GRACIELA URCULLU
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Los rojos de novios con los naranjas y verdes.
En el medio, como un cerebro en tajada cítrica el verde, verde limón.
El negro circundante, como agujero cósmico.
Puede parecerte una tímida mirada, la descripción de un cuadro, y lo es.
Negro el retazo de vida circunvalado por una tristeza que garúa persistente e invisible.
La historia la de los wichí que tejían con pigmentos naturales, paciencia y sobria mirada.
Hasta que algunos cual huracanes artificios y químicos los destruyeron. O casi.
“El verde que te quiero verde. Verde viento. Verde ramas”
El poeta granadino y el incansable tenaz verde esperanza de aquella lucha por sobrevivir.
Colocar la mirada en Hoetxe, su obra mientras se supera el agotamiento cotidiano.
Todos los días iguales, como las medicinas y los grises.
La luz se hizo cuando sintió el malestar de no tener sitio, como los wichis, los perros sarnosos, los mendigos, los diferentes.
Y empezar a buscarlo con la mansedumbre y sobriedad de sus ancestros.
El centro mismo de sí, de la pintura, de aquél cuadro, se pintó de sol, de olor a frutas maduras.
Y la bolsa de naranjas tersas, jugosas que él le trajo ese día. Era Federico.
“Con la sombra en su cintura ella sueña en su baranda….Verde carne, pelo verde….
Las cosas le están mirando y ella no puede mirarlas.”
21/5/2010
Graciela, me encantó ese inteligente interjuego de colores.
ResponderEliminarUn abrazo
Bety