martes, 23 de agosto de 2011

CINE: WOODY ALLEN / DAVID LARRY


 
WOODY ALLEN / DAVID LARRY
Director y actor vuelven juntos a las calles de Nueva York en Si la cosa funciona
por Carlos REVIRIEGO

 Larry David se ha convertido en la alargada sombra de Woody Allen. Tras seis años rodando en Europa, el director de Annie Hall vuelve a las calles de Nueva York con Si la cosa funciona, un explosivo cara a cara de dos talentos de la comedia estadounidense que se estrena hoy. ¿Woody David o Larry Allen? Ambos maestros del humor en la Gran Manzana enseñan sus credenciales en este regreso a sus raíces.

No es la primera vez que ocurre. Empezó con una hormiga animada (Hormigaz!), y después Kenneth Branagh (Celebrity), Will Ferrel (Melinda & Melinda) y Jason Biggs (Todo lo demás) también han intentado calzarse los zapatos de Woody Allen. Pero no es sencillo tomar sus neurosis como propias, simular su lenguaje corporal o declinar sus chistes. Productos de un enmascaramiento forzado, aquellas “personificaciones” del genio neoyorquino caminan entre la sosa imitación de Branagh, las desesperadas muecas de Will Ferrel en busca de los manierismos y tartamudeos de Woody y el infranqueable muro generacional que se interponía entre éste y Jason Biggs. Pero en Si la cosa funciona, la mascarada realmente funciona. El motivo es Larry David. Aunque el guión lo escribió Woody Allen hace más de treinta años con la idea en mente de que lo protagonizara el gran Zero Mostel, esta vez parece haber entendido que no se trata de buscar la mímesis interpretativa, sino de elegir a su auténtico dopplegänger. El cuerpo diminuto y enclenque de Woody Allen toma entonces la forma alta y desgarbada de Larry David, pero la conjura de impostaciones permite que Larry David pueda ser Woody Allen sin dejar de ser Larry David, mientras que Woody Allen puede hacer una película con Larry David sin dejar de ser Woody Allen. Intentemos descifrar este galimatías.

Una visión del mundo
Más que poner a dos egos en conflicto, Si la cosa funciona los emplea para que trabajen en la misma dirección: destilar con el legendario pesimismo que les caracteriza su visión compartida del mundo. En realidad, las sinergias y concomitancias creativas entre ambos cómicos vienen de lejos. Diletantes del humor judío y característicamente neoyorquinos, ambos se formaron en la rica tradición del stand-up comedy (aquélla cuya competitividad describen con ácido corrosivo Judd Apatow y Adam Sandler en la reciente Hazme reír), y hoy pueden escribir sus nombres con letras de oro en la historia del humor norteamericano. A sus 74 y 62 respectivos años de edad, Allen y David sobreviven como auténticos creadores de formas y fórmulas humorísticas. Si las credenciales de Woody Allen pasan por Buster Keaton, Billy Wilder y Groucho Marx (con cuya interpretación de Hello, I Must Be Going arranca esta última película); su admirado y también admirador Larry David, que ya había realizado un par de apariciones en Días de radio (1987) y el segmento de Historias de Nueva York (1989), ha desarrollado su carrera en el medio televisivo. Co-creador de la serie Seinfield (1992-2001), su nombre siempre estará asociado al sitcom más revolucionario de la televisión norteamericana. Aquel “show sobre la nada”, en palabras del propio Jerry Seinfield, centraba su dinámica narrativa en dos personajes, Seinfield y Constanza -alter ego de Larry David interpretado por Jason Alexander-, de cuyas vivencias cotidianas, a su vez inspiradas en la vida de ambos cómicos, extraía la serie todo su humor. Por primera vez, la sitcom se desprendía de su tufillo moralista y apostaba por introducir la neurosis y la banalidad cotidiana en el origen de la carcajada.

Real y divertido
“Cuando Larry es real, es divertido, porque él es divertido en la vida real”. Bajo la aparente intrascendencia de esta declaración de Woody Allen se agazapa una de las claves del trabajo de Larry David: sus fricciones con la realidad. El autor de Zelig (1983) ha sabido incorporar sabiamente a su último filme los contagios de la personalidad de David, una vía que éste abrió en Seinfield y que experimenta hasta el límite en su show particular Curb Your Enthusiasm. Esta insólita serie glosa la propia vida del comediante en Los Ángeles y emplea recursos del falso documental para hacer convivir ficción con no ficción. La tensión entre ambos tonos genera una especie de simulacro documental que ya viene esparciendo Woody Allen en sus filmes desde hace años.

La identidad de Larry
No parece casual por tanto que el genio misántropo Boris Yellnikoff, el impertinente personaje que interpreta Larry David en Si la cosa funciona, se parezca tanto al escritor incorporado por Woody en Desmontado a Harry (1995), probablemente la película de su filmografía, junto a Maridos y mujeres, donde las interferencias de lo real, esto es, el interior menos amable de Woody Allen, eclosionan con mayor intención y equilibrio dramático. Con todas sus similitudes respecto al molde original (verborrea ingeniosa, chistes destructivos hipocondría...), es asombroso cómo Larry David consigue mantener su identidad incorruptible en la piel de Boris. Sus frecuentes monólogos, rompiendo la cuarta pared (Boris es el único personaje que sabe que está dentro de una película), remiten a los juegos de representación de La rosa púrpura del Cairo (1985), una exposición de la impostura que, sin embargo, no deja de apelar al encuentro de la cámara con un cierto naturalismo. Las escenas extensas, de una frescura que sólo concede la primera toma, pueblan Si la cosa funciona para responder a la necesidad de que personaje y actor encuentren el espacio cómico propicio para que lo real asome por las grietas de la mentira. ¿Woody David o Larry Allen? Espejo de máscaras en un genio bicéfalo.  

2 comentarios:

  1. Ví la película y coincido con esta crónica, el último parlamento de Boris mirando la cámara es un momento de gran cine, C.A.T.

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  2. Un gigante y un talentoso. Como seres humanos no todo fue exitoso pero se acercaron a la plenitud de sus tares artísticas. Hay que agradecer a todos los que no dieron bellos e inolvidables momentos. son arte, belleza, humanidad y artistas inolvidables

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