sábado, 15 de mayo de 2010

JUAN REINA OBRER
 
Flor


Dias Festivos. 

Los domingos a la tarde volvíamos al parque. Bordeábamos un pequeño huerto de tulipanes
para llegar a nuestro banco y nos sentábamos allí, a callarnos.  A las cinco en punto ella se ponía la cesta de mimbre sobre las piernas, retiraba la servilleta como un velo santo y sacaba la merienda: torta de nueces y uvas pasas.  Comíamos sin mirarnos.  Algunas veces, con la cesta, se le subía levemente la falda y, a mí, contemplar sus muslos blancos me endulzaba como el chocolate.  Las tardes de domingo eran de hablarnos a silencio.
  Esa tarde, al regresar del parque, traía los ojos grises, para lloviznar.  Por eso supe que algo iba a decir.  Al momento de entrar a la casa me lo dijo. Lo dijo tan de veras que sobró el decir más.  Ya no te quiero, dijo. Y volvimos al silencio.  Me senté junto a la ventana para contemplar los tulipanes. Apretando bien los ojos podía olerlos desde allí. Apenas quise oír la puerta cuando la cerró.
 
 
     corresponsal Susana Zazzetti.
 

2 comentarios:

  1. un relato redondo...casi perfecto con una sintaxis donde lo bello se enreda con lo metafórico y con exacta brevedad.
    Celmiro Koryto

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  2. Ay y yo que pese a mis poemas oscuros y mis broncas soy una romántica incurable, esperba un funal de tulipanes, olvidé que los tulipanes también mueren.
    Me encantó , pese a todo. amelia

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