Microhistoria de vida
1. Introducción
José Iriarte (79 años. Nació el 6 de junio de 1920 en la ciudad de Necochea, Provincia de Buenos Aires. Oficio: relojero)y Elsa Juana Craba de Iriarte (75 años. Nació el 10 de mayo de 1924 en el barrio porteño de Belgrano. Oficio: modista). Barrio donde viven: Caballito. Relación de parentesco conmigo: abuelos. Relación de parentesco entre ellos: esposos. Medio sobre el que relatan: cine. José
Yo era un loco del cine. Iba a la escuela, hacía la tarea y me iba al cine. ¿A que no saben cuántos días por mes iba al cine?. 30 días. Una barbaridad. ¿Y a qué no saben cuánto valía la entrada?. 10 centavos. Desde los 5 a los 9 años viví en Avellaneda, después me mudé a Caballito, a Cachimayo y Santander, y ahí estaba el cine "Asamblea". Ahí repartíaprogramas en la calle con otros chicos pero como yo era muy educadito, prolijo y me vestía bien entonces me mandaban al centro a poner los avisos clasificados del cine. También me acuerdo que le llevaba mate a los acomodadores y me daban 10 centavos. Para mí 10 centavos era una maravilla porque eso era lo que salía una entrada. También podías juntar los envases de cierto tipo de mercaderías del almacén y te regalaban entradas para el cine. Por ejemplo, tenías que juntar papeles de yerba o de manteca de equis marca. Estoy hablando de cuando yo tenía 10 años. Hace 70 años. Cuando tenía 16 me mudé a San Juan y Boedo. En Boedo estaba el Cine "Moderno", "Alegría", el "Nilo", "Los Andes" y el "Cuyo". Los buenos eran: "Los Andes", el "Nilo" y "El Cuyo". Los baratos, que eran de medio pelo para abajo, donde se hacía mucho barullo y no te costaba nada la entrada eran el "Moderno" y el "Alegría". Pasaban películas de convoys y de pistoleros. Eran cines chicos, familiares y más que nada iban las mujeres y los chicos porque los hombres trabajaban.
A mi mama y a mí nos encantaba el cine. Tanto es así que mi vieja no se llevaba bien con Elsa y entonces yo que sabía que el cine era su punto débil, le regalaba una entrada para comprarla. Ella era loca del cine. Había uno a 60 metros de mi casa cuando vivía en San Juan y Boedo. Entonces la invitaba a mi mamá a ver películas habladas en castellano porque no sabía leer y ya se quedaba contenta. El cine funcionaba matiné, vermout y noche. Se pasaba tres veces la misma película, generalmente de convoys. Argentinas no había o muy pocas. Se daban tres películas por 10 centavos. Te pasabas en el cine tres horas como nada. Entre película y película se hacía un intervalo, te vendían helados y caramelos y pasaban "Sucesos Argentinos", que era un noticioso del momento de acá y de Europa. También cuando terminaba una película podía venir un dúo que se llamaba "número vivo". Era para generar fuentes de trabajo. Había dos tipos que tocaban la guitarra y uno que cantaba o un malabarista. Varias veces fui al cine en La Plata y ahí no pagabas entrada sino una consumición. Tomabas un café con leche o una bebida o comías un sandwich mientras mirabas la película. Yo veía muchas películas del far west. Las películas del far west me acuerdo que se daban en 10 o 12 episodios: lunes, miércoles y viernes. Valían poco pero te enganchaban. Tres veces por semana tenías que ir de cajón. Eso movía mucho a la gente y si te perdías algún capítulo le pedías a alguien que te lo contara.
Las películas eran más cortas que ahora, duraban una hora más o menos. Por ejemplo, cuando vi "Lo que el viento se llevó" ese día dieron una una sola película porque era muy larga. Esa la vi como tres veces.
