martes, 17 de agosto de 2010

ERNESTO RAMÍREZ


ángeles apócrifos

rompían la noche a golpes
sofocados y breves
con su estribillo
buscando la razón
-dinosaurio de humo
que el nuevo día extingue-
ángeles suplicando
una súplica
que no naciera derrotada
por la traición
en la conciencia velada
cruz sin dios sobre el coral
de una misa pagana
tun, tun, hoy no
se revuelve
el duermevela
bajo el coro que avasalla
pica palos percutiendo en la cabeza
onomatopeya infernal
bramido sordo remontando
la implosión del alma
tun, tun, tun, hoy no voy
coro sediento de ángeles de dudosa virtud
tronando en las sienes
de la madrugada
en los silencios dormidos
en el cuarto creciente del reloj
pariendo el preámbulo
de cada jornada,
en ese rito de falso amanecer
al otro lado de la pared:
tremiendo martilla
con la frente en los azulejos
buscando creer
tun, tun, tun,
hoy no voy a ceder.     

descascarados

limita
protege
o al menos
  eso creemos
invisible
insensible
indestructible a veces
otras quebradiza
y al quebrarse
el fruto desnudo
sin cáscara
      sin escudo,
agrio
o demasiado amargo
blando o hecho polvo,
pende del brocal
sumando al montón
de frutos
    hundidos
a un lado de la feria
que indiferente
     se renueva.
tímido
asomaba al espejo
el hombre
cuando
se descascaró
hizo implosión su cáscara
de caña y orujo
tras un bagazo
de cuatro décadas
hubo que abrigarlo
en un canto oscuro
y proteger
de las miradas frías
su delirante
     trémulo
    núcleo en llamas,
estuvo un mes allí
tres veces por semana
el reflejo imberbe
   también
era una sala especial
pero las visitas sucedían en el patio
y el patio estaba lleno
de esos frutos
molidos y descascarados
fondeados en el silo
perdidos
en sí mismos
con sus repertorios de muecas
y sus quietudes
   sísmicas
con sus almas presas
en meollos indescifrables
y sus cientos de ojos
sobre todo sus ojos,
almidonados
cebados en la nada  
manantiales de ausencia
profundos
       rotundos
           vacíos,
clavándose en la binza lega
           verde,
y en la nuca 
al cruzar la puerta
en el final de cada visita
y ya en la calle
sentir la cáscara rasgarse
desde la cerviz
 picoteada
por esos pájaros
huecos y sin vida
y apresurar el paso
hasta la esquina
y entrar al boliche
por una copa
y una más
y otra
hasta
remendarla.

º º º º º º º º                     



















4 comentarios:

  1. Asoma la palabra de un poeta que crece letra a letra. Felcitaciones Ernesto me encantaron.
    Abrazo

    María

    ResponderEliminar
  2. Coincido con María , Ramirez cada vez mejor, me encantaron estos textos y debo decirte que me llena de emoción, felicitaciones, un abrazo.

    Lily Chavez

    ResponderEliminar
  3. Un hermoso poema , en donde la desesperanza, juega maquiavelícamente, pero en el final , se atisba la luz- !Me encantó!
    amelia

    ResponderEliminar
  4. Una poesía dura, sin concesiones, sin melosidades, como martillazos secos que no tienen misericordia o remordimientos. Veo un cambio muy sabio en tu poesía, che loco de Sañoram...
    Andrés el Aldao

    ResponderEliminar