domingo, 28 de marzo de 2010

REINA ROFFÉ


En_sueño






Hace tiempo que tenía ganas de escribir sobre Buenos Aires porque es una ciudad que, sobre todo a la distancia, se añora mucho. Primero fui a Estados Unidos, luego volví a Buenos Aires una vez recuperada la democracia y después viajé a Madrid más que nada por cuestiones laborales. Yo vivo en España pero vivo pensando en Buenos Aires, mi ciudad, mi lugar soñado” dice con emoción la escritora Reina Roffé

capítulo de La Rompiente (Vlll)

Tomo distancia y me veo como si fuese otra. Una mujer que camina mirando para abajo, mirando el empedrado o las baldosas de la acera. Lleva un paquete. (Sé que es un espejo biselado que ahora está envuelto en papel madera). Se ve muy frágil. Es una mujer para plano medio, más precisamente para rostro en primer plano. Ella siempre se  en el espejo del botiquín. Camina y mira los pies de los transeúntes. Acaba de comprar un espejo grande (para mirarse de cuerpo entero). Un paseo por las calles muestra la fachada de algunas casas viejas, uno que otro baldío y edificios altos: no es una zona para apreciar arquitecturas -por ahí algunos tolditos parisienses que adornan los negocios y las peluquerías de damas o de caballeros. Pero mejor es verla en fondo neutro transportando con mucho cuidado el objeto que acaba de comprar. Se aproxima a lo que es supuestamente su casa. La entrada no tiene nada digno de destacar. Hay personas en la puerta, chicos que hacen gracias. En el departamento el hombre la espera, aunque debería estar en otra parte. Y su expresión es de desagrado: tiene el ceño severo. (Recuerdo que cuando ella regresa de un largo o corto paseo el hombre se pone hosco y sus frases son áridas y cortantes. Sé también que él solía decirle: "Cuando dos personas andan bien se funden una en la otra". Ella acata las sentencias del hombre, casi todas. Sin embargo considera que ella es sola y necesita de vez en cuando estar sola. Y a veces necesita estar acompañada, sin dejar de ser sola. Pero calla porque esto la averguenza). Ahora va a intentar poner el espejo en la parte interior de la puerta del placard, antes clava unas grapas en la madera. El hombre se pasea del comedor al dormitorio. Ella deja el martillo, toma el espejo y trata de encajarlo entre las grapas; dos están flojas. El hombre se asoma y desaprueba. Ella coloca el espejo nuevamente sobre la cama y toma otra vez el martillo. El sigue cada movimiento. Ella martilla las grapas sueltas, pero uno de sus dedos, uno de los que sostienen la grapa, recibe un golpe que le hace abrir la boca y respirar aire. Su boca abierta describe el dolor, los labios se distienden, empalidecen. El hombre gruñe. Y los ojos de ella se cristalizan. El se acerca , intenta consolarla . Ahora ella llora y no quiere oir nada. Trata de componer su dedo lastimado, lo acaricia, lo humedece y llora. El dice: ¿Te duele? . . . al menos tenés dedos que te duelan. Ella vuelve a golpear sobre las grapas. El se queda ahí mirándola. Y su mirada molesta. Ella dice: ¿No ibas a visitar a un amigo? El responde: ¿Te molesta que me quede en mi casa? Ella deja de golpear, manipulea el martillo, amaga romper el espejo. El continúa: ¿Ya lo olvidaste, olvidaste que detesto mirarme? Ahora ella quiere irse pero él la detiene: Hagamos las cosas correctamente. Voy a indicarte cómo poner las grapas. Ella disiente. El dice: Me estás hiriendo. Ella recuerda su dedo y se lo acaricia. Después dice: Voy a dar una vuelta, regreso pronto. Y se va. Llega sólo hasta el palier y regresa. Ahora ella está golpeando la puerta del baño: lo está llamando. El no responde. El está frente al botiquín..Hay un vaso con agua. En su mano, en su única mano tiene una cápsula de estricnina. Pone la cápsula al lado del vaso. Con dificultad se baja los pantalones y se sienta sobre el inodoro. Del otro lado, ella golpea y suplica. Dice: No voy a dejar de llamar hasta que abras. Entonces recuerda que le duele el dedo, deja de golpear y se lo acaricia. El continúa sentado sobre el inodoro y llora sin emitir ningún quejido. Se levanta. Toma la cápsula, la mira, la deposita sobre la pileta. Voltea el vaso. Bebe el único sorbo que queda. Los pantalones caídos le impiden retroceder al inodoro. Se los sube, se sienta. Oye que ella dice: Es