La revista que nunca duerme

OLGA OROZCO -  ALEJANDRA PIZARNIK

Dos mujeres, dos poetas unidas por el cariño propio de la amistad, por el respeto, la palabra.  En esas tardes discursivas, seguramente una confió en la otra sus desvaríos, sus miedos y sus sueños. Seguramente sus angustias.  A las dos las convulsionó la vida, la literatura, las envolvió la idea del silencio, la incomprensión y la soledad. La muerte. Las dos -- cumbres de la poesía generacional argentina -, vivieron sabiendo que sus versos sobrevivirían un día  a sus propias ausencias y que reconoceríamos en sus nombres y obras, distantes mensajeros que siguen sobrevolando el tiempo, venciendo lo callado para ser expresión y poemas presentes.  Susana Zazzetti.
 

OLGA:

 
      xiv
 
Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina
como un extraño objeto tormentoso entre indecibles faunas,
o a desaparecer entre las complicidades del follaje
con un manto de dríada dormida bajo los velos de la tarde,
o eras sustancia yerta debajo de un papel que se levanta
y anda.
Henchías los armarios con organismos palpitantes
o poblabas los vestidos vacíos con criaturas decapitadas
y fantasmas.
Fuiste pájaro y grillo, musgo ciego y topacios errantes.
Ahora sé que tratabas de despistar a tu perseguidora con 
efímeras máscaras.
No era mentira el túnel con oreja de liebre ni aquella cacería de invisibles mariposas nocturnas.
Sólo que yo no supe echar arena sobre tus pisadas.
Te alcanzó tu enemiga poco a poco
y te envolvió en sus telas como con un disfraz de lluviosos
andrajos.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar.
Sin embargo, aún ahora, cierta respiración desliza un vidrio
frío por mi espalda.
Y entonces ese insecto radiante que tiembla entre las flores,
la fuga inexplicable de las pequeñas cosas,
un hocico de sombra pegado noche a noche a la ventana,
no sé, podría ser,
¿ quién me asegura acaso que no juegas acaso a estar, a que te atrapen?
 
               de : " Obra poética"
 

ALEJANDRA

 

     

La última inocencia
 
Partir
en cuerpo y alma.
Partir.
Partir.
Deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
 
He de partir
 no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
 
He de partir.
 
Pero ¡ arremete, viajera!
 
      Anillos de ceniza
 
son mis voces cantando
para que no canten  ellos,
los amordazados grisimente en el alba
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
 
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una participación de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una triba de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
 
º º º º º