SONIA FIGUERAS
Acaba de publicar En jeans y zapatillas... un libro de pinceladas sobre gente, momentos, recuerdos, esas pequeñas anécdotas que son parte de la vida de las personas... de las personas sensibles, de las que perciben todo lo que ocurre a su alrededor y no pueden permanecer al margen.
Sonia Figueras es una veterana y gran amiga de Andrés Aldao, luchadora sin compromisos ni claudicaciones. El libro cuenta lo que nos pasa a todos... todos los días, toda la vida, es un libro de pequeñas anécdotas donde se nota la mirada tierna de la autora, su perspicacia para captar los sentimientos de la gente, la pequeña gente que vive, ama, fracasa, sufre pero sigue en pie. Sonia, te iremos publicando, y gracias por acordarte, A.A.
RENÉE II
Baja, rulitos negros muy negros en una cara blanca rubicunda. Renée. Lloraba acurrucada en medio del gentío que iba y venía, abrazada a sus rodillas. Mutter…mutter…tátele. Sus cinco añitos no comprendían por qué mutty no estaba a su lado. ¿Qué hacían esos hombres empujando a Rosita y por qué le pegaban tanto a Gory. Pobre Gori.
Dos brazos enérgicos la levantaron del suelo y en vuelo mágico se encontró con unas manos suaves, con una señora de vestido largo y un manto en su cabeza que le sonreía hablándole con palabras que no entendía mientras le lavaba con suavidad el cuerpo, los cabellos, en una tina con agua muy tibia, que calentó su cuerpo aterido de frío y miedo. En tanto la acariciaba, secaba sus lágrimas de niña asustada.
Arrebujada en una frazada tomó un vaso de leche. Con sus ojitos temerosos aún vio en el cuarto otras personas y a pesar del susto y el recelo, se quedó dormida.
Para Renée, los días que se sucedieron en esa casa, un convento de monjas y ella ignoraba quiénes eran esa mujeres raras e indescifrables, fueron de tristeza,miedo de esos personajes, intentó alegrarse con los juegos de otros niños que allí estaba refugiados como ella.
Pasó el tiempo a la espera de que sus padres vinieran por ella .La señoras de la casa, cada tanto con sus caras pétreas la animaban con la promesa de que pronto volvería a verlos. Bien sabían las monjas que las garras de la Gestapo eran muy largas, que fagocitaban a los judíos y no se los volvía a ver. Hasta el día feliz en que el contacto que operaba con ellas le habló de una pista en Argentina y que sería muy posible que los Brunn estuvieran allí. Y fue así.
Renée fue en barco en el año 50 a Buenos Aires poco antes que los camicia negra se instalaran en Villa General Belgrano, en la provincia de Córdoba, en Argentina.
La refugiada llegó y fue un encuentro doblemente inolvidable. Ya los papás alquilaban un departamento en la calle Potosí, en el barrio de Almagro. Hizo la escuela primaria, trató de aprender el nuevo idioma, pasó por el secundario y luego por la Universidad. Entró al Hospital Fernández, como practicante, siendo ya una linda mujercita. Alta, elegante, bondadosa, con la eterna tristeza en sus ojos, esa tristeza de los refugiados, pero la vida le preparaba el enamorarse de otro practicante, con el que se comprometió en dos meses y se casó a los seis. Malo todo.
El divorcio fue tan rápido como había sido el enlace. Su vida hizo un giro de 180 grados después de su divorcio. Encontró la verdadera felicidad con otro hombre y esta unión le dio la revancha que la vida le debía. Hoy vive recordando su infancia, la vida amorosa con sus padres y el encuentro con el hombre que la hizo feliz, que hoy no está.
Cabe decir que René, se enteró hace muy poco tiempo, ahora que los años han pasado pero nada queda en el olvido, que la persona que la trajo a Buenos Aires era un agente de la GESTAPO arrepentido. René hoy es abuela.
Feliz de leerte Sonia, dejé un comentario y se voló. Feliz por tu libro. Me mata el título. Me encantó lo escrito. Es maravilloso el tema de Renee.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
María
Cómo me gustaría que supieran más de el valor de esta mujer, de su integrdad, de su generosidad, de su conciencia humana y especialmente de su concepto de justicia.
ResponderEliminarÍntegra diría.
Abrazo.
Gracias María... la más mía, la lejana... lindo , decirte María. Gracias por dejar tu comentario.
ResponderEliminarAnónimo, ay¡ no poder nombrarte, se me hace que juego a verte y por supuesto, nombrarte, gracias.
Y por sobre todo, agradecida a Ester y a Andrés por recoger la oveja perdida.
Un abrazo a la revista que está estupenda.
Sonia