infantil, es ridículo. No lo vas a hacer; no lo hiciste antes, menos ahora. Así que no pierdas el tiempo encerrándote ahi adentro. Ella se aleja de la puerta con pasos ruidosos, luego se deja caer sobre un sillón; grita: Sos peor que una mujer. El responde: Soy como si fuese una mujer y como una mujer me voy a matar. Ella no dice nada. El espera que ella diga algo. La espera es inútil, entonces él dice: Si fuese realmente un hombre, un hombre entero, tendría un revólver, cargaría con una bala ese revólver, con una bala muy certera me pegaría un tiro. Ahora ella espera que él diga algo más, pero él no dice nada. Ella pone en hora un reloj y le da cuerda. El vuelve a llenar el vaso con agua. Por fin, ella dice: Voy a darte cinco minutos, nada más que cinco minutos. Cumplido el plazo me voy a colgar de la araña con la soga de tender ropa. Y yo sí que lo hago. Cuando decidas dar la cara voy a estar sacándote la lengua, porque ésa va a ser la primera imagen y la última que tendrás de mí. Yo, sacándote la lengua. El se pone la cápsula en la boca, pero inmediatarržente la escupe. Con apuro se baja los pantalones y vuelve a sentarse en el inodoro. Ahora ella se dirige al dormitorio. Toma el espejo y se ve reflejada. Lo coloca en la puerta del placard. Hace entrar primero un borde, después el otro. EI espejo queda torcido. Ella toma distancia, se tuerce un poco hacia la derecha y se mira. Se mira y sonríe. Se endereza y comienza a mirar con detenimiento su rostro. Un perfil, el otro perfil. Se mira de frente y saca la lengua. Se mira la lengua. Después hace un reconocimiento de su cuello, se lo presiona y sonríe. Su dedo baja y se hunde en el pozo de la tráquea. Se desabrocha los primeros botones de la blusa. Los huesos de la clavícula sobresalen un poco. Entonces decide sacarse la blusa. Observa sus brazos. Observa su abdomen. Toma distancia y se mira en conjunto. Dobla sus brazos hacia atrás y los deja así hasta que consigue desabrochar el corpiño. Pone sus brazos en cruz delante de los pechos. Poco a poco los abre y se mira, palpa. Los junta y sonríe. Ya sus manos se apresuran a quitar la falda. Sostiene la falda fuera de la visión del espejo y la deja caer. Gira y se mira. Gira y sonríe. (El está en el baño‹piensa‹, ya tomó la cápsula. La estricnina surte efecto; se está desplomando. El aliento a nuez vómica y habas de San Ignacio es acre, repugnante. El cae y da con la cabeza en el borde de la bañera. La cabeza se parte en dos como una calabaza). Ahora ella está seria, desnuda frente al espejo. Se mira la punta de los pies. Levanta los dedos. Tiene los poros de las piernas dilatados, de un color rojo púrpura. Ella se mira las piernas y recuerda un sueño que la hace otra vez sonreír. En aquel sueño se encontraba desnuda sobre una mesa. De los poros de las piernas salían como retoños huevos de codorniz. Debía tomarlos delicadamente para que no se rompiera la cáscara. En cada uno de sus costados había una caja. En una iban a parar los sanos, en la otra los que no servían. Horribles fetos de aves se pudrían en el lugar de los desechos. El último huevo que salió de sus poros se quebró. El feto, aún vivo, trató de erguir la cabeza, pero tenía demasiado peso; el cuello pernaneció volteado. Vuelve a pensar en el hombre que está encerrado en el baño. Piensa en ella misma cuando abra la puerta y lo encuentre en un vómito de sangre. Ella se mira en el espejo y la imagen borra el horror. Ahora sonríe y se abraza: tiene la cabeza inclinada sobre su propio hombro. Ahora ella se funde con la imagen del espejo. La calidez de su boca empaña la imagen. En el espejo quedan sus labios imprecisos, la marca de sus labios, un hálito que se va esfumando, una huella en la arena que un viento barre. Ahora suena el timbre. Ella se cubre y va a atender el portero eléctrico. Se oye la voz de alguien que anuncia su llegada. Se oye el agua del sanitario que corre. Se lo ve al hombre que está en el baño apretando nuevamente el botón.  ■

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1 comentario:

  1. imágenes realistas, surrealistas se entremezclan en un texto elaborado con oraciones breves, categóricas de resultado contundente. felicitaciones a la autora. susana zazzetti.

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