DIARIO DE CAMPAÑA 40 . UNA SIMPLE CARTA DE AMOR
Por Gonzalo Perera |*|
Este texto fue enviado por otro uruguayo, Ernesto Ramírez. La belleza de este escrito llega al alma, lo compartimos... lo disfrutamos, lo reconocemos, nos identificamos, palabra más palabra menos. Para que lo perciban los lectores, para compartir con los lectores argentinos y uruguayos, dejamos de lado la intermiable polémica sobre si Gardel uruguayo, argentino o francés... Andrés Aldao
No siempre el amor es galante, de dos seres que se buscan para brindarse su afecto. El amor tiene mil formas y múltiples destinatarios posibles. Pese a ello, cuando se dice "carta de amor", siempre se piensa en una persona expresando su amor a otra.
Esta es una carta de amor, pero no galante. Es una carta de amor, pero no tiene por destino una persona. En todo caso una entidad más abstracta, una comunidad o, si es menester personalizar, sus destinatarios son muchos millones de personas. Creo que, lamentablemente, algunas broncas y heridas recientes hacen que no seamos muchos lo que sentimos hoy el amor que quiero expresar. Por eso mismo siento que es mi más radical deber escribirla. Porque cuando los afectos desbordan, una expresión más quizás sea prescindible. Pero cuando los afectos se debilitan, cuando hay que reconstruirlos, cuando hay que invocar a lo mejor de las memorias y sueños compartidos para volver a sentirse juntos, el amor debe hacerse militante e intentar impregnar, difundirse y ser recreado.
Hoy es 25 de mayo de 2010. Es el bicentenario de una etapa crucial en el proceso revolucionario de comienzos del siglo XIX. Que si bien fue precedido por otros episodios libertadores (entre otros, la independencia de Haití), marcaría un gran peldaño hacia la emancipación de las potencias coloniales. Tarea aún incompleta, pero que adquiriera doscientos años atrás un empuje que aún hoy conmueve.
Pero es también la celebración de los 200 años del nacimiento de una comunidad: el pueblo argentino. Y es al pueblo argentino al que le quiero expresar en algunas torpes palabras, el gran amor que me despierta, sin ninguna vergüenza de llamar las cosas por su nombre y hablar de amor. Que por alguna extraña patología social, podemos ser muy explícitos para hablar de dinero o para expresar rencores, mezquindades, recelos, pero nos autocensuramos para expresar nuestros afectos, por un ridículo miedo al ridículo.
Amo al pueblo argentino de don Atahualpa Yupanqui y de la "Negra" Sosa. Con serena y firme expresión de rebeldía, amor a la naturaleza, al terruño, al hermano sencillo y de andar a pie. El pueblo de Astor Piazzolla, Aníbal Troilo, Edmundo Rivero y el "Polaco" Goyeneche. Tango con swing y academia, tango con arrabal y estaño, tango al fin. El pueblo del maestro Pugliese, con una rosa roja como su corazón comunista sobre el piano latiendo en "La Yumba ". Haciendo de su orquesta una cooperativa, porque la revolución empieza en el propio trabajo, en la propia casa, en la propia vida.
Amo al pueblo argentino de Julio Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Julio Cortázar, Juan Gelman. Y el de Rodolfo Walsh, acribillado por las balas dictatoriales tras distribuir un memorable panfleto denunciando en pleno Buenos Aires el horror de la represión militar. El de Quino y Fontanarrosa, el humor hecho observación fina, ternura, reflejo del ser cotidiano y fascinante manifestación de la inteligencia.
Amo al pueblo argentino con vocación latinoamericanista. El que alumbró al Che, el ser humano real, no el mito, el que acertó y se equivocó, siempre desde una fuerza de voluntad y férrea firmeza en sus convicciones. El entrañable "Fuser" de Alberto Granado, adoptado como hijo propio por Cuba para devenir definitivamente universal. El de Adolfo Pérez Esquivel y su valiente lucha por los derechos humanos, por todos los derechos humanos. El de Hebe de Bonafini y las madres de pañuelo blanco que desafiaban todas las semanas al caballo y a la bestia que se les tiraba encima, con ese coraje inverosímil, que sólo una madre puede albergar. Y que hoy siguen trabajando por los derechos humanos, por todos ellos: por la vivienda, la salud, la educación, etc.
