viernes, 24 de febrero de 2012




Mario Bellatin nació en México en 1960 y estudió cinematografía en Cuba. Por circunstancias personales se trasladó a Perú donde dio a conocer su obra literaria, que obtuvo una amplia difusión y varias de sus novelas fueron llevadas a la escena. Tras fijar de nuevo su residencia en México, la crítica de su país tampoco ha escatimado elogios a este singular y arriesgado narrador.
Es autor de las novelas cortas Mujeres de sal (1986), Canon perpetuo (1993), Efecto invernadero (1996), Damas chinas (1998) y Poeta ciego, publicada porTusquets México en 1998. 
Los cálidos elogios y la buena acogida de público que mereció en 1999 Salón de belleza ya habían sid personales, se trasladó a Perú, donde dio a conocer su obra literaria, que obtuvo una amplia difusión y varias de sus novelas fueron llevadas o precedidos por el reconocimiento de Alfredo Bryce Echenique, quien señaló que sus novelas, «funcionan siempre, son eficaces


El perro de mi amigo Javier

      El hombre de gris dejó a su perro solo. Sin cadena. Era un mastín marrón llamado Nico que disfrutaba ladrando en las noches. Y solía correr tras las piedras que le lanzaban los muchachos en el parque. A veces mordía el cordón de los zapatos de los militares que descansaban junto a los árboles y otras el uniforme azul de las niñas del colegio cercano que se entretenían saboreando los helados de fresa y vainilla que compraban a la mujer del colmado. Siempre se encontraba alegre. Porque se sentía bien cuidado por sus dueños. Y muy querido por las gentes del barrio que lo saludaban por su nombre allí donde iba. Era un animal muy cariñoso. Como demuestra el que acariciara con su lengua a quienes le daban de comer o se entretenían jugando con él. Aunque este gesto molestaba a determinadas personas. Porque era señal de que no era un perro limpio y respetuoso con los seres humanos. Como los otros. Que solían tener miedo de cualquier tipo de contacto con los hombres. Porque podían tener pistolas, decir insultos o golpearles. Pero es que este perro era muy valiente. Ladraba si alguien molestaba a su amo, cuando un niño olía mal o no compartía su merienda con sus compañeros o si sentía que algo peligroso podía ocurrir a quienes amaba.

Era bonito verlo correr de aquí para allá entre las calles del barrio. Observar cómo intentaba subirse a los árboles o se escondía tras ellos participando de los juegos de los niños que tanto lo queríamos. Y es que era muy difícil no hacerlo. Pues siempre respondía con un ladrido o movía la cola cuando decíamos su nombre. Porque era muy cariñoso, bueno y fiel. Como no había otro. Pero un día sucedió lo inesperado. Una chica rubia del colegio femenino del barrio se divertía escupiéndole y echándole tierra a la cara. Pero como era tan bueno, Mico no hacía nada. Se acercaba una y otra vez donde estaba la adolescente que se reía de él y le insultaba. Hasta que apareció su dueño; un niño amigo mío de once años de edad llamado Javier, que había recibido el perro como regalo de cumpleaños de parte de sus padres tres años atrás. Javier le recriminó a la adolescente su comportamiento. Pero ésta lo ignoró y siguió escupiendo al perro porque era muy malo, muy feo y no le hacía mucho caso. Enojado por el comportamiento de la muchacha, Javier intentó golpearla, pero como ella era más fuerte que mi amigo, lo tiró al suelo burlándose de él y su perro. La chica reía y reía. Y nadie podía creer lo que estaba viendo. Nadie quería pensar que esto era verdad. Hasta que Mico, enojado por la humillación de su amo, saltó sobre ella y mordió su brazo izquierdo haciéndolo sangrar.
     Los llantos de la muchacha se oyeron en todo el parque. Como los ladridos de Mico, los lamentos de Javier y los gritos de los hombres mayores que acudieron para comprobar qué es lo que había sucedido. Y ya nunca más vimos a nuestro querido perro.
     Unos dicen que lo regalaron a otros dueños. Otros que lo enviaron a la perrera. Y algunos que el padre de Javier dejó a su perro solo. Sin cadena. En una habitación solitaria decorada por entero con espejos de cristal. Y que Mico debió morir de locura    ladrándose a sí mismo, de hambre o desgarrado por alguno de los vidrios de los gigantescos espejos contra los que se golpeaba. Algo me dice que el perro de Javier debió morir de esta última forma. Pues los días posteriores al ataque de Mico a la muchacha, mi amigo apenas hablaba ni comía. Le costaba mucho caminar. Era incapaz de escribir palabra alguna en su cuaderno. Y cuando derramaba una lágrima, ésta era de sangre. Totalmente roja. Como el brazo de la muchacha cuando fue mordido por Mico. Y los ojos del perro cuando se dio cuenta que alguien se estaba riendo de su amo. ■

2 comentarios:

  1. Uno de los tantos buenos cuentos del controvertido autor. Su Biografía es digna de leerse por las consecuencias que plasma en sus relatos. En realidad cada uno de ellos es parte de su aparatosa y escabrosa vida. Perdió un brazo de pequeño y luce prótesis mecánicas muy estrafalarias creadas por él mismo.
    Celmiro Koryto

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  2. CONFIESO QUE ME FALTA LEER LA OBRA DE ESTE AUTOR TAN POLÉMICO , TAN TRANSGRESOR , TAN PROVOCATIVO.
    gRACIAS POR TRAERLO.
    AMELIA

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