CARLOS ARTURO TRINELLI
Arrabal
Eusebio Carmona paseaba su estampa por el empedrado. Vestía un traje a rayas en el que la luna remarcaba el brillo de cien planchadas. El pelo engominado asomaba negro bajo el sombrero. A poco de llegar al Club Social divisó una silueta en la puerta.
Luisa Ochoa llegó más temprano al baile que otros sábados. La típica aún no comenzaba y ella tomó ubicación en la glorieta al final del pasillo.
Desde el fondo de su espera Hilario Chávez lo vio llegar. Con parsimonia abandonó el halo de luz amarillenta que irradiaba el farol y se ubicó en la oscuridad que no reflejaba su sombra.
Cuando Carmona se detuvo frente a él, lo miró fijo a los ojos y adivinó en ellos igual intención. Detrás de sus largas sombras caminaron en silencio. Llegaron a la esquina opuesta y entraron al descampado.
La orquesta comenzó a tocar Allá en el bajo.
Afuera del club la música apenas ahogaba los choques de los cuchillos empuñados con firmeza.
Adentro, Luisa no sabía con quién bailaría esa noche. ■
más buenos aires que nunca bajo tu palabra justa, descriptiva. me encantó. susana zazzetti.
ResponderEliminarEnhorabuena poder leer este texto que yo también lo creo una parte de Buenos Aires. Fernando de Zárate.
ResponderEliminarBasta leer e imaginar: todo está dicho en el texto. Gladys
ResponderEliminarNo conocía ese rostro breve y tajante de tu narrativa, Maestro Trinelli. Y en él reconozco los signos de la maestría que tus letras suelen portar como un estandarte. Ese sabor arrabalero me fascina. Como de hábito, encantada por leerte, me curvo en respetuosa reverencia. Y te abrazo con el acostumbrado afecto.
ResponderEliminarTania Alegria
Un muy buen cuento breve. Con elemtos mínimos se logra el clima , se "ve" la historia. Felicitaciones.
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