También vi muchas películas mudas, películas de Carlitos Chaplin y Los Tres Chiflados. Pasaban escritura pero si no sabías leer, mirando los gestos y los movimientos entendías todo. De las argentinas una que me acuerdo es "La guerra gaucha". Otra: "Todo un hombre" con Amelia Bence. También las de Niní Marshall como "Catita" y "Puertas cerradas" con Libertad Lamarque, y entre los artistas estaban Luis Sandrini, Hugo del Carril, Zuly Moreno y Carlos Gardel. Nunca había escenas de obscenidad ni desnudos. Tampoco existía como ahora que ponen si es prohibida para 18 o para 13. Todos podían verlas. Eran buenísimas. Yo no sé por qué no pasan esas películas ahora. Elsa
Una de las cosas que me acuerdo es cuando vino el dirigible y fuimos a la plaza "Balcarce" a ver cómo pasaba. Esto fue en el año del ajo. En esa época yo siempre miraba las películas de Gardel y el día que pasaba el dirigible yo había arreglado para ir al cine a la mañana y me quedé pensando que no iba a poder ver la película. Otra cosa que me acuerdo es que en el almacén te daban bonos. Cada 5 pesos de bonos te daban una entrada y así mi viejita iba al cine con los nenes. Nos llevaba a los cines de Belgrano o de Nuñez como el "Saavedra" o el "Estrella". No se daba ir al centro porque por ejemplo el "Elite" nos quedaba a dos cuadras de casa. En el "Saavedra" llegué a ver cine mudo y te ponían música de fondo mientras pasaba la película. La primera película que vi fue "Flor de Durazno". Otra que me gustó fue "Cuesta Abajo" y "Melodía de Arrabal" o las de amor aunque a mí lo que más me gustaba del cine era Carlos Gardel. Yo tendría 10 años. Y tengo una anécdota increíble. El día que murió Gardel fui al cine a ver "El día que me quieras". Cuando salí una amiga de la cuadra me dijo: ¿A qué no sabes quién murió?. Y yo le dije: Mira, mientras no sea Gardel cualquiera. Y me dijo: Murió Gardel. Yo tenía una locura muy grande por Gardel. Me gustaba cómo cantaba, sus películas, todo. Como las chicas ahora con los actores o los conjuntos de música. "No se puede tener una visión viva de lo que fue el país sin ver las películas argentinas. En particular del cine que fue totalmente libre. Desde su origen fue libre, democrático y competitivo, hasta 1945". (Domingo Di Núbila).
El cine, por ejemplo, se remonta a 1896 cuando se efectuaron en el país las primeras proyecciones cinematográficas. Para 1900 aparecen las primeras salas específicamente dedicadas al cine y los primeros noticieros. Hacia 1907 se realizaron los primeros ensayos de cine sonoro pero recién en 1933 logra afianzarse el sonido, momento en el cual nace una verdadera una industria nacional. Vale recordar que la Argentina desde 1916 a 1930 se halló en manos de presidentes radicales. En primer lugar, Hipólito Yrigoyen; luego Marcelo T. de Alvear y nuevamente Yrigoyen hasta el golpe militar de José Felix Uriburu, en el '30. A partir de ese año y hasta 1943 se extendería un período conocido como la Década Infame. Es decir, luego de una etapa tímidamente populista como fue la radical comienza la restauración conservadora. Durante esa larga década se van a suceder tanto gobiernos militares como pseudo democráticos, que accedieron al poder mediante el fraude patriótico. No hay que olvidar que a fines de 1929 estalla la bolsa de Wall Street en Estados Unidos y con ella una crisis financiera que se extiende hasta la Argentina. Para aquel entonces, se percibe en el país un avance del fascismo europeo entre militares y civiles nacionalistas. También, una aguda desocupación, recesión y empobrecimiento de los sectores populares; freno de la inmigración; una política caracterizada por el fraude, la corrupción y la acentuación de la dependencia económica con Gran Bretaña. Estos procesos repercuten en los productos de la cultura de masas. Por ejemplo, Enrique Santos Discépolo escribe los tangos "Yira, Yira" y "Cambalache"; y Roberto Arlt detalla los deseos y las pasiones de los sectores populares de Buenos Aires en sus "Aguafuertes porteñas". Asimismo, hacia 1930 se acentuó la política de sustitución de importaciones y esta tendencia desarrolló dos fenómenos: la industrialización y lamigración rural. Esa fluencia de migrantes internos a las ciudades también provocó un brutal crecimiento demográfico en Buenos Aires y su creciente urbanización; una reducción del analfabetismo dado el mejor acceso a los servicios educativos públicos y un auge de la industria cultural de masas. La ciudad se modernizaba. Surgieron nuevos empleos como el de secretaria, manicura, telefonista, empleada de tienda mientras que las mujeres de los sectores más favorecidos continuaron con su ocupación de damas de beneficencia. Muchos avances se incorporaron a la vida cotidiana como el automóvil, los artefactos eléctricos y muebles para el baño y la cocina.
