Mercedes Sáenz
DICEN
Es oscura la tarde para verlo salir, camina la costa y como una sombra que ya es, su espalda se perfila contra la luna oscura. Apenas se lo ve.
Hace equilibrio con los brazos para caminar las piedras salpicadas con barro seco, como si Picasso hubiera apoyado las manos alguna vez allí, olvidando su vanidad sin importar si el agua al azar va a llevárselas despacio
El río pasa debajo de sus pies levantando unas pocas ramas que le servirán para el fuego. La única luz que titilará será bajo el puente.
En apenas un rato la mano izquierda acomodará un poco de carne sobre un pedazo de reja y los perros y gatos van a rondar cerca, no se oirán las ratas.
En silencio desnudo los colores indigentes recorren la costa, orgullosos de los dioses de la tierra que los miran y él se sentará a leer un libro en inglés con el sombrero que le tapa hasta debajo de la frente.
Él se viste con los colores de esos dioses y usa la misma la ropa de abrigo y de toalla y de domingo y de noche...
Quise acercarme más de una vez.
De nada sirvió que tardes y tardes escribiera sentada en sus orillas.
Sé que lo que más odia son las bolsas flotando cómo babosas y las botellas de plástico. Varias veces delante de él, creyendo que de alguna manera me miraba, con algún palo largo las saqué del agua con ese gesto de niña de querer hacer las cosas bien porque sus maestros están mirando. Nunca creyó en mi anzuelo mentiroso.
No le conozco la voz, ni la queja, ni el sonido de boca seca con que se espanta a un perro.
Dicen que donó su casa y todo lo que la rodeaba para que construyeran el puente. Que los ingenieros se volvieron marionetas de sus propias teorías porque cierta cantidad de metros no se podían tocar. Y nunca se movió de ahí para cerciorarse de que su mujer, enterrada allí, descansara en paz.
Limpiará el río como pueda todas las mañanas y alguna vez más tratarán de sacarlo porque no es bien visto para los miles de turistas que circulan por aquí.
Dicen, dicen…y él es el protagonista de mi novela y él no sabe, y él no sabe, no me deja hacérselo saber…
Mi novela termina con un cadáver flotando en el río, boca abajo, y jamás se le ve la cara.
Dicen, dicen, que alguien en mi nombre la terminó así.
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(a Mercedes Sáenz, MUCHAS GRACIAS, llega en buen momento).