OLGA LILIANA REINOSO
COINCIDENCIA
Desde aquí, mi hermana y yo, podemos disfrutar el paisaje como nunca lo hicimos. Levitamos etéreas, tan cerca de las nubes. Somos dos querubines.
Sin embargo, tenemos memoria de nuestra vida terrenal. Y cuando recordamos el sometimiento, las vejaciones y los tormentos a los que nos sometía mi marido, coincidimos en que nosotras también teníamos ganas de matarlo.
A cuchilladas. Hubiéramos hecho un festival de sangre. La primera, en el pecho. Y después lo hubiésemos despanzurrado como a un colchón de plumas.
Sí, absolutamente, teníamos muchas ganas de matarlo. Aunque ahora no podemos. Porque él está en la cárcel y nosotras acá arriba.
Pero apenas pase el duelo, seguro que nuestra mamita irá a visitarlo y le llevará esos bombones caseros que a él tanto le gustan.
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No hay mayor crueldad que la sutileza al escribir. Nos arranca el dolor desde lo etéreo y no despanzurra en el claro filo de la tragedia. La vida es sólo el empecinamiento que algunos siguen como una rutina.Me encantó su brevedad,me sorprendió la agudeza bien llevada del tema.
ResponderEliminarCelmiro Koryto
me encantó lo tangible del final sugerido. susana zazzetti.
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