La actividad cultural se intensificó y por ejemplo, los medios gráficos y la industria editorial experimentaron los beneficios del aumento del consumocultural. Para esta época, los diarios alcanzaron tiradas excepcionales, aparecieron nuevas revistas populares y las editoriales argentinas consiguieron dominar el mercado hispanohablante. También la radio amplió su éxito y el cine alcanzó un verdadero desarrollo, ya que hacia 1930 existían en el país más de 1.000 salas y a partir de 1933 con la introducción de las primeras películas sonoras ("Tango" y "Los tres berretines") se abrieron alrededor de 600 salas preparadas para este nuevo adelanto tecnológico. Además, se fundaron las dos primeras productoras argentinas: Argentina Sono Film y Luminton, responsables de la realización de los dos filmes antes mencionados. La cinematografía había constituido, desde la segunda década del siglo, un entretenimiento importante de los sectores medios urbanos, con algunos éxitos nacionales en la etapa muda como "Nobleza Gaucha", en 1915. Este producto impactó no sólo por su entretenimiento sino también por su contenido social ya que mostraba la situación del proletariado, del gaucho dentro de la sociedad feudal. Esta película reflejaba la opresión del patrón y también los deseos de justicia, de progreso y de liberación de los inmigrantes que trabajaban en las estancias cultivando las tierras de otros o en el puerto para exportar el producto de esas tierras. A partir de estos filmes pioneros, la afición por el cine nacional se desarrolló y en consecuencia, la producción. Pero en la década del 20 se evidenció una discontinuidad artística del cine nacional, ya que las películas argentinas no podían competir con las norteamericanas y europeas. Por supuesto, esto continuó hasta que llegó el sonido y el propio idioma. Puede decirse que en los '20 predominó el teatro, el cual contribuyó posteriormente al desarrollo del cine argentino junto con la novela por entregas, el tango y la historieta. En las primeras épocas de la cinematografía argentina se produjo un gran número de películas con relación al tango, las cuales se instalaron exitosamente en el mercado nacional y extranjero gracias al auge de este género musical. Su éxito, según Claudio España en "Reportaje al cine argentino", dependió de su lenguaje coloquial, la imagen porteña que se paseó mitificada por todo el interior del país, la presencia de los grandes artistas del teatro, el cabaret y la revista en la intimidad de la sala de proyección y las figuras de orquestas y cantantes populares que se escuchaban por la radio. Así surgieron actores como Carlos Gardel, Libertad Lamarque y Hugo del Carril, entre otros.
Por su parte, el periodista y crítico cinematográfico Domingo Di Núbila señala que con las primeras películas sonoras comenzó la difusión masiva de mensajes sociales y políticos, que a veces caían en la demagogia y el dramatismo.
El cine apuntó, entonces, al público masivo y los filmes intentaron reflejar la realidad desarrollando ciertos imaginarios sociales cuyos ejes temáticos eran la vida cotidiana, el costumbrismo, la modernidad, lo popular, lo nacional, el humor, la hipocresía, la familia, el trabajo, la actualidad política y lo criollo. Por ejemplo, el tango, el fútbol, las carreras, la medicina, la educación, la pobreza, el fraude electoral fueron tópicos de películas como "Los tres berretines" (1933), "Maestro Levita" (1938) y "Puerto Nuevo" con Pepe Arias, "El viejo doctor" (1939) con Enrique Muiño y "Ya tiene comisario el pueblo" (1936). Otros filmes como "Los muchachos de antes no usaban gomina" (1937), "Fuera de la ley" (1937) o "Tres anclados en París" (1938) constituyeron un testimonio muy fresco y sagaz de la Argentina en la década del '30, con su política liberal y conservadora y su pueblo trabajador y escéptico. España dice asimismo que "en sólo tres años (1933 a 1936), los realizadores han aprendido una técnica y también han encontrado un estilo personal y fórmulas generales para adaptar el modo de cada uno al gusto colectivo. Todos los realizadores tienden a incorporar todos los estratos sociales, y especialmente a la clase media, que ya ha ido adquiriendo formas y movilidad propias, heredera de la inmigración, consumidora incansable". Pero en los últimos años de la década del '30 se empezaron a abrir paso películas con un enfoque más serio y conciente de la realidad y más alejadas de las imitaciones de los productos de los países desarrollados.
Las películas adquirieron entonces identidad nacional en la medida que mostraban problemas concretos de la vida diaria y lograban captar el modo de vida las clases medias y los sectores humildes. Es importante recordar la movilidad social que existía en aquella época y la confianza que existía en el país y en las posibilidades colectivas de ascenso social. El trabajo y el estudio se habían convertido en vehículos para acceder a un mejor nivel de vida, sobre todo por parte de los hijos de inmigrantes y aquellos que se habían desplazado del campo a la ciudad. El migrante interno apareció como un nuevo actor social y las películas de esa época contribuyeron a incorporarlo en el imaginario del momento.
