Luces y sombras de la historia
Entre los años 60 y 61 de nuestra era, los romanos sufrieron el mayor levantamiento contra su ejército de ocupación en lo que hoy es el Reino Unido.
Eran tiempos de Nerón , un emperador como para no tomar en broma, y la rebelión de varias tribus celtas estuvieron acaudilladas por una mujer llamada Budica,o Buduica, o Bonduca, o por el latinizado nombre de Boadicea,ni siquiera se sabe bien el nombre y si no hay más precisión respecto del nombre es porque en ese entonces, los romanos eran los imperialistas cultos, y los celtas eran los bárbaros que todavía no habían aprendido a escribir. Las escrituras en lo que se conoce como inglés antiguo o anglosajón vinieron algunos siglos después aunque coexistieron con el latín. Eran los pueblos originarios de la rubia Albión. Una verdadera lástima porque si ellos hubieran escrito la historia quizás hoy tendríamos mayor conocimiento sobre Budica y aquella sangrienta rebelión.
Con toda seguridad, al principio los romanos no le dieron mucha importancia a las refriegas acaudilladas por una mujer seguida por guerreros atrasados y colonizados. Por ello no se molestaron en seguir con atención el movimiento.
Lo cierto es que estos hechos fueron narrados por los propios historiadores romanos, Tácito en sus Anales y en La vida de Julio Agrícola y Dión Casio en Historia romana.
A lo largo de la historia se reitera cierta actitud ambivalente de los conquistadores. Por un lado se refieren a los pueblos conquistados con menosprecio , pero por necesidad, quizás, de que sus aventuras se vuelvan atrayentes añaden cierto exceso de imaginación y cierto delirio imposible de imitar ni siquiera bajo los efectos de drogas alucinógenas. En este caso, Dión Casio dice de Budica que “poseía una inteligencia más grande que la que generalmente tienen las mujeres”, que era alta, de voz áspera y mirada feroz, cabello pelirrojo hasta la cadera, túnica de muchos colores y un manto grueso ajustado con un broche. Siempre usaba un grueso collar de oro. Semejante figura hipnotizante me recordó al memorable discurso de Gabriel Garcia Marquez ante la Academia sueca en ocasión de recibir el Premio Nobel en 1982 para mostrar la poderosa imaginación de los conquistadores españoles respecto de nuestro continente y que después de la Independencia , muchos de sus hijos putativos heredaron. Comienza así:
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonios más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud , el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro. (Vale la pena leerlo completo)
Luego de esta digresión, sigamos con Budica. Su esposo Prasutagus era rey de la tribu de los icenos en el este de lo que hoy es Inglaterra. Podría decirse que si bien tuvieron algunos roces con los romanos , no les había ido tan mal desde el año 43 en que Claudio y sus generales llevaron a cabo la conquista romana de Britania. Los icenos no formaron parte del territorio invadido porque fueron incluidos en el estatuto de aliados y
Prasutagus gozó de una larga vida de riquezas. Claro, no pensó que no hay que fiarse de los Imperios y como no tenía hijos varones y aunque las hijas podían seguir perteneciendo a la realeza, sabía bien que sin heredero varón no podía asegurarse la independencia formal del Imperio. Prasutagus decidió nombrar al emperador romano coheredero de su reino junto con sus dos hijas. Este tipo de testamentos eran habituales en la época romana y al menos durante la vida del rey cliente se respetaba un status de semi-independencia.
Esa especie de “relación carnal” con el Imperio terminó cuando Prasutagus murió. No sólo ignoraron el testamento sino que su reino fue anexado como si hubiera sido arrebatado en una conquista. Confiscaron las tierras y todos los bienes y los nobles pasaron a ser esclavos.
Prasutagus podría considerarse un pionero de los tantos aliados de los Imperios a través de la historia. Había vivido pidiendo préstamos a los romanos , tal era la confianza que les tenía, y al fallecer, todos sus súbditos quedaron ligados a esa deuda, que Budica, su esposa, no podía pagar.
Dion Casio dice que los romanos desencadenaron la violencia saqueando las aldeas y tomando esclavos como pago de la deuda y Tácito acota que los romanos azotaron a Boudica y violaron a sus dos hijas, lo que desató la furia incontenible de la reina.
Parece que aprovechando que mientras el gobernador Cayo Suetonio Paulino estaba en campaña contra británicos rebeldes en el norte de Gales, los Icenios conspiraron con otros pueblos vecinos para levantarse contra los romanos y eligieron a Budica como su líder.
Quizás esta reina en rebeldía y sus súbditos recordaron a sus ancestros que habían luchado contra Julio César cuándo desembarcó por dos veces en Britania, pero Dion Casio prefiere narrarnos el novelón que pone misterio en las Conquistas según el cual Budica empleó un método de adivinación liberando a una liebre de los pliegues de su ropa e interpretando la dirección en que corría, e invocó a Andraste, la diosa de la victoria entre aquellos británicos. Lo cierto es que Budica pudo reunir muchos pueblos porque existían razones fuertes para estar resentidos. El templo erigido al emperador Claudio en lo que hoy es Colchester fue construído y mantenido a expensas del trabajo y las cargas pecuniarias de sus habitantes. La ciudad muy mal defendida fue destruída e incendiada por los guerreros de la reina viuda. Enviaron refuerzos de Roma pero las legiones fueron derrotadas. Así también cayeron otras plazas importantes.
Por fin, Suetonio y Boudica entablaron combate en la famosa batalla de Watling Street. Los romanos estaban en inferioridad numérica pero desarrollaron su estrategia al elegir un terreno difícil para emboscadas además de estar bien armados y disciplinados. La masacre fue total y al no poder romper la formación enemiga, los britanos sintieron pánico y comenzaron a retroceder, aplastándose unos a otros mientras los romanos seguían su avance implacable tal como lo ordenara Suetonio.
Los romanos no tuvieron piedad, ni siquiera de mujeres encintas y niños y durante horas se dedicaron a asesinar a los heridos y a perseguir a los que pretendían huir. El propio Nerón admitió que el escarmiento a los rebeldes había sido muy duro.
Según Tácito, Budica se envenenó para evitar que los romanos la atraparan aunque existieron también otras versiones.
Budica fue totalmente olvidada durante la Edad Media y recién aparece durante el Renacimiento. Dos contemporáneos de Shakespeare escribieron una obra de teatro y en 1782 apareció un popular poema escrito por Cowper.
Y aquí llegamos al punto que personalmente me interesa porque la reiteración de hechos como los que relato a continuación constituyen el eje de mi escepticismo frente a la interpretación de los registros históricos. Desde los clásicos, hubo historiadores que fueron escribas a sueldo de los gobiernos de turno y también hubo quienes escribieron para demostrar una tesis. En ambos casos “al amigo ni lo injusto, y al enemigo ni lo justo”. Veamos:
La fama de Budica tomó proporciones gigantescas durante la era victoriana. La reina Victoria fue considerada su digna heredera y Lord Tennyson, el poeta laureado de la reina escribió en su honor el poema Boadicea (Buduka)
También un buque de guerra fue bautizado como Her Majesty Ship Beodicea.
El príncipe Alberto financió una gran estatua de bronce de Boudica y sus hijas en su carro de guerra que más bien parece del imperio persa o asirio y no el de los pueblos “bárbaros” que habitaban la ínsula de entonces. Se instaló en 1905 cerca del Palacio de Westminster , sede del Parlamento británico, en Londres, con dos versos de un poema dedicado a Boudica y al Imperio Británico: “Regiones que el César nunca conoció/tus herederos dominarán”
¡Que ironía! La mujer rebelde que enfrentó a las legiones de un Imperio se transforma en el emblema de otro gran Imperio. Parece que a la Reina Victoria la enorgullecía cuando la llamaban Beodicea. ■
Es muy interesante y, por supuesto, es la primera vez en mi vida que escucho sobre Budica. Las rebeliones en algunos países de medio oriente y Africa traen a los medios las luchas de los pueblos en la historia lejana y cercana. Siempre el poder es lo que mueve a los líderes, y nunca la justicia. En fin, raza humana, qué engendro extraño! Un abrazo
ResponderEliminarCristina , que buen aporte! Yo carecía de esa información . Pienso que se da eso de que la historia ha sido escrita por machos y para machos, la primera divisíon en la Sociedad cpitalista.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
amelia
No conocía a esta verdadera heroína, oculta por intereses y por la historia.
ResponderEliminarGracias por tan importante información, Cristina.
Felicitaciones a la Revista.
MARITA RAGFOZZA
Muchas gracias por los comentarios. Parece que todas coinciden: la pobre Budica o Beodicea fue ignorada fuera del ámbito angloparlante y ya hemos visto que al fin, en su tierra, se la glorificó precisamente en sentido contrario al de su lucha.
ResponderEliminarCristina
Resalto tu escritura y la gama de conocimientos que siempre aportás a tus escritos. Una magnífica colaboración, Cristina.
ResponderEliminarandrés
Coincido con Andrés, tus aportes son siempre interesantísimos Cristina. Un abrazo.
ResponderEliminarLily Chavez
Una vez mas, me adelanto a agradecer los mensajes , quizás porque me llegaron mucho y los aprecio, y también porque a veces me sorprende que sigan los mensajes. En esta página siempre hay mucho para leer y muy bueno,y cabe la posibilidad de que los compañeros-colaboradores y lectores no tengan tiempo para leer y dejar mensajes a todos. Pero con esa idea me quedaron dos sin agradecer: Andrés Aldao y Lily Chavez. Valoro mucho las palabras de ambos y me incentivan mucho a seguir escribiendo.
ResponderEliminarMuchas gracias
Cristina