domingo, 7 de agosto de 2011

VARGAS LLOSA Y LOS DIENTES DE ONETTI


 

Sin lugar a dudas en estos días se publicarán un gran número de artículos, reseñas, entrevistas y demás, relacionados con la vida y obra del escritor peruano- español Mario Vargas Llosa quien fuera galardonado por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Literatura 2010.

La Academia Sueca argumentó la distinción a Vargas Llosa, por su “cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota”.

Vargas Llosa, un hombre polifacético que además de novelista, ha sido director de cine, periodista, catedrático universitario y candidato a la presidencia de su país natal, el Perú, elección que perdiera ante Alberto Fujimori en el año 1990.

Pero, ¿por qué ese título dónde aparece el nombre de Onetti, al lado del laureado? Mario Vargas Llosa dedicó al escritor uruguayo al cumplirse 100 años de su nacimiento en el 2009, un ensayo titulado: El Viaje a la ficción- El Mundo de Juan Carlos Onetti.

El autor confesaba: “Yo siempre admiré a Onetti desde que leí sus primeros cuentos en los años sesenta”. Vargas Llosa evoca en su obra la belleza del pesimismo de Onetti que mantiene la unidad entre la imaginación y la realidad.

Incluso considera al inventor de Santa María como “el primer escritor de nuestra lengua que se le puede llamar moderno”. A pesar de la admiración que le profesaba el escritor peruano al uruguayo, Vargas Llosa comentó que en una de las pocas conversaciones que mantuvo con él, le preguntó por su modo de trabajo. Recibiendo como respuesta: “Lo que pasa es que tú tienes relaciones conyugales con la literatura- le dijo Onetti a Vargas Llosa- y yo tengo relaciones adulteras”.

Hay una anécdota que le contara otro escritor uruguayo, me refiero a Eduardo Galeano, en uno de sus viajes a México, al escritor y periodista mexicano René Áviles Fabila, la cual paso a transcribir, es magistral la descripción que hace Avilés de la dramatización de Galeano.

Ante la pregunta de Avilés si había conocido a Onetti. “Sí”, dice Eduardo Galeano. “Al Onetti lo conocí muy bien. Cuando llegamos a España, en el exilio, él ya vivía en Madrid. Avenida América 31. Yo me hice amigo de él desde que empecé a escribir, a los 18 años.

Un día me van a buscar unos chicos, porque nosotros (refiriéndose a él y su esposa) vivíamos en Barcelona, el norte de Barcelona, y me dicen que están haciendo la tesis sobre Onetti, que les gustaría hablar con él”.

Galeano reconstruye la escena diciéndola como si la estuviera escribiendo en papel: pronunciando mayúsculas, puntos, comas. Y no empuña una bocina imaginaria al relatar su conversación por teléfono. “Viejo, te llamo porque dos chicos te quieren ver. Te pido que los recibas, son piolas los chicos. ¿Te parece que te vayan a ver mañana? Calva como la de Onetti, la cabeza de Galeano se estira por las mejillas, simulando la tristeza de mi venerado maestro: “No sé… Viejo, que charlen contigo un momento… No sé… Dale son buenos chicos… Puf… Está bien…

¿A qué horas les digo que los esperas? “Y que vengan a las cuatro”, dice finalmente Galeano recomponiendo el rostro para agregar: “Los chicos llegan en punto, van, tocan… Nada. Van a la esquina a dar la vueltita, regresan: nada. Cinco de la tarde: nada.

A las seis me llaman: no sabemos qué pasa, no abre. Insistan les digo, les va a abrir… Los chicos tocan otra vez: nada. Pero debajo de la puerta asoma un papelito que dice: “Onetti no está”

Los chicos se desesperan, golpean tímidamente la puerta. Galeano retoma el personaje. “Desnudo de la cabeza hasta el ombligo, con un pantalón de pijama atado a la cintura con una cuerda, ¡con una cuerda!, los hace pasar. La casa está a oscuras: los chicos entran en el reino de las tinieblas.

En la mesa hay platos con comida de hace cinco días, en los ceniceros torres de puchos. El viejo les dice: “Me van a perdonar que los reciba sólo con dos dientes, pero los demás se los presté al Vargas Llosa”.
 
             
                                           Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
                                          



  


 

3 comentarios:

  1. Extraordinario artículo donde se rescatan los rasgos especiales de ONETTI, hosco, aislado, descuidado, pero libre y fiel, con un mundo propio indiferente a los mandatos sociales. La teatralización de Galeano es una fiesta visual.

    Felicitaciones por esta publicación.

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  2. Son anécdotas que el tiempo agiganta pero sirven para atisbar la personalidad de Onetti, Carlos Arturo Trinelli

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  3. Diríamos que descubrimos el otro yo, casi, no literario de Onetti pero con la misma ironía de la letra en la vida.

    Celmiro

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