lunes, 22 de agosto de 2011

ESTER MANN



HOJAS DEL ÁRBOL CAÍDAS...

¿La vida es una casualidad o una necesidad de la naturaleza? Si no hubiera nacido, el hombre que se hubiese casado con mi mujer, ¿sería parecido a mí? ¿O tal vez hubiese sido un tipo distinto por completo y la vida de Mary hubiera sido otra: mejor, o peor...? Y yo, si no me hubiera casado con ella, ¿cómo sería? No, seguro que estaría soltero: ninguna de las otras chicas que conocí me gustó como para casarme... Sería soltero, viviría solo y por las noches me sentaría en el café con los rusos a jugar al ajedrez o al dominó.
Desde que me quedé sin trabajo estas preguntas me repican en la cabeza sin pausa. Mientras camino por las zonas industriales cercanas a Haifa –hoy es Kiriat Bialik– voy rumiando en mi mente los interrogantes y sus posibles respuestas. Nunca me dio por la filosofía. Bueno, con tres chicos y dos trabajos no es de extrañar...
Es el tiempo libre...Vuelvo a casa a la misma hora en que volvía de la fábrica, después de haber pateado todo el día, aunque sin el sueldo a fin de mes, más muerto que vivo, y cada día que pasa más desanimado.
Durante las diez horas que estuve caminando –en el estómago el café y el sanguchito que me preparó Mary–, pienso y me cuestiono la vida, la cabeza me da vueltas de tanto pensar.
Hace frío, con estas lluvias no se puede encontrar trabajos de pintura... Tengo que esperar a la primavera. Menos mal que Mary cuida ese bebé: al menos alcanza para la comida.
Además, nos ocurren cosas raras. En el Banco, por ejemplo, me habían ofrecido un préstamo a bajo interés (¡eso decían ellos!). Mary lo fue a pedir el otro día y se lo negaron porque yo no tengo trabajo. ¡Pero si es por eso que lo pedimos! ¡Un “puente”, como ellos lo llaman, hasta que salgamos del apuro! ¡No! Si fuera para un televisor o un auto, me lo daban, ¡como no! Pero para pagar en el super, ¡no señor!
Ya pasaron tres semanas desde que cerró la fábrica. ¡Se mudaron a China! Cuando me llegue la próxima llamada a la reserva me voy a presentar y les voy a decir: movilicen a los chinos. Ellos trabajan y yo tengo que cumplir mi deber de ciudadano. ¡Si serán caraduras!
El mundo es así, dice mi vieja... Como si su filosofía pudiera ayudarme. Es así, ¡y al que no le gusta que se embrome! como decíamos cuando jugábamos a la escondida....
Cuando trabajaba en la fábrica tenía tarjeta de crédito, descubierto en el banco, préstamos... y no los usaba. Ahora que los necesito, no me los dan.
Seguro que los dueños de la fábrica consiguieron préstamos para construir en China y cuando los chinitos se pongan duros, se irán al Congo o a algún otro país.
–Si, señorita, tengo experiencia en estas máquinas... Tomé el formulario...No, no tengo celular, pero...Si, espero su llamado, muchas gracias...
Este es el formulario número chiquicientos. ¿Y a lo mejor el viento se cansa de jugar conmigo y me permite quedarme quietecito en esta empresa? Y a lo mejor, aunque no juego, ¿gano la lotería?
Hoy me vuelvo a casa. Mary ya habrá llegado y podríamos tomar unos mates. ¡Hasta puede ser que prepare tortas fritas!
Por unas horas olvidaremos que juguetes del viento somos e imaginaremos que estamos de novios, que no tenemos deudas y que el futuro, aún, es un sueño irrealizado. ■
© Ester Mann 

6 comentarios:

  1. Nurit:
    Este estilo tuyo , entre ingenuo y terriblemente denunciante hace que se caigan las hojas del pecho .

    Para suavizar , te cuento que siempre le digo a mi hija q quichicientos es un neologismo de ella , ahora veo que no .
    Un abrazo mi querida.
    amelia

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  2. Una pequeña ironía, una gran realidad y en el fondo tu ternura para contarlo, precioso relato.
    Un gran abrazo
    Betty Badaui

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  3. Quién en cualquier país del mundo no ha sido "juguete del viento" el soliloquio del protagonista guiado por la narradora desnuda la impotencia que produce la injusticia, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  4. Voy a empezar a coleccionar estas breves miradas tuyas ante situaciones sentimientos y reflexiones en las que todos nos sentimos reflejados. Me gustó
    Cristina

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  5. La dificultad de re-insertarse en el campo laboral se hace una cuesta hacia arriba muy empinada, como si las personas fueran tal como metafóricamente las nombra la autora en el título.
    La burocracia, la incongruencia y la frialdad del sistema son vientos contrarios.
    Parece una " historia mínima" dentro de la grandeza del tema.
    Felicitaciones, Ester, y cariños.

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  6. Las 'historias mínimas' que comenta Marita más arriba son el sello peculiar de los relatos de Ester. Sencillez en la escritura y profundidad en el tema.

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