Asimismo, en 1938, se estrenó "Mujeres que trabajan", de Manuel Romero, donde Niní Marshall interpretó el papel de Catita y ahí se expuso otro fenómeno social: la incorporación masiva de la mujer al estudio y al mercado de trabajo en la Argentina. Generalmente, las realizaciones de Romero causaban un gran impacto en el público porque denotaban preocupación por la modernidad y todos los cambios que producía como la movilidad social, las reivindicaciones laborales, la migración interna, la inserción cultural de los inmigrantes y hasta el divorcio. También en el '38, salió "Kilómetro 111", inspirada en el drama de los agricultores explotados por los intermediarios; y en el '39, "Prisioneros de la Tierra", basada en el trato inhumano que se producía en los yerbatales. "Aquel era un cine libre, competitivo, arriesgado. Contrasta con un cine que debe contemplar intereses", manifiesta Di Núbila, ya que hacia en 1940, esta industria comienza a utilizarse como medio del sistema imperante para difundir y fijar las pautas de una sociedad burguesa, acrítica y ordenada. El éxito del cine nacional en el ámbito interno y su expansión en el mercado latinoamericano permitió un aumento sostenido de su producción: 15 en 1936, 28 en 1937, 40 en 1938, 50 en 1939, 49 en 1940, 47 en 1941 y 56 en 1942.
Este auge posibilitó la consolidación de un grupo de directores formado por José Ferreyra, Mario Sofficci, Manuel Romero, Leopoldo Torres Ríos, Lucas Demare y Hugo del Carril que produjeron algunos de los títulos ya mencionados y otros como "La muchacha de a bordo", "Pelota de trapo", "La vuelta al nido" "Viento norte" y "El hincha". Es evidente que el cine ejerció un papel socializador importante en la Argentina de los años '30 en adelante. Por aquel entonces existían, solamente en laCapital Federal, alrededor de 200 salas que se dividían entre las del centro y las de los barrios. Los grandes complejos ubicados cerca del Obelisco eran los más formales y contaban con las mejores carteleras, ya que en ellos se lanzaban los títulos más importantes para la taquilla. En cambio, los cines barriales se especializaban en determinados géneros y ofrecían las películas de moda varias semanas más tarde que en los grandes cines y casi siempre acompañadas de un nuevo serial de cowboys o un film romántico. Además, según señala el texto "Luz, Cámara, Memoria..." de Fernando Ferreyra, se habían establecido para las mujeres días especiales con descuentos y los chicos podían repartir volantes entre los vecinos, lo que les permitía adquirir una entrada gratis para la función del sábado. Ferreyra manifiesta que en las primeras épocas las invitaciones al cine constituían una salida de gala ya que iban acompañadas de las orquestas típicas de tango. Cuando surgieron las matinés de larga duración, que llegaron a proyectar cuatro películas seguidas, pronto fueron ocupadas por muchachos que hicieron del cine un punto de encuentro y parejas que las utilizaban como "zaguán de moda".
Un barrio que merece una distinción especial es Almagro, ya que en el cruce de las avenidas San Juan y Boedo llegaron a coexistir 8 cines. "Los Andes" y el "Select Boedo" tenían una construcción similar y estaban en la misma vereda. A pocos metros funcionaba el "Nilo", "El Bristol" (Independenciaentre Boedo y Colombres), el "Cuyo" (Boedo 858), el "Cine Teatro Boedo" y el "Follies Boedo". En el "Moderno" (Boedo 937)-conocido como "La Piojera" por su público poco recomendable- se proyectaban tres películas y la entrada valía 10 centavos los días de semana y 20 los domingos, según cuenta el historiador Vicente Cutolo. También existía el pequeño cine "Alegría" (Boedo 785), el "San Juan Select" (San Juan entre Loria y 24 de noviembre)y el "Del Plata" (Av. La Plata y Carlos Calvo). El único que continúa en la actualidad es el "Gran San Juan" (San Juan 3246) pero proyecta solamente material condicionado. José Agustín Ferreyra, un precursor de la cinematografía argentina, era de Boedo y en el cine "Los Andes", estrenó en 1930, "La Patria de los Gauchos". Otro dato curioso que aporta Cutolo es que la primera película sonora resultó ser un cortometraje llamado "Mosaico Criollo", que la Asociación Cinematográfica Argentina, estrenó en la Galería Ariel de la calle Boedo. La historia de un país está vinculada a las relaciones que se establecen entre sus universos simbólicos y sus procesos concretos. Por esa razón, todo análisis sobre el desarrollo de los medios de comunicación permite mostrar comportamientos, sueños y expectativas de los actores de una