CELMIRO KORYTO |
Incendio
Atenas estaba rodeada por las llamas ese verano
El ardiente calor era irrespirable. Humo y llamas casi lamían el filo de la ciudad. Aún así, logró escapar, entre brechas de fuego.
Cuando finalizó la carta, pensó que jamás vio tan claro el por qué de su acto.
Había conquistado todo lo deseado y ahora todo le parecía tan insubstancial. Solamente el egoísmo flotaba sobre el dolor que causaría en sus queridos.
Muchas veces ante el peligro juzgó que a veces morimos para encontrarnos y hasta el ínfimo instante somos perfectamente racionales.
Su séptimo libro pudo ser un nuevo éxito, no así, su última tomografía computada.
Escrupulosamente se acicaló y ya en el auto aceleró por la ruta hacia esa masa ígnea que jubilosamente lo aclamaba.
Inevitable
No alcanzó a recordar ni el año ni el día de esa tarde con el cielo rayado y quebrado de relámpagos, ni cuándo arribó al pueblo por una senda interminable con olor a eucaliptus.
Un reventón, lo obligó a dejar el auto a medio km de su meta al costado de la carretera.
Al borde de la noche, se inició el concierto, que a regañadientes pagaron mal y sin ganas los dirigentes del pueblo y todo para tapar la fachada del salón de juegos de azar
Un cadavérico y trémulo galán, anuncio los preludios de Litz, la sinfonía inconclusa de Schubert, el Pachabel de Cannon y otras piezas menores, los asistentes, acogieron con aplausos al novel pianista.
Entre piezas, recorrió con mirada astuta a su público… algunos, artísticamente dormidos en el hombro de su pareja y otros con la seguridad de ser la primera vez que asistían a algo tan clásico. Indiscutiblemente pensarían que sus manos eran las equivocadas en tanto sus oídos se revelaban casi obligados a pagar franqueo por cada nota.
Después del pequeño ágape y sobre la medianoche regresó al delgado cuarto de hotel para aliviar, su cansancio mental y físico. Desahuciado, ante la indiferencia de la mayoría del público, se acostó en la penumbra y especuló, que temprano en la mañana iría a cambiar el neumático.
La neblina persistía, en tanto ajustaba la tercera tuerca un camión por evitar un enorme bache, patinó y embistió su auto.
Hola Celmiro . Se extrañaba tu deambular por estas páginas.
ResponderEliminarUn deleite leerte . Admiro y envidio tu capacidad de síntesis-Un abrazo
amelia
Cultivar el minirelato conlleva riesgos que el autor sortea con solvencia, un saludo, Carlos Arturo Trinelli
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