sábado, 6 de agosto de 2011

UN HOMBRE LLAMADO "CHUENGA"


UN HOMBRE LLAMADO "CHUENGA"

Símbolo de un Buenos Aires deglutido por el progreso y el modernismo, quedaron las canchas, los nombres de los clubes, el fútbol argentino que ha decaído, se ha convertido en un negocio redondo, como la Nº 5, pero ha perdido el signo especial que lo caracterizara, la gambeta libre, el pase de taquito, los golazos que rompían las redes . Los pibes que “llegan” al año los venden a los clubes europeos, el fútbol se desangra pero dado que es la pasión del público, las canchas nunca están vacías... Pero falta el corazón, el símbolo popular de aquellos domingos cuando se iba trepando por los tablones ofreciendo su mercadería “fata in casa”, me refiero al incansable hombre de la sonrisa, Chuenga, que infaltable en el segundo tiempo en la cancha de Ferro en Caballito nos repartía por alguna chirola (no menos de diez guitas) su puñado de chuenga. Andrés Aldao

Pocos personajes han de poseer un lugar tan extendido en la memoria colectiva de los habitantes del oeste porteño como "Chuenga". Microemprendedor de otra época, vendedor ambulante de caramelos, asiduo concurrente al Parque Avellaneda, al Club Alvear, a la Cancha de Vélez. Su popularidad indiscutible apenas pudo ser superada por el halo de un misterio que se extendió sobre su figura hasta el día de su muerte. Dicen que se llamó José Eduardo Pastor y que en el año 1984 dejó este mundo para siempre, llevándose con sigo la fórmula de extraña creación: "chewing gum" o "chuenga"
Siempre estaba ataviado con buzos, pulloveres o remeras de colores llamativos, como si hiciera falta que un condimento externo le diera más potencia a su personalidad. Lo suyo fue simple, inexplicable para todo el que no lo haya visto alguna vez. ¿Cómo entender que a 25 años de su muerte estemos hablando aún de este personaje de la ciudad?
Los adultos de hoy, pibes del ayer, lo recordarán como un señor que se paseaba indistintamente por el Parque Avellaneda, el Luna Park, o cualquier otro sitio donde se reuniera mucha gente, acompañado por su infaltable bolsa de caramelos y su característico slogan: Chuengaaaa...aaa...aaa
Los memoriosos dicen que empezó a ejercer su ilustre personaje por los años '30. Iba donde la gente se juntaba. Cubría todos los "eventos". Lo mismo le daba una carrera de embolsados, una pelea por el título o la final de un intercolegial.
Su particularidad, la creación que lo distinguió de entre cientos de vendedores ambulantes de golosinas fueron sus caramelos: blancos, veteados, envueltos en una cantidad de papel que lucía excesiva. Chuenga en realidad le puso "chewing gum" a sus caramelos, lo que en inglés significa goma de mascar, pero por dejadez, apuro, deformación o gusto prefirió llamarlos simplemente "chuenga". Aquellos que los saborearon cuentan que, a pesar del nombre, eran duros como turrón y con vetas de colores llamativos.
Para el no existía la decena ni los 100 gramos, su medida era más simple y natural: el puñado, el mismo que le daba a todo aquel que le acercara una moneda, más allá de que fuera de 5 o de 10 guitas.
Aquellos que siguieron más de cerca sus andadas por el barrio dicen haberle descubierto una mancha, una flaqueza: pareciera que el hombre era hincha de Defensores de Belgrano, al menos los sábados prefería rumbear para el bajo Belgrano comercializando sus caramelos.
La leyenda de este hombre parco pero afable, movedizo, chueco y algo encorvado, cuenta que nació en 1915 y desapareció para siempre en 1984. Se llamó José Eduardo Pastor, y su recuerdo tierno vive en cada uno de los que aún creemos escuchar sus gritos apurados...
Fuente: Villa Ortuzar, mi barrio - Martín Sánchez de Defenlandia Blog - Ningo, encuentros y desencuentros -

4 comentarios:

  1. La visión de un Buenos Aires aséptico y sólo cultural es incompleta y falsa: Chuenga; "yo la escribo y yo la vendo"; los revendedores de entradas (canchas, cines, teatros); las multitudes caminando por Corrientes angosta o la "calle que nunca duerme"; el paseo de los domingos por la tarde en Palermo (conscriptos del interior y sirvientitas para servir a los de medio pelo y los aristócratas del barrio norte) son detalles peculiares del Buenos Aires que fue. Escuchar a Gallino Rivero en radio Excelsior los sábados por la tarde transmitiendo óperas famosas; las radionovelas a la tarde y a la noche (Estampas porteñas de Arsenio Mármol) son expresiones culturales masivas, lo mismo que la pasión futbolera en las tribunas y la voz de Lalo Pelicciari o Edmundo Campagnali; las historietas ilustradas por los grandes dibujantes argentinos; las funciones de cine en las salas de barrio, las matinés con el cines de los cuarenta y cincuenta, los boliches de barrio en los inmigrantes veteranos pasaban sus tarde jugando al domin{o, al truco o el mus, y las partidas de ajedrez en la Academia, los 36 billares y bares de barrio donde jugar al ajedres o al billar fueron expresiones características de una ciudad desaparecida, inexistente, una bruma de tiempos idos para siempre...
    Andrés

