la foto todavía fresca de sus padres bajando del barco, pero también sienten a la ciudad como suya Borges , Mujica Lainez , Norah Lange o Silvina Ocampo.
El deseo de visitar la ciudad escrita, conocer el lugar donde se desarrollaron ficciones o donde vivieron sus escritores motivó sin duda a Alvaro Abos en Al pie de la letra , obra que consulté para este comentario y que recomiendo . También Andrés Aldao hace referencia a la obra de Abos.
Yo digo que hay muchas maneras de vivir en la ciudad; Alvaro Abos prefiere hablar de varias ciudades superpuestas, quizás porque hay muchos lugares que honramos aunque del motivo en cuestión no hayan quedado señas y otros lugares de ficción que el imaginario social ubico en el lugar que no fue , pero que a lo largo del tiempo, adoptó una identidad que nadie puede quitarle como el edificio de Pueyrredón y Corrientes que para la mayoría y hasta para los guías turísticos fue el motivo del poema “Setenta balcones y ninguna flor” aunque los testimonios indiquen que la inspiración vino de un edificio en Paseo Colón. Y para explicitar aún más el concepto de ciudades superpuestas que conviven , Avos nos habla de una de ellas: la ciudad de la sangre derramada.
“Contra los muros de la antigua Penitenciaría Nacional, en la avenida Las Heras, fue fusilado Severino Di Giovanni en 1931; lo contó el cronista de El Mundo, Roberto Arlt. En el mismo lugar, en 1956, fue fusilado sin juicio Juan José Valle y esta vez fue el padre Hernán Benitez quien testimonió el crimen..
Otra herida de la ciudad de la sangre derramada se abre donde estaban los talleres Vasena, en la calle Barcalá, donde se inició la Semana Trágica (1919), visitada por la literatura de Arturo Cancela y David Viñas. El tercer ángulo de este triángulo rojo está en la esquina de Tucumán y Larrea, donde la policía mató a Emilio Jáuregui en 1969, crimen narrado y glosado en un cuento de Andrés Rivera y en un poema de Juan Gelman”
Con motivo de la última reedición de Al pie de la letra , de Álvaro Avós (Editorial Alfaguara),la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes expresó que “da a conocer los lugares donde nacieron, vivieron, soñaron o murieron los escritores que consagraron Buenos Aires como gran ciudad literaria; pero también los espacios donde transcurren las obras que crearon y las andanzas de sus personajes: el Palermo compadrito de Borges, el Villa Crespo mítico de Marechal, el Once que vio nacer a Raúl González Tuñón y el Belgrano triste que vio morir a Roberto Arlt.
Los escenarios son palacios, pensiones, galerías, redacciones, parques, calles recoletas, grandes avenidas, laberintos: lugares célebres o secretos que son signos de la vida literaria de Buenos Aires.
Desde su aparición en 2000, el público y la crítica consagraron a esta original fusión de libro informativo y narración vivaz como un moderno clásico de la literatura sobre la ciudad. Esta segunda edición se enriquece con la incorporación de nuevos nombres y escenarios. A Fernández Moreno, Cortázar, Bioy Casares y Mujica Lainez, por citar algunos habitantes de la galaxia Buenos Aires, se agregan Osvaldo Lamborghini, Copi, Jorge Baron Biza o Juan Gelman, y se completa con planos mejorados e iconografía inédita. Todo ello, más la erudición y la amenidad de la prosa de Alvaro Abós, convierten a este libro en el lazarillo ideal para emprender de nuevo el paseo inolvidable por Buenos Aires. O consumar el viaje infinito de la literatura sin salir de casa”.
Hubiera querido terminar con una síntesis de los que para mí son hitos de este mapa imaginario de una Buenos Aires escrita – Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Roberto Arlt y sus personajes en la ciudad, Humberto Constantini y sus cuentos, Sábato y las visiones porteñas en Sobre Héroes y Tumbas, Borges de Fervor de Buenos Aires, Julio Cortázar de una novela como Los Premios y un cuento como Casa tomada, Leopoldo Marechal de Adán Buenosayres o Adolfo Bioy Casares. Pero cada una de estas formas de estar en Buenos Aires y escribirla son demasiado ricas para abarcar en poco espacio y con el pobre poder de síntesis que me caracteriza . Los dejo para más adelante aunque algunos de ellos son asiduos visitantes de esta página.
Las calles
Las calles de Buenos Aires
Ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
Incómoda de turba y de ajetreo,
Sino las calles desganadas del barrio,
Casi invisibles de habituales,
Enternecidas de penumbra y de ocaso
Y aquellas más afuera
Ajenas de árboles piadosos
Donde austeras casitas apenas se aventuran,
Abrumadas por inmortales distancias,
A perderse en la honda visión
De cielo y de llanura.
Son para el solitario una promesa
Porque millares de almas singulares las pueblan,
Únicas ante Dios y en el tiempo
Y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
Se han desplegado-y son también la patria-las calles:
Ojalá en los versos que trazo
Estén esas banderas
(Jorge Luis Borges en Fervor de Buenos Aires)
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Buenos Aires conoce |
Tango 1977
(para escucharlo apretar el enlace) |
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Buenos Aires conoce mi aturdida ginebra
el silbido más mío, mi gastado camino...
Buenos Aires recuerda mi ventana despierta
mis bolsillos vacíos, mi esperanza de a pie.
Buenos Aires conoce mi mujer y mi noche,
mi café y mi cigarro, mi comida y mi diario.
Buenos Aires me tiene apretado a su nombre
atrapado en sus calles, ambulando su piel.
Refugio de mis largas madrugadas.
Abrigo de mi verso y de mi sino.
Su cielo de gorrión, su luna triste
son cosas que también viven conmigo.
Esquina de las cuadras de mi vida.
Guarida de mis sueños más absurdos.
Embarcadero gris de mi ambición de luz.
Secreta latitud de mi canción.
Inventor del misterio, bandoneón gigantesco.
Buenos Aires escucha mi silencio y mi lucha.
Él recuerda conmigo las monedas azules
y me presta el olvido de su ir y venir.
Sus gorriones sin techo, su cintura de río
son también algo mío, yo también los respiro.
Buenos Aries es un duende, una copa de vino
Ese amigo sin nombre que se encuentra al azar |
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http://youtu.be/sBWULcFsaMA
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