martes, 16 de marzo de 2010

CELIA GOURINSKI
Atardecer en la sabana

Noche compañera

Noche compañera, antigua ola de negruras narcóticas,
déjame recordar las risas más sórdidas del acecha
de mí misma, ola de compasiones más salvajes que
el patíbulo, y enséñame a despertar en tu lecho
como si no te interrumpieras nunca por los rostros
niños de los que pecaron y se absuelven en tu poesía



Gran madama de lupanar, estrecha tus vínculos de

fuego con el sol abierto que es tu secreto, y no me
dejes indemne, por si fuera poco haberte amado
tanto



Ábreme te digo, esta aventura de ser tu más fiel com-

pañera de festines ebrios, con un susurro de bellas
bestias a las que no domestica el canto de las sirenas


Yo vuelvo a descubrirte, noche compañera, en el
laberinto que es una queja de puro deseo, lujuria y
miedo que crece, de puras cicatrices que avivas
para que el dolor no sea un espía desterrado, más
bien dolor de hombre y amante, de hombre de
mujer y demonio travieso, dolor de doler cuando la
carcajada miente el sentido trágico del cuento
inconcluso, oh dolor sabio que desnuda el tiempo


Noche compañera, señora del desvarío: acógeme en
tu tierra de infinito horizonte, hiéreme si no adivino
que también me amas en cada hombre en cada
Centauro, en cada vorágine de alta mar


Y me despierto en ti, en los lugares más puros de mi
alma, oh noche compañera, veraz impiedad, amor
impío, espejo cruel, me amo y te amo en el tiempo
de las altas locuras

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