ROBERT LOWELL.
Transcribimos a continuación este bellísimo escrito de Robert Lowell. Es un extenso poema lineal cuya frescura puede tocarse, no precisamente por su título, sino por la transparencia del lenguaje elegido a través de un trabajo poético. Composición narrativa - descriptiva con imágenes muy bellas, exteriores, concretas, donde el yo poético aparece al final, expresado con delicadeza, en una fusión espiritualidad-elementos naturales.
AGUA
Era una ciudad de langostas de Maine
cada mañana botes llenos de manos
partían hacia las canteras
de granito de las islas
y dejaban atrás docenas de desnudas
casas blancas de madera adheridas
como concha de ostra
a una colina de roca,
y debajo de nosotros el mar lamía
los desnudos y pequeños laberintos
de palos de cerilla de una esclusa,
donde se atrapaban los peces para cebos.
¿Recuerdas? nos sentábamos en lajas de roca.
Desde esta distancia en el tiempo,
parece del color
del iris, pudriéndose y volviéndose más púrpura,
pero no era más que la habitual roca gris
que se volvía del habitual color verde
cuando el mar la empapaba.
El mar empapaba la roca
a nuestros pies todo el día
y continuaba arrancándola
trozo tras trozo.
Una noche tú soñaste
que eras una sirena aferrada a un pilón de un muelle,
y que intentabas arrancar
los percebes con las manos.
Deseábamos que nuestras dos almas pudieran regresar como gaviotas
a la roca. Al final,
el agua resultó demasiado fría para nosotros.
corresponsal Susana Zazzetti
AGUA
Era una ciudad de langostas de Maine
cada mañana botes llenos de manos
partían hacia las canteras
de granito de las islas
y dejaban atrás docenas de desnudas
casas blancas de madera adheridas
como concha de ostra
a una colina de roca,
y debajo de nosotros el mar lamía
los desnudos y pequeños laberintos
de palos de cerilla de una esclusa,
donde se atrapaban los peces para cebos.
¿Recuerdas? nos sentábamos en lajas de roca.
Desde esta distancia en el tiempo,
parece del color
del iris, pudriéndose y volviéndose más púrpura,
pero no era más que la habitual roca gris
que se volvía del habitual color verde
cuando el mar la empapaba.
El mar empapaba la roca
a nuestros pies todo el día
y continuaba arrancándola
trozo tras trozo.
Una noche tú soñaste
que eras una sirena aferrada a un pilón de un muelle,
y que intentabas arrancar
los percebes con las manos.
Deseábamos que nuestras dos almas pudieran regresar como gaviotas
a la roca. Al final,
el agua resultó demasiado fría para nosotros.
corresponsal Susana Zazzetti
La literatura es una magia que se renueva en una frase, en una descripción, en una metáfora, en un verso que tensa nuestra cuerda interna y esto y más me sucedió con este poema, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminar