sábado, 6 de agosto de 2011

ESTER MANN



La Cenicienta Del Siglo XXI


Otro día de lluvia. Mamá ya está preparando a los chicos para la escuela. 
Hoy empiezo a las 11hs., podría haber dormido un poco más, pero ¿cómo se tiene un poco de tranquilidad en la carpa? Yo sé que no tengo que quejarme, al fin y al cabo estuve de acuerdo con la decisión de papá. Aunque ya pasaron muchos meses y no hay resultados. La municipalidad se limitó a repartirnos frazadas cuando llegó el invierno y todos los días nos traen comida de una institución. Pero ¿vivienda? ¡Eso si que no! 
Vienen periodistas, cada vez menos, nos sacan alguna foto y eso es todo. 
¡Cómo me gustaría escaparme de esta vida! 
A veces, cuando no puedo dormir —casi todas las noches, con los focos de la calle y el barullo de la gente que pasa- me imagino que uno de los estudiantes que viene a ayudarnos se enamora de mí... Hay uno, en especial, que me mira mucho y siempre trata de conversar conmigo. Se ve que es un buen muchacho. Si bien no se cómo puede entender él nuestra situación: nunca podrá comprender lo que fue vivir en ese sucucho de dos piezas, lleno de cucarachas, húmedo y que se inundaba apenas caían dos gotas. Y además somos seis personas. Yo dormía en el salón —¡¡ja,ja!!- y mis padres con mis tres hermanitos en el dormitorio. El baño casi siempre tapado y los de la municipalidad decían que no se puede arreglar porque son los caños que ya están podridos. ¡¡Yo estaba podrida!! 
Le dí vueltas y más vueltas al problema: no tengo ninguna posibilidad de salir de aquí si no es casándome. Pero yo no me voy a casar con uno de los muchachos de aquí, todos sin estudio, sin profesión, malviviendo de changas o de cosas que prefiero no saber. Tampoco en el trabajo hay hombres que valgan algo. Vienen al kioskito a ver el partido en la Tv que era de nuestra casa, y a tomar cerveza... y me miran de una forma que me hace avergonzar. 
Los estudiantes sí que son distintos, ellos hablan conmigo, me hacen sentir una persona y no un ser con tetas y culo. Si le gustara de verdad a este chico, Ron, y nos casáramos....Es un sueño, pero no imposible. La verdad es que él me gusta, tan dulce y buen mozo...Yo podría ser una buena esposa, lo mimaría, tendría nuestra casita siempre limpia y arreglada, le cocinaría lo que más le gusta. Y él podría dedicarse a la filosofía sin molestarse por las pequeñeces. ¡Ojalá venga hoy y me acompañe hasta el trabajo! Esta vez voy a atreverme a invitarlo a un cafe o una cola, hasta puedo insinuarle de ir al cine....Pero no puedo ir con esta ropa rotosa.....tendría que conseguir unos vaqueros más nuevos y otro pullóver....Y el pelo, es un desastre, a lo mejor... 
¡Siii, mamá, estoy despierta, ya te ayudo, ya voy!
© Ester Mann 

9 comentarios:

  1. Esa cenicienta es portavoz de una verdad rotunda. Especialmente en esta época de elecciones que el caballito de batallas es la vivienda.
    Pobre cenicienta , no creo que aparezca el príncipe.
    Siempre, Nurit , es un estilo aparentemente simple ,esbozas profundas denuncias sociales.
    Un abrazo.
    amelia

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  2. Fijate vos, poeta,que a diferencia del excelente comentario que me precede, y reafirmando el concepto de la falta de viviendas en todo el orbe, aún lo que siempre fue inimaginable, yo creo que el príncipe azul siempre está. Posiblemente nos otee desde algún recóndito lugar, o quizás esté muy cerca nuestro y no lo veamos o... no sepamos descubrir sus valores. Hubo una frase antigua, medio perimida...en el mundo debe estar nuestra media naranja... Bello cuento. hermoso escrito. Sonia Figueras. Un abrazo.

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  3. Un cuento que gira entre la realidad y el sueño, pues su lectura es propicia para situar la escena en ambas formas de la vida.
    Con trazos claros va urdiendo la historia de la niña que ansía estar en el mundo ficticio de la sociedad llamada burguesa.
    Es para la niña elección fácil, pero creo que en la vida de artificio que le devuelve el sueño no son mejor las cosas.
    Buen cuento, amiga amiga.
    Alejo

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  4. Un relato que muestra la dura realidad de tanta gente. Me estremeció pues es lo que ocurre aquí también,con tanta gente que aún vive en condiciones tan precarias después del terremoto.
    Gracias, por esa voz de alerta y denuncia que se desprende de este cuento.
    Un abrazo,
    Juany Rojas

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  5. A mí, como a Juany, el relato me pareció un reflejo de la dura realidad de mucha, muchísima gente. Pero no hay decisiones fáciles para salir de eso, ni demasiadas posibilidades, creerlo sería un engaño.Pero la historia sirve para reflexionar, para meditar,aunque terminemos sintiendo la impotencia de siempre.

    Lily Chavez

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  6. Crudo realismo que la autora escribe sin paliativos ni eufemismos, donde la protagonista como es joven todavía tiene sueños.
    Pero la rueda de la exclusión sigue dando vueltas, casi sin remedio, casi sin esperanzas. . . muchos años, vidas y sueños perdidos.
    La que me quiebro soy yo. Gracias , Ester , por la sensibilidad.
    Cariños.
    MARITA RAGOZZA

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  7. Un diálogo de casi sordos. Esta niña sueña, a su príncipe, su casita, que les cumplirán una promesa, que podrá galantear a un probable enamorado. Un diálogo de casi sordos que se podría trasladar perfectamente desde esta pequña familia a la sociedad, no solo a la de nuestra argentina. Un diálogo de casi sordos que tiene nombre propio: INDIFERENCIA. Un relato crudo, sin estridencias, para que se entienda bien, que ''los sueños, sueños son'', casi siempre y las realidades tan duras, tantas veces. Mi afecto Ester.
    marta comelli.

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  8. La ingenuidad de una adolescente (millones de adolescentes en todo el mundo) que pagan el alto precio de la injusta distribución de la riqueza... Una riqueza que ellas contribuyen a crear para el usufructo de minorías de minorías que pretenden ser los reyes de la creación en la moderna sociedad de la abundancia para el que tiene. La acción de este soliloquio puede transcurrir en Buenos Aires, en Nueva York o Londres, en París o Tel Aviv, en Roma o Barcelona. No ocurrió... está ocurriendo.
    Andrés

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  9. La denuncia social en formato narrativo golpea al lector y sin embargo, no pierde dulzura el sueño de la niña, saludos Carlos Arturo Trinelli

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