lunes, 30 de agosto de 2010

Consejos y trucos de escritura


Materiales recopilados por Andrés Aldao para el taller literario de Artesanías Literarias, sin inscripciones, sin pagos, absolutamente gratuito. Para  preguntas, dirigirse por coel al editor o a la Secretaria de Redacción. recuerde: TODO GRATUITO.


No exagerés con los detalles. Demasiados detalles en un pasaje de prosa pueden oscurecer su significado. Por ejemplo, la historia de una asistente social que visita la casa de una familia notoriamente recalcitrante, puede empezar así:
El barro en el patio sin pasto era de dos pulgadas de espesor más o menos, primero esponjoso, y se deslizaba bajo sus pies. Ella avanzó hacia la casa a través de un sendero atiborrado de basura, de partes de autos olvidadas hace tiempo, trozos de soga, [...] y una inexplicable variedad de barriletes en distintos estados de decadencia. Alicia eligió su camino a través del sendero de obstáculos, [...] Ella buscó con la vista a la senora de la casa, una mujer maciza con un delantal de algodón, contemplando como una lechuza detrás de la puerta biombo. Alice sonrió y tambaleó a medida que el barro comenzó a tirar de sus zapatos, haciendo que cada paso hacia adelante pareciera un salto a través del tiempo y el espacio.
Estos son demasiados detalles, y en la historia adecuada podrían funcionar bien. Es bueno saber, sin embargo, que siempre tenés la chance de suprimir detalles para que el lector vea el bosque a partir de los árboles. No es necesario que, al armar una escena, describas todo, desde el clima hasta los botones de la camisa del personaje. Tené en mente la imagen central que vos mismo/a podés ver cuando entrás al mundo de tu personaje:
Alicia eligió su camino a través del barro fresco, su ojo en la maciza mujer detrás de la puerta biombo. Cada paso era más duro que el anterior -aparte del barro, ella tenía que mirar partes de autos abandonadas y juguetes rotos- y empezó a creer que se estaba moviendo en grandes, agonizantes saltos a través del tiempo y el espacio.
No siempre es mejor incluir más detalles. !Es bueno que cada tanto te acuerdes de darle un respiro a tu prosa!

Usá adjetivos de forma sorprendente. Tratá de escribir descripciones que contengan sorpresas verbales. Un adjetivo como "dulce" no siempre tiene que describir azúcar, o un gatito, o un bebé. ¿Qué tal un dulce tractor, o un huracán dulce? Flexibilizá esos adjetivos. En la historia correcta, las combinaciones adjetivo-sustantivo sin relación aparente -bondad temible, collar feroz, cuerpo de granero- pueden dar la nota descriptiva que buscás.

No uses los adjetivos inusuales dos veces. Los adjetivos comunes como "pequeno", "grande", "marrón" o "mojado" pueden repetirse en una historia, a veces tres o cuatro veces, sin llamar la atención. Los adjetivos menos comunes, sin embargo -"grácil", "electrizante", "quisquilloso", "siniestro"- hay que usarlos una sola vez por historia. Un buen adjetivo repetido se vuelve una mala elección de palabra.

Revisá la consistencia descriptiva. Si Yamila tiene ojos celestes en la página dos, mejor que tenga ojos azules en la página nueve. Te sorprendería lo seguido que aparecen incosistencias. Si escribís solamente los fines de semana, o estás reescribiendo una historia que empezaste hace cinco años, vas a estar propenso/a a tener inconsistencias descriptivas.

No mezcles el punto de vista. Cualquier descripción de un personaje o lugar o evento toma una perspectiva particular. Esa perspectiva puede ser la tuya propia, o un narrador en primera persona, o un narrador en tercera persona -cualquiera que sea el punto de vista que elijas, mantené la consistencia. El narrador en tercera persona puede ver el cielo azul limpio como ominoso; el personaje central podría ver el mismo cielo como un signo de buena suerte; el "ojo de la cámara" grabaría objetivamente el cielo como azul. No digas el cielo ominoso en la página uno y afortunado en la página cinco a menos que clara y deliberadamente hayas cambiado el punto de vista. Decidí quién manda en la descripción desde el comienzo.

