SUSANA ZAZZETTI
OMAR KHAYYAM:
de una hoja encontrada entre los apuntes del poeta. ( a S.Z)
Apareció el sol en el oriente. ¿ya es de mañana? he bebido hasta el amanecer y, entre sorbo y sorbo, busco a Dios y no lo encuentro. Soy el hijo de Khayyam, el carpintero. Mi padre es mi dios. Nadie lo comprende. Me siguen, me persiguen, me encarcelan, me gritan borracho, hereje, hombre sin fe. No saben lo que siento, no saben de esta soledad tan sola, tajamar de mis días, tan numérica como este día de 1099 en que envejezco.
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Hoy sopla un viento fuerte. Me siento sobre la piedra, siempre la misma. ¿Qué misterio encerrará? Silencio. Soledad. Silencio. No hay nadie cerca. A veces, como ahora, una muchacha pasa a mis espaldas y cree que no la veo. Si me vuelvo a mirarla, ella baja su cabeza y oculta entre los velos su rostro. No conozco sus ojos, sólo su figura delgada, menuda, y esa manera sigilosa y envolvente de andar, como si caminara solamente con sus caderas. Al verla me pregunto ¿ qué pensará de Dios? ¿creerá en el amor? ¿lo estará sintiendo?. Creo que las mujeres exigen demasiado del hombre, se desilucionan pronto y buscan lo que no se les ofrece.
Ahora anochece en todo Persia. Surgen peligros ocultos. Tal vez debiera conversar con ella, pero tal vez no me conoce, tal vez no reparó nunca en mi presencia, no sabe de mí.
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Hoy sopla un viento fuerte. Me siento sobre la piedra, siempre la misma. ¿Qué misterio encerrará? Silencio. Soledad. Silencio. No hay nadie cerca. A veces, como ahora, una muchacha pasa a mis espaldas y cree que no la veo. Si me vuelvo a mirarla, ella baja su cabeza y oculta entre los velos su rostro. No conozco sus ojos, sólo su figura delgada, menuda, y esa manera sigilosa y envolvente de andar, como si caminara solamente con sus caderas. Al verla me pregunto ¿ qué pensará de Dios? ¿creerá en el amor? ¿lo estará sintiendo?. Creo que las mujeres exigen demasiado del hombre, se desilucionan pronto y buscan lo que no se les ofrece.
Ahora anochece en todo Persia. Surgen peligros ocultos. Tal vez debiera conversar con ella, pero tal vez no me conoce, tal vez no reparó nunca en mi presencia, no sabe de mí.
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¿Qué hora será? se va el tiempo entre mis dedos. Estoy solo como siempre, bajo un árbol. Hay un pájaro que tiene su nido en esta rama. Yo le pediría que me regalara su libertad que es tan libre, le daría mis versos, éstos ,los que leo a media voz. Al paso, algunos caminantes se acercaron, por sus rostros y por las expresiones de sus rostros están espantados de lo que digo: "Bebe vino a la luz de la luna que tal vez mañana la luna te busque y será en vano" la finitud de la vida, la evanescencia del amor. Este es mi pensamiento, la temporalidad de las cosas, el definitivo correr de los días, el poder que encierra este vaso, la inseguridad de Dios. Busco el origen, la esencia del ser y la materia. Nadie entiende pero todos fingen entender, fingen una felicidad que en lo más profundo sé y saben que no existe. Falsos profetas. Seres atormentados
. Como yo. l
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Se ha puesto rojiza la tarde. De nuevo la muchacha, siempre sola. No es sacerdotisa, estoy seguro, pero tiene un halo de dulzura. ¿Le gustará el vino?Tal vez escriba poemas. ¿Por qué vagará siempre por aquí? A lo mejor le gusta este árbol, el pájaro en su nido. ¿No teme de mí? Sabe que no hay nadie a su alrededor, debería tener cuidado, al menos, de los hombres. Ahora se lo diré. ¡Ah! no, no pude, ya se ha ido.
...........
Hoy, nuevamente, escuché sus pasos sobre las hojas. Rumor de otoño alterado. Volví mi rostro y ella estaba ahí, aquí, de pie, quieta, a mi espalda.
Ondulaciones de fuego en mi cuerpo.
