viernes, 6 de agosto de 2010


 STELLA MARIS TABORO




Como nacido en aguas colosales, fuerte y con sus canciones que danzaban entre el jardín, así era José , que sabía interpretar el abrir de las flores y el vestirse de invierno de los arbustos. A veces imaginaba que estaba en medio de una jungla de pétalos, otras inmerso en un mundo de fragancias. Siempre pensó que cuando vino a este mundo ya tenía sellada su pasión por la jardinería .
Apenas el pálido resplandor del amanecer lo pincelaba todo,se aprestaba con sus herramientas y marchaba al jardín,que conocía hacía poco tiempo, es decir, desde cuando lo empleó Doña Laurina, única habitante del lugar.
En esa casona antigua, de estilo nórdico, el jardín lo rodeaba con un resplandor de colores y en una fuente de agua bebían todas las aves. Hasta en las noches , los grillos y las luciérnagas le daban una vida de cuento a ese lugar que tanto amaba .
Cuando florecían las azucenas parecían colinas de azúcar.
Sin embargo había algo que preocupaba a José, es que allí en un pequeño cuadrado, ubicado cerca de la pérgola principal, nada podía crecer. Intentó muchas veces , remover la tierra, fertilizarla , colocar semillas seleccionadas, pero como un desierto ,nada brotaba .
Siguió entusiasmado colocando rosales en todo el jardín, quiso esperar un tiempo para insistir en esa parte que parecía muerta y estéril.
Pasó el tiempo y José , antes de que llegue la primavera, puso todo su empeño en trasplantar margaritas en ese pequeño suelo, tan resistente y porfiado a sus intereses .
Al día siguiente las plantitas se mostraban moribundas, con un tono tal como si hubiesen sido envenenadas.
Le pareció un absurdo, ver todo un vergel bello alrededor de la casona, pero en ese cuadrado nada crecía, todo moría.
Tímidamente, al día siguiente, interrogó a Doña Laurina, pero ella esquivó la respuesta diciendo que no debía preocuparse por ese estrecho sector en el jardín. Esa noche llovió mucho , como hacía tiempo no sucedía y José se sorprendió aun más , cuando vio hundido el sector que tanto le preocupaba.
Fue entonces que comenzó a planear cómo llegar simuladamente, con su pala y comenzar a excavar. Pensaba en qué momento hacerlo. Se le mezclaban las ideas y los miedos corrían paralelos . El aire le pareció de cristal queriéndolo rodear y frenar a sus intentos.
Hubiera querido tener pies de rocío y manos de silenciosas mariposas, para desplazarse sin ser visto. Dudaba una y otra vez, ¿lo haría por la mañana o quizás al atardecer? Sólo tenía la certeza, que sí actuaría, que hundiría la pala hasta saber por qué allí no crecían las flores, ni siquiera el césped. El corazón le saltaba como rana asustada.
Al atardecer del última día, de la primera semana de octubre, José comenzó a excavar bajo sus miedos invencibles,lentamente y con cuidado fue retirando la tierra, ésa que estaba muerta, que nunca dio vida a una planta , ni a una flor , ni al césped. Cuando ya había hundido su pala casi un metro , tropezó con una caja de metal , fría y herrumbrada .
Juntó fuerzas para abrirla, el rojo del atardecer entraba como un mezquino cono de luz en el pozo. La abrió. En el fondo de la caja ,había un rollo de papel.
Lo extendió,con asombro recorrió las letras de trazos inseguros contenían las penurias
de los esclavos que habían vivido 150 años atrás en ese lugar. Habían marcado con carbón cada una de las humillaciones vividas. Sus maldiciones habían dejado inerte a la tierra donde sepultaron sus denuncias. El suelo muerto, yermo, incapaz de dar belleza colorida,fue expresión de la dolorosa historia de los esclavos, una existencia nunca vivida en libertad, siempre oprimida y encadenada.

Stella Maris Taboro

2 comentarios:

  1. Está muy bien , me encanta. Y aunque por mayo cante el ave a los prisioneros (si el ballestero no le dispara) y la flor de loto nazca en el lodo, es una magnífica metáfora de la desolación que causa la expropiación de vidas.

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  2. Preciosa alegoría sobre el dolor sufrido injustamente, sobre el cual no puede crecer nada. Por los renglones a la escritora se le escapa la poesía.Feliccitaciones, Stella.
    MARITA RAGOZZA

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