sábado, 21 de agosto de 2010

JORGE ROSSI - Alicita.
 
  


O es muy temprano o está nublado. Mira el reloj: las doce menos veinte o las ocho menos cinco. Mira de nuevo, se concentra: no, las doce menos cinco. Entonces está nublado.
  Hay alguien sentado en la ventana. La persiana deja ver por entre las rendijas la figura de alguien que espera. Debe ser la vieja de mierda de acá enfrente, piensa. ¿ Qué mierda le dolerá hoy? ¿ O a quién? Que se cague, tengo sueño.
  Se levanta y va hasta la cocina. Mira los platos sucios sobre la mesa. Piensa en acostarse en la pieza de Tomás, para que no la jodan. Pero, pensándolo mejor, necesita unos pesos.
 Va a la pieza. Tomás no está. El ventilador sigue prendido.  Eso quiere decir que no vino a dormir. Debe estar en lo del Topo. Si lo llega a llamar seguro no la atiende, es sabido. 
 Vuelve a la cocina-comedor-living. Junta los platos con cuidado, sin hacer ruido. El Negro no tocó la comida anoche. Me estará por dejar, piensa. O habrá cenado antes, en su casa, con su mujer, como tantas veces.
 Pasa a la pieza con los platos y los deja sobre el colchón de Tomás. Vuelve. Junta los vasos que aún tienen restos de cerveza. Aunque haya caminado sin usar los talones, la vieja que espera afuera se dio cuenta que está levantada. Comienza a golpear la puerta y llama: Alicia, Alicita.
 Entra de nuevo a la pieza. Pone los vasos en el piso, contra la pared, ocultos tras la puerta. Vuelve a la mesa. Dobla en cuatro partes el mantel de hule con cosas adentro: un  destapador, un encendedor, cucharitas para el postre, migas, restos de comidas.
 Va al baño y lo deja doblado sobre el piso de la ducha. Toma la bata de raso de atrás de la puerta y se la ata fuerte. Se va a lavar los dientes, pero el cepillo se le cae de punta en el orificio de la pileta.
 La vieja comienza a golpear la puerta nuevamente. Ella dice, ya va, alargando la a final. Repite , ya va, por si las dudas no la escuchó la vieja, y las primeras palabras del día parecen un graznido de pájaro. Un graznido con algo de dulzón.
Por más que intenta, no puede sacar el cepillo con el dedo. Improvisa uno con ese mismo dedo, poniéndole dentífrico y frotando. Se agacha hasta juntar agua con su boca, hace buche y escupe. Va a volver a juntar agua, pero prefiere dejar lo que quede de pasta dental en su boca, para que se sienta su aliento limpio. Se acomoda el pelo con las manos. El peine no está. Se mira en el espejo. Está por pegar un alarido, pero se contiene apoyando el mentón sobre su hombro, mientras se aferra a la pileta del baño con ambas manos. La putearía a la vieja si no fuera porque es la única que cree en el barrio que ella tiene poderes. Que ella, Alicia, puede ver el futuro en las cartas y curar el empacho con una cinta bebé y un Expedito.
 Debe ser por la mala onda que le tira a la vieja cuando se va, no hay otra, que se le cumple todo lo que le viene  pedir. Que le quite las verrugas: bueno, cómo no, tiene que hacer así y así, y comprar ésto y esto otro. Y cuando se va: ojalá se llene de verrugas como un sapo.
 Pero la vieja viene a la semana: ¡ mirá, Alicita, me sacaste todas las verrugas! Y otro día, cae que no puede más con los mareos. Y ... debe estar ojeada. Hay mucha envidia en este barrio, señora. Tome este frasquito. El miércoles cambia la luna. Haga pis acá ese día, de madrugada y en ayunas. Nada de llenarlo con la chata. Directo. Lo llena y me lo trae. Yo le rezo todos los días hasta hasta que vuelva a cambiar la luna.
-¿Eso nada más?-pregunta la viejita;- mire que son fuertes los mareos.
- Ah, ¿ son muy fuertes? Entonces... a ver, espere: tome esta yerba especial, se come una cucharada en ayunas durante siete días y se le pasa toda la ojeadura. Además, le va a hacer bien a los riñones.
 Y cuando se va: tomá vieja de mierda. Iré presa, pero te van a tener que rascar el culo como a un mate tapado.
 Pero la vieja a los diez días cae contenta, con una bolsa llena de comida, agradecida por que se le fueron los mareos. Vieja de mierda.
 Eso sí, siempre pone: que doscientos, trescientos, cien, cincuenta, lo que le pida, la vieja viene y pone.
 ¡ Ya va, le dije! y en lugar de vieja puta, dice: vecina, ¿ cómo le va?
¿Qué cuenta de lindo?
 
          fragmento de la novela "Murarena" ( 2009). Villa María.
 
    corresponsal Susana Zazzetti
 

8 comentarios:

  1. Qué intriga! Me gustaría leer esa novela!! Muy bien lograda esa mezcla de amargura y resignación. Un verdadero hallazgo. Ester

    ResponderEliminar
  2. Genial. También la novela. Gladys

    ResponderEliminar
  3. Leo poco narrativa pero este texto me encantó. Norma Evaristti.

    ResponderEliminar
  4. Me atrapó esta narrativa. ¡ qué buen enlace con la realidad! Rebeca Sbezzi- Córdoba.

    ResponderEliminar
  5. Jorge, estás invitado a publicar con mayor frecuencia narrativa. Susana Zazzetti estará encantada de ser la corresponsal de tu prosa. Y los lectores y el editor hermanados en la complacencia.
    Andrés

    ResponderEliminar
  6. Andrés: muchas gracias por el espacio que me brindás. Los siento muy buena gente a vos y a Susana, y a los que dejan tan afectuosos comentarios. En cuanto a lo que escribo, la prosa es lo que más me sale, así que estaré encantado de participar, de ser parte de Artesanías. Muchas gracias. Jorge

    ResponderEliminar
  7. No sólo el cuento es concreto, atrapante, sino que deja el deseo de leer mucho más. Muy buena página. Oscar

    ResponderEliminar
  8. Hola jorge. Está re lindo ese pedacito de novela. Me gustó mucho la poesía que publicaste acá. Casi que lloro (es normal). Un abrazo. Mili

    ResponderEliminar