jueves, 4 de marzo de 2010

Elena Cabrejas - ELLA

RUINA EN RUINAS


               (a la Hermana Alice Domon)
La distancia la trajo en su canoa de sal
y de agua oscilante
igual a una doncella extasiada.
Las estrellas marinas extendían sus brazos
como ella
en una ronda líquida que atraía a los peces
Pude verla danzar –al menos eso es lo que creí-
con sus pechos desnudos como dos rosas blancas.
Sus labios dormidos se bebían el mar
Las algas ponían anillos verdes en sus tobillos
collares casi azules en su garganta.
Y ella/continuaba su danza sin sentido
con su cabellera abierta
en largas llamaradas brillantes
y la misma seducción de las ninfas
enamoradas de un delfín.
Ella vino avanzando desde el fondo del mar
como una señal.
Con el sonido del espanto y sus pezones muertos
en una cámara de tortura.
Ella vino avanzando
con sus pasos de clausurar secretos
sobre su propia llaga
y el corazón de amar en otra parte.
Entonces comenzó a dar de comer a los peces
las niñas de sus ojos
(algunos preferían sus entrañas)
mientras continuaba su danza
surgiendo y resurgiendo asediada de piedras
y ellos se obstinaban en escarbar su ausencia
como una tinaja gris.
Frente al estrado del mar
y al oscuro tribunal de la noche
su cuerpo era un silencio que crecía/como una acusación.
(del libro “Algo habrán hecho” - Monjas francesas desaparecidas)

Tomado del blog Papemor editado por Martha Goldin

3 comentarios:

  1. triste hecho, recordado a pesar del tiempo, suerte de desmemoria que condena conciencias. el poema: dolorosa descripción, delicada forma de enfrentar sus muerte, susana zazzetti.

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  2. Pese a lo siniestro del hecho, sobresalen imágenes de una belleza incomparable. Amelia

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  3. Durísimo, y me acuerdo también de las rosas de Amelia Orellano. Abrazo. Mercedes Sáenz

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