No te esclavices a "mostrar". "Mostrá, no cuentes" es una pauta, no una regla. A veces contar es más efectivo que mostrar. Una breve afirmación -"Elena era gato. Así de simple"- puede ser mucho más efectivo que una escena de dos páginas para mostrar a Elena trabajando de gato. Contar puede ser tan emocionante como mostrar siempre y cuando la prosa sea interesante y atrapante.
Evitá el sentimentalismo y el melodrama. El sentimentalismo prolifera cuando escribimos abstracciones: "Estaba atormentada por el dolor". "Su felicidad no tenía límite". Para evitar el melodrama, ceníte a imágenes accesibles y concretas: "Se cubrió la cara con las manos". "Bajó corriendo por el césped de la loma, el pelo largo brillaba como pirotecnia". Describí las cosas que podemos ver y oír... [...]

Evitá los detalles "realistas" que alejan a los lectores. Imagináte que estás escribiendo una historia sobre un ornitólogo. Vos no sabés mucho de pájaros, así que vas a la biblioteca e investigás sobre la ciencia de los pájaros. Está bárbaro. Empapáte... [...] Pero cuando te sientes a escribir la historia, no les regales a tus lectores los frutos de tu labor. Vos tendrías que saber la diferencia entre altricial y precocial, pero los lectores no necesariamente. A la gente le encanta aprender cosas nuevas a través de la ficción, pero siempre que la historia se mantenga en el centro de la escena. Meté palabras poco familiares o datos como parte del desarrollo natural de la historia. Resistí la tentación de cancherear; el trabajo sucio debería ser invisible para cuando llega a la página. El único propósito de tu investigación es hacer al personaje creíble. Las palabras en jerga distancian a los lectores, mientras que los términos no especializados les permitirán entrar al fascinante mundo de los pájaros. [.] Si sos tan experto/a en los patrones migratorios de los papamoscas cola de tijera, ¿por qué no lo explicás en criollo? [...]
Algunas palabras poco familiares se pueden sacar por contexto -no querés insultar a los lectores por ser demasiado simplista. Pero acordáte de que estás escribiendo una historia, no un manual, y que el personaje debería ser más interesante que su trabajo.

No abuses de los sinónimos. Los sinónimos son salvavidas, pero no pueden hacer buena la prosa mala. Si estás mirando el diccionario cada cinco minutos, entonces no estás trabajando lo suficiente. Si buscás la palabra justa para descibir el jardín de tu mamá, no esperes que el diccionario te la dé. Mejor sentáte en el jardín media hora y asimilá la experiencia de lo que te gustaría describir.

Usá descripciones para poner los diálogos en contexto. Las conversaciones no ocurren en un vacío. La gente charla mientras come, limpia la casa, palea nieve, aprecia joyas, comete homicidio. Un agregado descriptivo tan simple como "...dijo, mientras le daba otra vuelta a la mezcladora de cemento" puede recordarles a los lectores que los personajes no son cabezas que hablan y que la historia está avanzando.

Sobre todo, ¡divertíte! Todos tenemos algo que decir. Todos tenemos alegrías y penas y momentos mágicos en nuestro pasado que forman nuestra visión única de la condición humana. Compartir nuestra visión a través de la palabra escrita debería ser lo más fácil del mundo. Pero no lo es; a veces es lo más difícil. Escribir es un trabajo. Requiere tiempo, y concentración, y confianza, y una paciencia extraordinaria. Esto es cierto así estés escribiendo tu primera o tu centécima historia. Como el proceso de escribir requiere tanto de nosotros, a menudo nos frustramos o desalentamos o nos ponemos furiosos con todo el asunto. Cuando pasa esto, acordáte: se supone que escribir sea divertido. No te lo tomés tan en serio. Si la historia que estás escribiendo ahora no se publica, ¿qué hay? Me puedo acordar de un montón de historias inéditas y verlas como los escalones que me llevaron a las historias publicadas. Nada de los que escribas es un desperdicio. Igual que el basquetbolista que se pasa cada manana tirando solo triples, tenés que practicar para mejorar. Esos días que te sentís como un/a escritorzuelo/a cohibido/a, acordáte de por qué escribís. Acordáte de la alegría que te pueden dar tus propias palabras. Acordáte de lo bien que se siente un primer borrador terminado. Acordáte de lo satisfactorio que es finalmente mandar una historia con esperanza y los dedos cruzados. Es el proceso, no el producto, lo que da más satisfacción. No todos veremos el producto -una historia publicada- pero el proceso es todo nuestro. No hay cuota de inscripción, no hay pre-requisitos -solamente un lápiz y una idea.

º º º º º º º 

1 comentario:

  1. Quiero agradecer al editor por la publicación de estas notas que tanto ayudan a los escritores faltos de experiencia que todavía tienen un largo camino para recorrer.
    ¿Es posible enviar un texto corto para recibir el parecer de los que se ocupan del taller virtual?
    Gracias de antemano, María Elena

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