ELSAJANÁ
El sueño
Todo ocurrió antes del sueño inducido a base de somníferos. En el sueño, ella era otra: la madre joven embarazada de un niño que corría delante de ella, por un campo chato y dorado, sin árboles y resplandecido de luz. Era el niño ya nacido, aunque el embarazo seguía adelante. El corazón de la mujer del sueño, se atenazaba con una angustia sorda, inexplicable. ¿Por qué temía? ¿Acaso algo podría ocurrirle al niño que se adivinaba sano y alegre? Tal vez la inquietud no tenía relación con el chico…Quizás la agobiaran circunstancias desconocidas… Pero ¿era posible que la soñante no supiera qué la atemorizaba?
De pronto, el reflejo solar le dio de lleno en los ojos, y el niño desapareció de su vista. Delante de ella, el campo resplandeciente, chato y sin árboles. Un sueño repetido hasta el cansancio en cada duermevela. Igual que la angustia, atada a esa memoria de panza que seguía creciendo ya sin niño adentro. Entonces, despertaba empapada, chorreando agua igual que Leito rumbo a la heladera. Y se quedaba extasiada en el recuerdo de aquella mesa con el mantel volando al viento, donde la velita de cuatro había quedado sin soplar.
Volviendo años atrás, antes de la noche del sueño, el último recuerdo que mantiene vivo, es el del niño abriendo la heladera. Luego, el borrón. La ausencia. El pecho en angustia constante… Lo había visto entrar corriendo a la cocina. Rodillas y pies embarrados en piel tersa como a fuerza de capullos de rosa, y los dedos gorditos y los rollos de la musculatura cayéndole como en ganas de comérselo a besos. Iba marcando las baldosas con sus piecitos húmedos… Norma miró hacia el patio. En el fuentón grande de lata que Leito usaba como pileta de natación, la nueva pelota playera, chata y desinflada… ¿Por qué a Leíto le encantaría quitarle el tapón de plástico a la pelota? Como a los globos de cumpleaños, que les desataba el hilo y los soltaba, para verlos rebotar de lado en lado sin ton ni son, con ese ruido loco de aire que se les escapaba cómicamente. Y Leito se moría de risa. Siempre se moría de risa…
De pronto, Norma lo imaginó corretear alrededor de la mesa con mantel blanco hasta el piso. Vio los sándwiches de miga que ella preparaba quitándole la corteza al pan, con la que luego, empapada en leche, azúcar, vainilla y canela, horneaba esos sabrosos budines de nueces con sabor a chocolate que deleitaban a la pibelandia del barrio. Lo recordó excitado, corriendo alrededor de la mesa desinflando globos, mientras los amigos le cantaban el “feliz, feliz en tu día…” Todos esperaban verlo soplar la cuarta velita… Extasiada en aquel día, el hijo se le borró de la imagen. Sólo quedaba el mantel blanco en la mesa vacía. Fue entonces que le oyó decir “mami, quiero chocolatada con vainillas”. Una demanda de Leito que nunca esperaba ayuda. Era más bien un aviso de que había decidido servirse algo. Y el “…con vainillas” sonó junto con la puerta de la heladera al abrirse. Sin tiempo para la reacción, Norma vio a Leito hacer lo que tantas veces le prohibió.
Norma se dio vuelta en la cama. Miró el reloj en el otro extremo de la gran sala. Se incorporó. Tomó de la mesita de luz sus elementos de aseo y se dirigió al baño. Intentando dar forma a sus mechas grises, cuando al mirarse al espejo, el sueño regresó. El sueño ya tantos años repetido, casi idéntico a si mismo. ¿Quienes esa mujer y ese hijo, volviendo una y otra vez? Varias veces se lo había contado a la psiquiatra, que guardaba silencio envolviéndola con la mirada. ¿Acaso recuerdos de otras vidas, como decía la Elvira ? No lo sabía. Hoy, a la hora de los trabajos manuales, lo iba a comentar otra vez con las chicas… Apuró el paso porque tenía hambre. De repente, el mate cocido y el pancito criollo le parecían manjares. Casi corriendo entró al comedor y se sentó en su lugar de costumbre. ■
Para vos mi comentaario, en mi máquina que anda más o menos es contundente. Me encanta cómo escribías. El abrazo es el más grande de todos.
ResponderEliminarUna María que soy yo, la que se acuerda cuándo le proponías hacer volar elefantes con la misma fragilidad del colibrí.
he ido leyendo el texto de a poco, fragmentado, descubriendo que hasta las mínimas descripciones son visibles, tienen estatura y peso y que el perfil de la protagonista y el sueño que la visita, es el lazo que la une a la vida. conmovedor, de excelencia. susana zazzetti.
ResponderEliminarAy Elsa . que hermosa narración. Ese lenguaje coloquial y cotidiano que nos es tan familiar. Y los sueños...todo un tema los sueños...claves, metarmofosis...
ResponderEliminarNunca te lo dije , pero recuerdo cuando nos regalaste tu tiempo , e hiciste una devolución a cada uno de los autores, para mi el tiempo tiene un valor material, entro a la revista "volando" y ese gesto tuyo m me pareció de una calidez y generosidad extraordinarios.
Te mando un gran abrazo. amelia
Queridas María, Merci; Susana y Amelia: cada tanto me ausento de la revista y luegfo regreso, y allí están ustedes con este inmenso calor que me desenfría. Es un placer leerlas así como a los materiales que aportás, Susana. Emotivo reencuentro a traves de los comentarios. Esta revista nos lleva de aquí para allá como escritores, pero más aún, nos hace crecer como personas, regodeándonos en el respeto y cariño de los unos hacia los otros. Gracias. ElssJaná.
ResponderEliminar¡Qué hermosura de cuento!
ResponderEliminarSi de sueños no estuviéramos alimentados ¿qué sería de nuestra cotidiana realidad?. Tan bien contado, con las palabras exactas, con el corazón puesto en ellas.
Gracias. Fue un regodeo leerlo y encontrarme en él. El sueño.
Sonia