Amo al pueblo argentino de Diego Armando, el duende de la pelota, el que no me interesa comparar con Pelé porque jamás comparé a Renoir con Van Gogh. Los genios no se comparan, se gozan. Y nunca vi dentro de una cancha de fútbol una presencia más vivaz, más pícara, más creativa y también más corajuda que la del enorme aunque petiso número 10 argentino. Amo el pueblo argentino que espera ver a Messi deslumbrar Sudáfrica, como nueva sabia del inagotable árbol de la pelota hecha arte. Y que a través de su TV pública escuchará los comentarios de los partidos y entrevistas a cargo de Enzo Francescoli. El gran Enzo, idolatrado por los riverplatenses pero respetado por todos los argentinos. Como una enormidad de argentinos escuchan a Jaime, a Rada, a La Vela , a nuestras murgas, como antes lo hicieran con Zitarrosa, o con Julio Sosa. O leyendo a Galeano, a Benedetti, a Onetti. Amo al pueblo argentino que en la voz de Alejandro Apo mezcla la poesía y el fútbol, o en la de Alejandro Dolina la mitología griega con la broma simple y suburbana o con la música del mundo.
Amo muy especialmente al pueblo argentino de León Gieco y su Mundo Alas, donde ha sacado a relucir los verdaderos ángeles musicales, privilegiados talentos artísticos que anidan en los cuerpos de muchachos con diversas discapacidades. El León de siempre, con la sencillez y ternura de siempre, promoviendo como siempre las causas justas.
Amo el pueblo argentino del cura Carlos Mugica, que de cuna acomodada, encontró a Cristo en las villas y en el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo. Villas donde vivió su Pascua, víctima del terror paraestatal, pero donde aún se guarda su retrato sonriente y juvenil.
Amo el pueblo argentino de Houssay, Milstein, Leloir, Calderón. El del constante empeño de Adrián Paenza por amistar a todos con la Ciencia.
En Argentina aún viven dictadores. En Argentina crecen los Tinelli, los Ricardo Fort, los programas de chimentos pletóricos de muchas modelos que parecen requerir operar el único órgano al que no prestan mayor atención: el cerebro.
Desde la luna a las monedas, todo tiene dos caras. La persona más amada tiene sus defectos, sus malos días, sus pequeñas miserias. No desconozco que Argentina las tiene y vaya si las habrá sufrido, antes que nadie, el propio pueblo argentino.
Pero esto es una carta de amor, no un balance o asiento contable. Por lo que hoy 25 de mayo de 2010, déjenme quedarme con la voz de la negra, los relatos de Fontanarrosa, el coraje de Hebe, la sensibilidad de León y sus ángeles humanos, con algún buen relato de Dolina y con Rayuela. Con Pugliese y con su rosa, con Don Atahualpa y todos sus hermanos.
En sus muchos colores de piel, lenguas y dialectos, con sus múltiples geografías y sonidos, déjenme simplemente proclamar mi amor incondicional al gran pueblo argentino.
|*| Analista y matemático.
Estoy de acuerdo con este texto porque es un diario de amor a su gente y a su historia.
ResponderEliminarLos que la han escrito con el bien con su dar las que han clavado sus banderas de argentinos por el mundo sin pensar en la fama.
Los que se tuvieron que ir en una u otra época ( porque hubo de todas) y aquellos que volvieron a pisarla porque no se hallaron en otro suelo-
200 años no es nada /feliz la mirada/ etc. etc.
quedan otros siguientes 200 para hacer mejorar su vida y redactar una historia mejor. Eso pasa en todos lados pero...en la Argentina duele distinto. A pesar que siempre hay buena gente que construye para el nativo y para el país.
Celmiro Koryto
Yo no me fui, me fueron. Yo quise volver y no pude. Vivo fuera de mi país con toda la nostalgia que ha esculpido mi alma. En la Argentina se está reconstruyendo el país cuando Grecia, Portugal y España están en medio de una crisis económica que sólo va a perjudicar a la gente de trabajo, no a los banqueros y grandes empresarios. Cada uno añora a su país y nadie levanta el puño contra su país de nacimiento. Es tarde para mí, por eso debo vivir en un país cuyo actual presidente quiso vender ojivas nucleares al dictador de SudAfrica Botha.
ResponderEliminarandrés
Dios mío, Ernesto, me ha conmovido esta lectura, qué texto tan bello, puntual y verdadero. Me has conmovido tanto con tu conocimiento de mi pueblo que recibo este amor de hermano con todo su bagaje humano y cultural entre mis brazos. Gracias. Muchas.susana zazzetti.
ResponderEliminarSé que el texto no se refiere a balances siempre tan enojosos, en cambio "el amor es más fuerte". Sin embargo, quisiera añadir el orgullo que siento porque éste bicentenario nos encuentra mejor que hace 100 años y eso honra la memoria de Moreno, Castelli y otras buenas gentes. Carlos Arturo Trinelli
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