ANDRÉS ALDAO
Ocho Años No Es Nada...
Una foto ajada y descolorida sobre el muro. Desde su interior, Angelito Vargas lo observa con mirada compasiva. “Imposible escucharlo cantar sin verlo con el funyi y esa cara de porteño melancólico”, barrunta Miguelito tirado sobre el camastro de su celda.
Dormita... Los compañeros están en la visita. Miguel Chorriño (a Dedos Brujos), masculla: Seguro que Felisa hoy no viene... Mejor –se consuela–, últimamente está muy agresiva, es imposible hablar con ella..
¡Chorriño, visita! Se levanta con parsimonia, contempla su facha en el espejo y constata que debe afeitarse. Se da una fugaz pasadita y sale al pasillo.¡Celador!
El guardia se aproxima, abre la celda y otro carcelero lo acompaña hasta la sala de visita. Se allega a la mampara y aguarda. Felisa se acerca, se sienta y lo mira con cariño. Y rabia, mucha rabia. Se saludan tocándose las manos. Comentan las novedades, abogado, apelaciones, juzgado. Luego, un hosco silencio. Ella lo hace trizas... partículas de papel casi invisibles. Él mastica los triples sin los postizos: se los olvidó en la celda.
−¿Cuándo vas a aprender, Miguelito? ¿Te molestaba vivir tranquilo? Hacía quince años que largaste el choreo. Compramos el quiosco para alejarte de la gentuza del barrio. Te lo vine diciendo todo el tiempo: no vuelvas, no reincidas, no nos falta nada, te lo dije, ¡cuántas veces que te lo dije! ¡Largá, no se te ocurra! Te lo dije. Pero también en Caballito tenías que reunirte con la “mala junta”, con los atorrantes y quinieleros ¿eh?
−Sí, sí, Felisa —le dijo con la boca llena de miga—, pero también me dijiste otras cosas... ¿te olvidaste? Querías esa cadena de oro igualita a la que tiene tu cuñada, ¿sí o no? Me dijiste que estás podrida de vivir en un departamentito, que querías cambiar todos los muebles... Y además, ¿no dijiste lagrimeando: Estoy tan alejada del centro. Dijiste, dijiste, ¡ acordate de todo, Felisa!
−Es cierto, Miguelito; ¿pero cómo se te ocurre asaltar un banco? ¿Qué sabés vos de bancos, estúpido? Vos, un “escruchante” de mala muerte. Y con esos dos estúpidos, ¿de dónde los sacaste?
El Jaimito ese, chofer “profesional”: madre mía, pero si ese tipo no es capaz de manejar ni un monopatín! ¿Te das cuenta, viejo? El infeliz está al volante del auto comiendo un sánguche de salame y queso, papando moscas...
Dije “el auto”: ¿Cómo pensate preparar un robo y pretender escaparte en un Renó del 80? ¿Y el otro... el de la “pesada”? Parado en la puerta del banco con una pistolita 22, escarbándose sus mugrientos mocos y sonriéndose como un tarado mientras vos apretabas al gerente. ¡Dios mío!
−Me los recomendaron viejos amigos del Bar Fénix, Felisa, ¿qué culpa tengo yo?
−¡Pero qué me contás! Vos estabas jubilado, no más escruches, me decías en tu lunfa enmohecido... Teníamos nuestro casita, el quiosco con loto y prode, no nos faltaba nada... ¿Y ahora? Vos en Devoto, apareciste en los diarios con foto y prontuario. Y todos los vecinos me vienen a visitar. En realidad vienen a darme el “pésame”. Jugando al pistolero, al chorro de la pesada. Encima, el juez te bajó ocho años, ay Dios mío, Miguelito.
−Dale, Felisa, no te aflijas: ocho años no es nada, pasan pronto, y te prometo que desde ahora, ¡chau al afano! Estaremos juntos en casa mirando la TV , jugando a la dama y el dominó, y de vez en cuando algún polvito para entretenernos, vas ver...
−Ya no me causan gracia tus pavadas. ¿De qué me estás hablando, viejo tonto? Aparte de dormir sola en la cama como una viuda, vender todo lo que ahorramos en tantos años para pagarle al abogado, traerte paquetes, vivir de mi pensión de puta vieja y jubilada ¿todavía me hacés chistes? ¿Sólamente ocho años te dieron?
Maldito seas, Miguelito: vos ya tenés setenta y cinco pirulos... Con tu reuma, cuando cumplas la condena vas a ser un artrítico acabado, chocho y babeando como una canilla sin cuerito. Y seguro que vas a estar pegado a un sillón de ruedas! Yo te lo dije, te lo dije, ¿te acordás? Mi madre querida... ochenta y tres años... ¡si es que llegás! ■
Te leo completo Aldao y que buena forma nueva se perfila. Felicitaciones si desde mi poca estatura cabe. Me encantaría leer algunos de estos textos en el blog rioplatense.
ResponderEliminarHablo en plural de los textos porque no es el único. Son excelentes. Abrazo
tal cual: te dije, me dijiste, tu culpa, el barrio, los amigos. nada tan réplica de la realidad pero expresado casi con alegría.un placer su lectura. susana zazzetti.
ResponderEliminarTal vez este sea un relato más recatado,a los que estamos acostumbrados pero en ningún momento el narrador en vos pierde el lenguaje adecuado, el manejo de la situación, ese texto estimulado que se nota en todo momento. Un abrazo Aldao. Siempre lo tuyo es bienvenido.
ResponderEliminarLily Chavez
Me parece un texto excelente. Me impresiona la imagen. Gladys.
ResponderEliminarTerrible texto y a la vez pleno de un humor que no me atrevo a colorear... Muy bueno, Andrés, felicitaciones. Fabiana León
ResponderEliminarEste ralato nació en la primera oportunidad en que participé de un taller dirigido por Samuel Pecar, escritor y fundador de AIELC, la asociación de escritores en lengua castellana en israel, cuya secretaría general ocupé desde mayo del 2000 hasta diciembre de 2006.Por supuesto, corregido...
ResponderEliminarAndrés
¡Qué cuadro se me produjo en la mente al leerlo!Una visita carcelaria entre dos que los separan mucho más que las rejas, el encierro y la vida libre.
ResponderEliminarExcepcional, Andrés-
MARITA RAGOZZA
Y es que Caballito fue un barrio duro, excelente pintura costumbrista con un atinado manejo del lenguaje, un abrazo, Carlos Arturo Trinelli
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