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  2. Que curioso y buen artículo.
    Cuando leí el título ,me dije que será chuenga. Creativo, el hombre.
    Me gustó tu artículo Andrés , tiene sabor a nostalgia.
    Abrazo. ameia

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  3. Alcancé a comer los caramelos en la cancha y recuerdo la figura (para mi de hombre grande) del famoso chuenga. También recuerdo que la gente lo abrumaba con que se definiera si era de Boca (yo iba a ver a Boca) y él se reía y no decía nada con los pies en equilibrio entre los escalones y la bolsa desinflada de caramelos irregulares. También hubo una época en que se decía que chuenga se había hecho millonario al vender la marca que ya se conseguía en los quioscos, mitos alrededor del personaje. Muy bueno el rescate, Carlos Arturo Trinelli

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  4. El 24 de julio de 1966, en el estadio de Atlanta, me crucé una vez más con Chuenga. Lo había tenido a tiro en varias otras oportunidades, en ése y otros estadios. En un par de esas ocasiones, yo como siempre colado y sin un cobre encima, me lo había quedado mirando como repartía puñados a diestra y siniestra. El tipo me miró y me ofreció, yo le dije "no" apenas moviendo la cabeza. La segunda de esas veces tomó de su inagotable bolsa un poco del ansiado, para mí soñado e inaccesible, caramelo (tres cascotitos de esos exactamente), me los dió y siguió su inimaginable recorrido, despareciendo, como era usual, rápidamente y sin dejar rastros. Inútil que alguien que reaccionaba tarde quisiera correrlo o alcanzarlo. La búsqueda terminaba de inmediato porque había desaparecido por vaya a saber dónde, aunque la leyenda decía que jamás dejaba de vocear y que se teletransportaba o que era una ejército de Chuengas si no era imposible que lo hubieran visto la misma tarde en una docena de canchas diferentes. La tarde citada yo tenía "5 guitas" (?? será? no recuerdo las nominaciones de esos años, era el peso argentino?.. no me acuerdo, pero es igual: era la moneda más chica que se podía tener). Había metido el gol (golazo!) Martinoli y yo gritaba y casi lloraba de felicidad, cuando siento su "Chuengáa..áa.. áaa..!" casi a mi lado. Lo estaba esperando sin demasiada convicción, no siempre aparecía en la cancha donde estaba uno, pero la de 5 era para eso, la guardaba desde hacía rato. Lo paro casi de un manotazo, le digo "deme 5 de chuenga, por favor), me mira a los ojos, toma el habitual y enorme puñado de su bolsa y en un solo gesto lo pone en mis dos manos abiertas, retirando los 5 guita y me dice: "Apretá fuerte, pibe..). Apenas da un paso yo abro las manos y entre los trozos del caramelo veo una brillante moneda de... otra vez.. 50 centavos? 1 peso?.. de las de hoy, la más grande de esa época. Me doy vuelta, veo las espaldas de alguien con un pullover no raído, pero bastante rozado y aún multicolor; lo corro como puedo, empujando gente, a los pocos pasos noto que iba muy lento, le grito "Chuenga!!", se da vuelta y era él.. "Qué querés, pibe?" "Se le quedó esto entre mis chuengas, don".. Tomó la moneda, se agachó, me dijo la receta, la legendaria y secreta fórmula. Y agregó: "Si la recordás, seguís cuidadosamente lo que te dije y no se lo contás a nadie, serás mi heredero." Media vuelta y se fue, desaparenciendo para siempre. Nunca más lo encontré en otra cancha, aunque ahora me entero que vivió muchos años más. Sólo muchos años después supe la pasión y avidez con que esa fórmula era buscada, pero me había impresionado tanto que me hablara Chuenga y me dijera esas cosas, que me quedé como si me hubiera hablado la mismísima divinidad. Juré preservar y respetar hasta mi propia muerte la fórmula y el secreto. Creo recordarla pero nunca preparé ni un caramelo. No se por qué, tal vez porque Chuenga hubo uno solo y caramelos chuenga solo serán los suyos. Reproducirlos sería matarlo a él y bastardear a su magia. .. Me doy cuenta que lo que él quiso fue que no se perdiera esa magia, el secreto y misterio de los Chuengaa.. aá..áaa..! Y me estoy poniendo viejo. Debería estar atento, no sea cosa que el siguiente custodio del secreto pase a mi lado y yo no me de cuenta.

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