Me levanté y dejé la copa sobre la piedra. Me acerqué, puse mis manos sobre su mentón y levanté su rostro. Ondulaciones de fuego en mi cuerpo. Pude ver sus ojos verdes, luminosos, con ansias. Me vi detrás de su mirada y comprendí. El silencio trajo un gramo de luz en la furia de mi sangre. El silencio habló por los dos. Como si tuviera un gorrión herido entre mis brazos, suavemente le quité su liviano ropaje. La túnica cayó a mis pies. Se oía el galopar al unísono de los dos corazones. Me desnudé también. Bajo la colgadura del ocaso entendí que me estaba esperando, esperando, y de pronto, todo el color gualda del día me embriagó más que cualquier vino y en la espesura de su piel me perdí, me confundí con su cuerpo y ni siquiera tapados por la hojarasca amarilla que le sonreía a la luna. Ondulaciones de fuego en los dos cuerpos. Soy Omar Khayyam, un hombre común.
¿Qué hora será? se va el tiempo entre mis dedos. Estoy solo como siempre, bajo un árbol. Hay un pájaro que tiene su nido en esta rama. Yo le pediría que me regalara su libertad que es tan libre, le daría mis versos, éstos ,los que leo a media voz. Al paso, algunos caminantes se acercaron, por sus rostros y por las expresiones de sus rostros están espantados de lo que digo: "Bebe vino a la luz de la luna que tal vez mañana la luna te busque y será en vano" la finitud de la vida, la evanescencia del amor. Este es mi pensamiento, la temporalidad de las cosas, el definitivo correr de los días, el poder que encierra este vaso, la inseguridad de Dios. Busco el origen, la esencia del ser y la materia. Nadie entiende pero todos fingen entender, fingen una felicidad que en lo más profundo sé y saben que no existe. Falsos profetas. Seres atormentados
. Como yo. l
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Se ha puesto rojiza la tarde. De nuevo la muchacha, siempre sola. No es sacerdotisa, estoy seguro, pero tiene un halo de dulzura. ¿Le gustará el vino?Tal vez escriba poemas. ¿Por qué vagará siempre por aquí? A lo mejor le gusta este árbol, el pájaro en su nido. ¿No teme de mí? Sabe que no hay nadie a su alrededor, debería tener cuidado, al menos, de los hombres. Ahora se lo diré. ¡Ah! no, no pude, ya se ha ido.
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Hoy, nuevamente, escuché sus pasos sobre las hojas. Rumor de otoño alterado. Volví mi rostro y ella estaba ahí, aquí, de pie, quieta, a mi espalda.
Ondulaciones de fuego en mi cuerpo.
Me levanté y dejé la copa sobre la piedra. Me acerqué, puse mis manos sobre su mentón y levanté su rostro. Ondulaciones de fuego en mi cuerpo. Pude ver sus ojos verdes, luminosos, con ansias. Me vi detrás de su mirada y comprendí. El silencio trajo un gramo de luz en la furia de mi sangre. El silencio habló por los dos. Como si tuviera un gorrión herido entre mis brazos, suavemente le quité su liviano ropaje. La túnica cayó a mis pies. Se oía el galopar al unísono de los dos corazones. Me desnudé también. Bajo la colgadura del ocaso entendí que me estaba esperando, esperando, y de pronto, todo el color gualda del día me embriagó más que cualquier vino y en la espesura de su piel me perdí, me confundí con su cuerpo y ni siquiera tapados por la hojarasca amarilla que le sonreía a la luna. Ondulaciones de fuego en los dos cuerpos. Soy Omar Khayyam, un hombre común.
Susana Zazzetti
Susi !que apuntes!! hermosa prosa poética en su más alto bullir y una historia grande del hombre simple que escribe su palabra.
ResponderEliminarCelmiro
Muy bueno, siempre me gusta. Presentado así el vértice de mi admiración crece montañas. Abrazo
ResponderEliminarMaría
OMAR KHAYYAM...era yo una adolescente y ya tenía un viejo libro de él heredado o una pequeña antología no sé....y su poema sobre el vino que aprendí a recitar y que ahora me dio ganas de buscar y recordar.
ResponderEliminarLily Chavez
Como no fue un hombre común todavía tiene vigencia su sabiduría, la cual no le significó en la vida del autor negarse a gozar de la vida.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA
Qué bello, Susana, narrado con dulzura, conocimiento y profunda sutileza. Es un texto para recordar. Norma Evaristti.
ResponderEliminarBellísima prosa, de "un hombre común", que aborda temas universales, perennes inquietudes, con sabiduría, sencillez y humildad.
ResponderEliminarGracias Susana por tan bello regalo.
Juany Rojas
No se puede esperar otra cosa de una sensibilidad tan evidente. Felicitaciones. Cacho Cruz.
ResponderEliminarFue un regalo de julio frío para endulzar tu alma. T aprovecho para agradecer tu HEROICA E INCESANTE CORRESPONSALÍA PARA LA REVISTA.
ResponderEliminarandrés