Nació en 1949 (Buenos Aires) y murió en 1992 (San Pablo). Estudió sociología. Fue militante en la izquierda y en el FLH (Frente de Liberación Homosexual). Colaboró en las revistas El Porteño, Alfonsiniario de Poesía y Último reino. Preparó la antología Caribe transplantino. Poesía neobarroca cubana y rioplatense (1991). Escribió dos libros de ensayo, El fantasma del SIDA (1988), La prostitución masculina (1993), y varios volúmenes de poemas como Austria-Hungría (1980), Alambres (1987), Hule (1989), Aguas aéreas (1990), Parque Lezama (1990), de donde se extrayeron estas prosas, y El chorreo de las iluminaciones (1992). Igual, es más fácil conseguir sus Poemas completos.
Caza
Piernas anticipando el movimiento eréctil de los músculos, el estremecimiento de los muslos en la vidriera de opalina el ojo si espejado lamiese el tornasol, sí nacarado, sí luminiscente, mas (estreñidamente) opaco. Destiñen el fulgor glacial o decolorándolo, pozos de semiluz, como repliegues, si ocultando los vellos al rocío, hiciesen traspasar la turbia mata de un refucilo de torpor, arisco, cínico cuatro en piernas de curtido calambre (y peligroso) degringolar, saltar, garra de mato, en la zarpada, zapa de las piruetas alambicadas de las mechas orondas al relento, la frágil estructura del alambre que mantuviese erguido el jopo, ondea u orondea como oruga el oro lacio de los planos vacíos que palmea, palpando, en el arrastre de las opalinas por los corredores de ceniza y vello que corroe un voile descolorido. Al correrlo, los gases, a fuer de brumas, insistentes, no es que se diluyesen, sino agravasen su rigor ribetes de mampostería enmarmolada en jade, arrebolando el duro estoque carmesí los interiores de lamé, que afuera, en esa consistencia del peinado al raerse por el jade de un rápido carmín, posase los manubrios del cilicio sobre las llagas llanas de una cicatriz superficial, las huellas de la espera esterillada en vertical, el vértigo de la pirueta exagerada en la orillita del cordón. Veredas, veredas trabajadas por la inconsecuencia de un pez palo, escueto, casi rígido en la espadez que explande, que despide, para encantar, ojos babosos, limos de azufre jabonoso en la argentina transparencia.
Pavón
Si hubiese cruzado
Perdonen nunca me gustó mucho este autor, es como que su narrativa me enreda, prefiero la escritura sin tanto rebusque de palabra, prefiero la simpleza. Y no se vengan contra mí los comentaristas, es una opinión muy personal.
ResponderEliminarIrene
Irene: comparto absolutamente su comentario pero siempre aclaro que en estas páginas consideramos los gustos de todos los lectores y, como en este caso, aunque al editor no le agrade este estilo tan..."original y arrevesado", supongo que habrá lectores que pensarán lo contrario, porque sobre gustos...
ResponderEliminarANDRÉS ALDAO
Comparto totalmente.
ResponderEliminarEsta sintaxis "no sintaxis", que rompe la estructura, demasiado pretensiosamente, ES ESO: AMBICIOSA Y SIN SENTIDO.
Prefiero la precisión de alguien que maneje coherentemente las oraciones, Y TENGA COSAS IMPORTANTES QUE TRANSMITIR. MUY OSTENTOSO, DON NESTOR.
Demasiado regodeo, exceso de forma, vacía.