GRISELDA RULFO
Amor En La Cripta
Chirrió la puerta. El sonido ululó en sus oídos. Cada nota enmohecida pareció clavarse en la córnea. Se inmovilizó. Deseaba el silencio con la misma esperanza que deseaba volver, rejuvenecida, al amor de los años de playa y pies desnudos.
Quiso habituarse a la media luz y para ello se detuvo contra el abovedado muro que parecía envolver la espera abrazándola con la humedad de la penumbra. No sabía que hacía allí en medio de caracoles metálicos hundiéndose entre miasmas y soledad. Con la mano derecha aferrada fuertemente a la barra que la guía escucha sus propios pasos en el eco de la cripta. Casi no puede respirar, el temor la acongoja, le humedece las mejillas, desanda el tiempo.
Ahoga apenas un grito envuelto en telarañas mientras el sonido de las alas de un murciélago la alerta. Los guardianes de lo umbrío parecen prevenirla. Se resbala y agita los brazos apoyándose en el muro. Al tocar la pared a la altura de los hombros una de las piedras gira dejando entrever un pasadizo.
Experimenta que una voz interior la llama con la cadencia del amor entre sus frases. Se aproxima al cajón que no han perdonado los años. Con gran esfuerzo puede correr la tapa. Allí está él, el amor de otros tiempos, como esperándola. Ella lo mira con embeleso. Cuando va a besarlo una mano helada le aprieta el cuello y la arrastra a su lado. Antes de cerrar los ojos, antes de que la tapa los cubra, aún antes de que la piedra encaje en su lugar en el muro y la puerta de la vida suene por última vez ella recuerda....
El veneno fue – seguramente – más dulce que el ahogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario