jueves, 11 de marzo de 2010

LOS IDUS Y EL EXILIO, por Andrés Aldao

La ceremonia ritual. Cada año, al aproximarse el 24 de marzo, los argentinos que fuimos víctimas de la represión sentimos imperiosa necesidad de salir a la palestra y reiterar el dolor, la condena, el luto y la reivindicación de los caídos. Acto legítimo y necesario dadas las consecuencias trágicas del proceso. "En estas últimas semanas*, y en buena hora, se ha retomado la investigación sobre las actividades de la Triple A, sus consecuencias y las responsabilidades de los ejecutores de los crímenes de lesa humanidad". Fui una víctima de ese período,  cuya desenlace personal se expresa en mi largo exilio. Aunque en marzo de 2007 emití un juicio apresurado y voluntarista…

Deseo puntear algunas reflexiones sobre el efecto de la ausencia del país cuna, y la influencia sobre mi vida personal y literaria, entendiendo que no se limita a mi vida como exilado “excepcional”, sino que fue y es un desenlace obvio e ineluctable para los faltos de "prestigio", para los que se hicieron en el obligado destierro y carecen de "palenques dónde rascarse"…

Estuve entre rejas desde el 1º de noviembre de 1974. durante once meses en coordinación, Devoto y Resistencia. Debí aceptar la única opción que nos permitieron junto a mi amiga, y partir antes que los militares facciosos y ultramontanos terminaran de copar todo el poder. Desde entonces, mi vida física transcurre en una pequeña ciudad de Israel, y mi espíritu, la cultura y la nostalgia me mantienen aferrado a mi país cuna, la Argentina, a mi ciudad y la barriada que fue la segunda madre tutelar, a la que, en una especie de rezo nostálgico, puedo recrear con una estrofa de Tagle Lara:
¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida? /¿Dónde la guarida, refugio de ayer?

El salir del aeropuerto de Buenos Aires, al que llegamos con mi amiga (detenida por el mismo período), y nuestros dos pequeños hijos en el falcon de “coordina” hasta la escalerilla del Sabena, se produjo la ruptura vivencial, nuestra despedida de la patria, el quiebre de todos los sueños, el destierro sin retorno. Aunque aún no lo sabíamos...
Fue entonces, años después, que sin dejar el periodismo ocasional abordé la literatura como la única terapia valedera para salvar mi existencia y alejar la sombra de la muerte rondando mi vida, asfixiada por la melancolía del exilio.
Lejos de la Argentina, toda mi obra transcurre en las orillas del Río de la Plata con personajes que fueron, que son y que serán mis hermanos naturales, mi gente, mi atmósfera. No resulta nada fácil escribir de lugares que quedaron intactos en la memoria, pero que han sufrido los cambios de los años.
Y luego el desarraigo... A pesar de mis viajes a la Argentina (que se espacian...), y la relación con queridos amigos, escritores y poetas, la ausencia es un escarmiento doloroso, la mácula de la lejanía, la ausencia irreversible, la “no pertenencia” cotidiana.

Las consecuencias del exilio son, a veces, crueles. Nunca se termina de volver. Los exiliados que volvieron en 1983 han vivido una continuidad, el regreso de  luego un paréntesis. Los que no tuvimos medios económicos para retornar, ni vivienda donde recalar, ni trabajo asegurado, ni padrino capaz de apañarnos durante un tiempo, debimos resignar y dejar nuestros sueños en el altillo de los proyectos sin futuro.
Luego de 35 años de ausencia, apenas conocido por algunos pocos poetas y escritores, me vienen a la memoria unas palabras de Haroldo Conti, cuyo “exilio” fue la muerte y la desaparición: . Según Conti existen dos clases de escritores:
“Los primeros sirven y se sirven del sistema en aparente oposición a él, apuntan al éxito (un podrido valor burgués) por encima de cualquier cosa y a menudo terminan en París o Barcelona, dentro de esa pequeña aristocracia de las letras por la que se chiflan los Edwards y los Donoso.Y conste que no me refiero a Cortázar, a quien respeto. En nuestro país ese insaciable afán de notoriedad ha terminado por convertir a algunos de nosotros en celebridades del espectáculo más que en escritores y del mismo modo que la gente está acostumbrada a oír que nueve de cada diez estrellas usan jabón Lux74 de tocador, hoy está obligada a creer que el escritor es una especie de "Mister [...]xito" porque la prestigiosa autora Fulanita de Tal transporta su genialidad en el nuevo Fiat 128 o se soba su arrugado pellejo con la crema humectante "Large bird". A los otros, los que no sirven ni se sirven, se los condena al silencio, o a las revistas literarias, que es casi lo mismo porque aparecen y desaparecen con tanta velocidad que uno, a lo sumo, es nada más que eso: un aparecido.

Y como uno no es un Haroldo Conti (asesinado en la Argentina) o un Humberto Constantini u otros tantos exiliados de nombre y prestigio, –agrego yo–  debe "romperse el alma" tratando de editar, publicar, darse a conocer ante la indiferencia o el alzarse de hombros de ciertos letristas que sólo se publican a sí mismos o a los colegas que deambulan por las cercanías. Para ésos, el exiliado es un muerto y enterrado que sólo fastidia con su presencia a distancia y su presencia en la red virtual.

Aquí estamos, pues, columpiándonos entre la nostalgia, la rabia y la maldita certeza que retornar al Río de la Plata, nuestro río, nuestra orilla, nuestra cultura de vida, es una quimera irrealizable. Por eso escribo en el idioma de los argentinos desde los callejones de la evocación y la añoranza. Como un homenaje a mi pasado en la Argentina. Como una continuidad espiritual, como un reconocimiento significativo, donde las raíces de nuestras vidas nos reclaman con el cariño filial, imborrable e indestructible de una pertenencia que sólo nos sirve para la nostalgia, pues el exilio no se borra nunca.

* Andrés Aldao, versión actualizada del original del 10 /3/ 2007.  

   

4 comentarios:

  1. nostalgia, dolor en el alma, en la palabra, en los huesos, ¡ cuánto dice este texto que duele nada más que con leerlo!!. mi abrazo a los dos.

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  2. Muy duro es contado en primera persona y saber que fue cierto. Abrazo sentido para Ester y para vos.

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  3. Se comprende, se siente, pero no alcanza. Por suerte pudiste construir una obra que te agiganta y te acerca, un abrazo C.A.T.

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  4. El mismo tema/ la misma carne /el mismo dolor / que se irá reproduciendo cada año con nuevas letras pero sin cambiar el maldito resultado.
    Celmiro Koryto

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