JOAQUIN GIANNUZZI
Muchacha en una fotografía |
Parece domingo en el jardín y en todo el mundo. La escena ha demandado mucho cielo para mi gusto, pero la causa es tal vez una convicción secreta del fotógrafo. En el fondo, una vibración moteada de sol, con flores y hojas que se acumulan hasta obtener una alegría que no necesita explicación. De modo que ella esta de pie, sonriendo enteramente, con un resto de viento en los cabellos. Pero mira hacia adentro y se complace en su anónima carne y supone que la imagen retiene algo más que su parte mortal. Si en eso se equivoca es asunto suyo y nada puedo hacer al respecto. O quizás tenga razón y de este lado la superficie de la existencia me despedaza y devora por dentro y por fuera. |
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Lluvia nocturna detrás de la estación de servicio |
Bajo la lluvia nocturna, una tumba caótica de cosas abandonadas a sí mismas que demora en cerrarse. Pero todavía el conjunto puede volverse creador sobre su propio sueño. En esta decantación del desorden una fría suciedad pegajosa, un estado de frontera de objetos a punto de perder su identidad. En la inmóvil confusión gotea el agua silenciosa. Envuelve llantas reventadas, botellas astilladas, ruinas de plástico, recipientes chupados, cajones despanzurrados, metales llevados a un límite de torsión, quebraduras, andrajos no identificados, asimetrías tornasoladas por la grasa negra. He aquí una crisis de negación en esta abandonada degradación intelectual de criaturas seriadas, nacidas a partir de la materia martirizada, la idea y el deleite y que fueron manipuladas, raspadas, roídas, girando sobre chapas rígidas y correas de transmisión y en definitiva condenadas por lo monótono. Pero en aquella derrota humana de las cosas, en los desperdicios mojados podían descubrirse figuras creadas a partir de la mezcla, diseños irreales arrebatados a lo fortuito: y entre gotas de lluvia y aceite quemado una intención de belleza y de formas cumplidas bajo la maloliente oscuridad. ''''''''''''''''''''''''''''''''''' |
No hace tanto, cuando le hice una nota a Hugo Caamaño (amigo también del querido Máximo) fue en un café, en el Opera, y Hugo no sólo contaba de sus cosas, de su vida, de su escritura, cada dos por tres se daba vuelta hacia una mesa cerca del mostrador e inevitablemente tiraba bocadillos de sus reuniones en ese lugar con Giannuzzi , yo había leído bastante de él pero a partir de Hugo, empecé a comprender su poesía,que evidentemente tenía mucho que ver con su forma de ser y ver las cosas. Y leer ahora estos poemas, le dio un sabor muy dulce a mi mañana. Gracias
ResponderEliminarLily Chavez
Hermosa su prosa poética donde describe tan bien la carne como el metal y sosiega todo mi hambre.
ResponderEliminarCelmiro Koryto
Nada que no haya dicho este genial poeta. Gracias por trerlo. Amelia
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