lunes, 9 de agosto de 2010

Huesos desnudos

(Una carta de Eric Domergue a su hermano Yves, secuestrado y desaparecido durante la dictadura a los 22 años, leída ayer en la Iglesia de la Santa Cruz) tomado de Página12 - 9/VIII/2010,
Cuando pienso en la barbarie de los militares, en la crueldad de sus actos, en la frialdad de sus crímenes, vuelve a mí aquella aspiración personal elucubrada en la soledad y la impotencia del exilio, con los ojos rojos por el llanto y la cólera... Aquella demente pero justificada condena: alinear a todos los milicos criminales, sus cómplices civiles, policías y demás, al pie de la Cordillera de los Andes, atados desnudos a cientos de postes, y dejarlos allí y así, hasta que sientan en sus cuerpos asesinos que no hay  para ellos otra leche de clemencia que dejarlos allí para la meditación y la contricción...  hasta que la muerte se apiade de esas fieras (Andrés Aldao)
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Veo tus huesos desnudos. Huesos perforados, delicadamente ordenados en una mesada.
Te miro y te reconozco.
Veo tus huesos desnudos, recorro tus miembros delgados, no quiero que tomes frío... entonces te arropo.
Te arropo con tu primer grito en una clínica de París a la hora de la siesta del verano del ’54.
Te arropo con la sal del ancho mar que nos transportó a tierras desconocidas y argentinas.
Te arropo con la ascendencia que siempre te confirió ser el mayor de nueve hermanos.
Te arropo con aquel pulóver rojo igualito a mi pulóver rojo y al pulóver rojo de nuestra única hermana mujer tejido con incansables manos de madre.
Te arropo con el corte de flequillo recto y nuca tapada, especialidad paterna para tus hijos varones.
Te arropo de cowboy y de tus furibundos ataques con disparos de cebita, persiguiéndome entre los maltratados malvones del jardín. Por fortuna, siempre corrí más ligero que vos.
Te arropo con tu camiseta blanca cruzada por una banda roja, disputando el mismo balón de cuero número cinco, yo con los colores de Boca bien pegados al pecho.
Te arropo de uniforme escolar, de monaguillo, de mochilero, de apasionado por los números, de inquieto estudiante universitario, de naciente militante revolucionario.
Te arropo con las canciones de Daniel Viglietti para juntos volver a entonar la cubana “Canción del elegido”, esa que dice “Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.
Te arropo para nuestros encuentros furtivos cuando el país ya era una gran trampa y vos un clandestino más.
Te arropo con tu único saco rústico, azul, gastado, y con tu postrera y ojerosa sonrisa frente al objetivo en el invierno del ’76.
Te arropo y vuelvo a devestirte de galante amante de Cristina, tu compañera.
Te arropo con los plomos que te apagaron y ahora se vuelven contra quienes te quisieron ocultar por siempre.
Te arropo con los yuyos y las moscas de Carreras, con la tierra de Melincué que abonaste con tu carne dolida, con las flores sobre tu tumba posadas por manos desconocidas para muertos desconocidos.
Te arropo con los guardapolvos blancos de niños y docentes empecinados en ponerles nombres a los habitantes más anónimos del paraje.
Te arropo con seis gotas de mi sangre para que tus huesos y mi plasma se fundan en un mismo e irrefutable ADN.
Te arropo con la mano amiga de quienes te encontraron, te desenterraron, te cuidaron, te devolvieron una identidad y una familia.
Te arropo, te vuelvo a desvestir y te llevo conmigo.
Hermano, amigo, compañero.
Partamos en busca de más huesos desnudos, que quedan tantos por hallar
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3 comentarios:

  1. Impacta, estremece, desgarra, y el final afirma la verdadera magnitud de la tragedia, pues estas sensaciones son apenas un pequeño porcentaje de todas las que quedan por sentir. Sí, en la cordillera y desnudos para que se les congelen los cuerpos, ya que sus almas son glaciales manchados de sangre.
    Ernesto Ramírez

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  2. No voy a decir nada sobre el acto en sí, con este texto no hace falta ni siquiera una introducción. Voy a hablar de lo que acabo de leer.Me he puesto en la piel de quien arropa,de quien mira, de quien reconoce,y me invade un gran dolor.

    Lily Chavez

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  3. Y otra vez vuelven , ellos, con el recuerdo vivo que azota. En el poema uno reconoce a todos, y además de la bronca con que está escrita la introducción, bronca justificada, el poema nos envía en misiuón de memoria.
    MARITA RAGOZZA

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