nación en determinados momentos del pasado. En el caso del cine argentino, los imaginarios sociales que circularon en sus películas permiten reconstruir visiones, creencias, mitos y proyectos de diferentes generaciones. Y cuando hablamos de imaginario tomamos el concepto que propone Fortunato Mallimacci, en su texto "Cine e imaginario social", cuando sostiene que pensar lo imaginario es pensar la producción social de significaciones, lo simbólico, en tanto elemento constitutivo de las sociedades, que a su vez no se puede separar del problema del poder, como imposición de redes de sentido que instituyan un orden y como reacción de significaciones que subviertan el mismo. Si tomamos la década del '30, observamos el nacimiento de una verdadera industria del cine nacional -con el advenimiento del sonido- y el surgimiento de nuevas ideas y representaciones que darán sentido y pertenencia a sectores sociales antes relegados como los grupos medios, los trabajadores y los migrantes internos. No hay que olvidar que los años '30 comenzaron con una gran crisis financiera que se propagó hacia otras áreas como lo político, lo social, lo cultural y hasta lo religioso. En aquel momento comienza el quiebre del modelo liberal hegemónico que había sostenido a la Argentina hasta entonces y comienza un nuevo momento, de la cual dará testimonio el cine nacional. Esa etapa está signada por el deseo de ascenso social, las ansias de mejoras laborales y de igualdad. Una época formada por una clase tradicional, oligárquica y conservadora, como siempre reticente al cambio, y por un grupo bajo y medio integrado por migrantes internos e hijos de inmigrantes con deseos de una oportunidad. Según Mallimacci, "el cine es un medio cuya especificidad exige ser abordada desde tres grandes niveles: como medio de comunicación, como lenguaje y como industria". Y explica que como medio de comunicación es un espacio para el discurso, donde una sociedad particular, nos habla y se escucha. También puede ser considerado como sistema lingüístico ya que los mensajes en los films se formalizan a través de recursos, cuya materialidad expresiva debe ser organizada para que sea comprensible por el espectador. Y también lo define como sistema industrial, el cual es tributario del teatro, del circo, del cabaret, de la pantomima, de la revista, de la ópera, de la zarzuela y de tantas otras ofertas del espectáculo popular, a las cuales relegó y absorbió. Por estas y otras tantas razones, la cinematografía argentina muestra cómo los films de determinada época hablan sobre el pasado, el presente y el futuro de una sociedad heterogénea, dividida y cambiante. A través de esas cintas de celuloide no sólo se proveía entretenimiento sino que a su vez se criticaban las características de una sociedad egoista y maniquea y se les proporcionaba una identidad a los nuevos grupos sociales. Por ese y otros muchos motivos, los integrantes de esa generación no dudan en afirmar que las películas del '30 eran "buenísimas". Quizás porque permitían más contacto entre la gente, más familiaridad, porque hacen evidente la existencia de un tiempo libre que ya no existe en esas dimensiones. Tal vez, porque constituyeron un lugar de referencia o porque permite recordar que no eran tan solo ficción ya que a través de ellas se podía soñar y en muchos casos, ver cómo los proyectos se hacían realidad. En la actualidad, ya no quedan aquellos cines de barrio, de tres películas por 10 centavos, ni tampoco aquel espacio generador de identidad y de encuentro. Hoy, los shoppings, los grandes complejos cinematográficos y la televisión nos ofrecen otras oportunidades: la ansiada seguridad, soledad y distracción anestesiante del hombre posmoderno. Arlt Roberto, Aguas Fuertes Porteñas - Buenos Aires, ida cotidiana, Buenos Aires, Alianza Bolsillo, 1993.
Cutolo, Vicente, Historia de los barrios, Ediciones Elche, 1996.
Ferreira, Fernando, Luz, cámara, memoria...Una historia social del cine argentino, Corregidor, 1995.
Fortunato, Mallimacci y Marrone, Irene, Cine e imaginario social, Oficina de publicaciones del CBC Universidad de Buenos Aires, 1997.
Mahieu, José Agustín, Breve historia del cine nacional, Alzamor Editores.
Rivera Jorge y Ford Aníbal, Medios de comunicación y cultura popular, Buenos Aires, Ligasa, 1997.
Romano, Eduardo, Voces e imágenes en la ciudad, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1993.
Vazeilles, José Gabriel, Historia Argentina- Etapas económicas y políticas 1850 - 1993, Buenos Aires, Editorial Biblos, 1997. María José Iriarte