
el paso del tiempo
En los días que corren hay un sin fin de textos, poemas, homenajes, recuerdos y memoria por los crímenes del sistema militar y gorila, desde junio de 1955 hasta 1983, rechazados en estos momentos por algunos políticos y personajes desafectos de la verdad y genuflexos antes sus intereses. Preferimos editar las palabras de Gelman sobre Paco Urondo, y dos poemas de este gran poetas argentino. A.A.
PALABRAS DE JUAN GELMAN SOBRE PACO URONDO
Dicen que un escritor atraviesa al morir un purgatorio de veinte años en la memoria pública. El plazo está más que cumplido para ese gran poeta que fue –que es– Francisco Urondo, caído en combate contra la dictadura militar un día de junio de
No hubo abismos entre experiencia y poesía para Urondo. "Empuñé un arma porque busco la palabra justa", dijo alguna vez. Corregía mucho sus poemas, pero supo que el único modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al misterio de la gente. Paco fue entendido en eso v sus poemas quedarán para siempre en el espacio enigmático del encuentro del lector con su palabra.
Buitres de la derrota –que siempre se han cuidado mucho cada centímetro de piel– le han reprochado a Paco su capacidad de arriesgar la vida por un ideal. Paco no quería morir, pero no podía vivir sin oponer su belleza a la injusticia, es decir, sin respetar el oficio que más amaba. El había escuchado el reclamo de Rimbaud: "¡Cambiad la vida!". Estaba convencido de que sólo de una vida nueva puede nacer la nueva poesía. Mi confianza se apoya en el profundo desprecio / por este mundo desgraciado. Le daré / la vida para que nada siga como está, escribió. Fue –es– uno de los poetas en lengua castellana que con más valor y lucidez, y menos autocomplacencia, luchó con y contra la imposibilidad de la escritura. También luchó con y contra un sistema social encarnizado en crear sufrimiento, para que el mundo entero entrara en la historia de la alegria. Las dos luchas fueron una sola para él. Ambas lo escribieron y en ambas quedó escrito.
Juan Gelman
PACO URONDO, POEMAS
Bar "La Calesita "
Es el fondo de un bar. Es un lugar parecido a una
cueva donde uno se sienta, bebe y ve pasar a
hombres enrarecidos por distintos problemas. Es una
gran linterna mágica.
Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus
criaturas. Uno se siente allí ferozmente feliz.
Acaba de aparecer el primer hombre, apenas ha
aprendido a caminar, aún no sabe defenderse.
El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta.
El ocaso de los dioses
No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos, en el
vuelo de las hojas y mis pasos quieren reiniciar
las maderas de la adolescencia.
Pero todo está abandonado, no hay nada que pueda
favorecernos; ningún aire de inconsciencia, ningún
reino de libertad. Sólo hábitos tolerantes haciendo
crujir nuestra memoria. "Ha estado bien", decimos.
Dueños del incendio, de la bondad del crepúsculo,
de nuestro hacer, de nuestra música, del único
amor incoherente; soberanos de esa calle donde los
tactos y la impresión hicieron su universo.
Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo
nombre y tu gesto son una forma nocturna que en
esa constelación crece y sabe enrostrar nuestra
culpa.
Y todo termina con una esperanza, con una dilación
–"ha estado bien"–, o en un bostezo, o en otro
lugar donde es menester el coraje.
Es el fondo de un bar. Es un lugar parecido a una
cueva donde uno se sienta, bebe y ve pasar a
hombres enrarecidos por distintos problemas. Es una
gran linterna mágica.
Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus
criaturas. Uno se siente allí ferozmente feliz.
Acaba de aparecer el primer hombre, apenas ha
aprendido a caminar, aún no sabe defenderse.
El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta.
El ocaso de los dioses
No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos, en el
vuelo de las hojas y mis pasos quieren reiniciar
las maderas de la adolescencia.
Pero todo está abandonado, no hay nada que pueda
favorecernos; ningún aire de inconsciencia, ningún
reino de libertad. Sólo hábitos tolerantes haciendo
crujir nuestra memoria. "Ha estado bien", decimos.
Dueños del incendio, de la bondad del crepúsculo,
de nuestro hacer, de nuestra música, del único
amor incoherente; soberanos de esa calle donde los
tactos y la impresión hicieron su universo.
Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo
nombre y tu gesto son una forma nocturna que en
esa constelación crece y sabe enrostrar nuestra
culpa.
Y todo termina con una esperanza, con una dilación
–"ha estado bien"–, o en un bostezo, o en otro
lugar donde es menester el coraje.
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Gracias por los textos. Magnífico pese al horror. Abrazo. Amelia
ResponderEliminarLas palabras de Gelman contienen el valor agregado de la lucidez y la solidaridad militante. Los poemas de Urondo la sencillez y el candor del poeta. Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarCoincido con Arturo, excelente y gracias por la publicación, vale la pena.
ResponderEliminarLily Chavez.
no me gustooo wacalaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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