JULIO CÉSAR PARISSI
La fama es puro cuento
Pertenecer al ámbito artístico —sobre todo al de los actores del cine, del teatro o de la televisión— tiene una cuota de notoriedad que hace normal el que todos crean que la fama va acompañada del éxito económico. Es decir, cuanto más notable es alguien, más gruesa será su cuenta bancaria. Desgraciadamente, esto es así sólo en contadas ocasiones.
Quien se asoma a la pantalla chica unas cuantas veces, o tiene un trabajo consecutivo en ella, le da, para la gente del común, chapa de famoso, aunque no tenga esta palabra, para nosotros, su sentido exacto sino aquella acepción que significa un conocimiento general de ese personaje. A esta fama se le adosa la idea de que ese hombre o esa mujer, por la sola razón de estar todos los días en la tele, debe levantar los billetes en pala, algo que es bastante lejano a la realidad.
El actor o la actriz que acompaña a la estrella haciendo de jardinero o mucama, y que tiene casi tantos minutos de pantalla como la diva, es probable que gane menos dinero que un plomero o una secretaria a pesar que deba aguantarse jornadas de doce horas de grabaciones diarias. Si un plomero trabajara por día el tiempo que labora este actor secundario, en poco tiempo iría a destapar una cloaca manejando un Mercedes Benz cupé.
Peor aún es el caso del escritor que comienza a publicar ganando por sus libros menos que el sueldo que gana el corrector de esos mismos libros. Y más grave es la situación del actor de teatro: no sólo no gana un peso sino que muchas veces debe sacar plata de su bolsillo para que lo dejen trabajar.
Hay dos ejemplos que sintetizan eso de que la fama es puro cuento, y son el de un escritor colombiano y el de un actor argentino. El escritor es nada menos que Gabriel García Márquez y el actor fue en vida Romualdo Quiroga.
Cuenta Gabo en su libro “Vivir para contarla” que antes de publicar su primer cuento ya tenía fama de buen narrador entre los periodistas y escritores colombianos. O sea, entre la elite intelectual y en los cenáculos literarios. Cuando salió publicado el primero de sus cuentos en un suplemento cultural de un diario, García Márquez vio ese ejemplar exhibido en un puesto de periódicos, ¡pero eran tan mala su situación económica que no tenía una miserable moneda para comprarlo! Desesperado —imagínense a un autor novel que desea verse publicado por primera vez y cuando lo consigue no puede tener el ejemplar donde está su obra—, empezó a caminar buscando encontrarse con un amigo al cual pedirle esa moneda que necesitaba. Iba en esa búsqueda cuando vio que se detenía un taxi y del vehículo descendía un señor con el preciado diario bajo del brazo. En un acto reflejo, ajeno a su voluntad consciente, Gabo se abalanzó sobre el tipo, fuera de toda lógica y buena educación, y le dijo, suplicante, sin que mediaran otras palabras:
—¡¿Me regala el periódico?!
El otro caso me lo contó Romualdo Quiroga, un excelente actor de carácter, un gigantón con cara de estibador al que siempre le daban papeles de malo. Estábamos con Andrés Redondo, Vicente La Russa , Jorge Barale, Romualdo y yo en el bar lindero al canal 9 haciendo un descanso en la grabación de “Hiperhumor”. Romualdo, de cara seria pero de humor brillante, nos contó un hecho que le había pasado esa tarde cuando venía hacia el canal. Subió al colectivo, pagó el boleto y cuando iba hacia el fondo una señora mayor lo reconoció. Emocionada por ese encuentro, le dijo:
—¡Romualdo Quiroga, qué honor tenerlo tan cerca! —se emocionó la mujer y enseguida agregó—: Pero, no lo puedo creer... ¿Usted viajando en colectivo...?
Romualdo, sin inmutarse y exhibiendo una sonrisa, le respondió con voz suave y delicada:
—Es que hoy cobré, señora.
© Julio César Parissi
Extraordinario!!!! sin más palabras... Abrazo
ResponderEliminarMaría
Es tan, tan así en un aspecto no siempre sabido. Juro que lo digo con conocimiento de causa.
ResponderEliminarHan vendido cacerolas puerta a puerta grandes actores, han hecho trabajos manuales excelentes directores.
Es tremendo especialmente en el caso de los actores como en plena vida cruda, se dan vuelta contestan con su mejor sonrisa y en el segundo siguiente hay manto negro y transparente que todo lo cubre. Pero la pasión es claramente lo que late en sus vidas.
Excelente el texto.
Cordialmente
Julia
Coincido con Julia, agrego que esto sucede con casi todas las personas relacionadas con el arte....el arte da de comer solo al espíritu, lo de más es puro cuento.
ResponderEliminarExcelente texto!
Lily Chavez
Aspectos que no conocía, pero sí, que el escritor cuando publica en papel no gana nada , sólo el saber que su palabra intransferible es otorgada al mundo. El negocio lo hacen las editoriales.
ResponderEliminarInteresante texto.