viernes, 7 de mayo de 2010

CRISTINA VILLANUEVA

Tango

Carta

¿En  qué  espacio, suspendida en qué tiempo, en qué rísa o dolor, en qué herida tengo que permanecer? ¿En que árbol sin sostén?
Vuelvo a unas hojas de plata mirándose en el arroyo, al verde lugar de mi placidez, al libro, a la reposera, a mi antiguo pais, a bicicletas, al perro que vino de la nada y nos hicimos amigos, a su nombre simple, a las visitas que me hacía con su novia cuando tenían hambre despues del amor,de disfrutar  el gusto de los enlaces libres. Estaba enamorada de los árboles que un día me robó la tormenta, un duelo de párpados heridos, su falta en el paisaje. Nadie te da el pésame por árboles perdidos, perritos muertos o las cosas que van quedando en una casa de techos transparentes visitados por lunas o soles y luminosos cuadros naives celebratorios.
Vuelvo al hogar refugio, la chimenea de profundo calor.
Busco un cuento perdido en mi, un relato de árboles fuertes que no soportaron la impiedad del clima, ese camino que parecía sencillo : buenos y malos, niños y abuelos.
Hemos salido de algunos infiernos. Retomar los jugos, hay siempre una aguja para  cielos descosidos, siempre cuadros naives, embarazada tela, leche de colores y formas. Siempre también el cuchillo acechando a los cuadros y la pregunta. 
Habrá deslumbramiento, una mesita  para el café caliente, mi mano revolviendo, juntando pedazos, hasta lograr combinaciones posibles, hojas creciendo, la pequeña ternura de acompañar lo nuevo, la savia  de los días .
El Parque Centenario con su armazón de lilas, filigranas para olvidar las rejas. El cuadro de Cortázar acomodado en los hombros del árbol de su plaza me da instrucciones descabelladas para cantar,  no hay cronopio sin pena, sin belleza y sin descolocamiento de lo obvio. Dos mujeres  se cruzan opuestas en un puente, lejanas, mi cabeza apoyada en el brazo en la mesa del bar en la vereda..
En que lugar quedarme  sino en la búsqueda de una hermosa ciudad deconocida o de un botón que falta abrochar a alguna historia o del agua en viaje hacia la sed. En el deseo de besar ciertas enredaderas, damas de la noche, con un olor que enamora  a los hombres de extrañeza. En esa Santa Rita que enrojecía el pequeño universo de mi patio y mi vecina podó porque se inclinaba hacia mi que no tenía escritura, dueña de nada, salvo del placer de mirarla.
Se pueden juntar todos los paisajes, los fantasmáticos árboles y flores que se fueron y bordarlos con coraje en el tapiz actual, petunias, malvones, pensamientos , margaritas, hasta levantar una botánica sobreviviente,  un jardín de escondidas delicias.
Una mendiga y una reina se cruzan e intercambian pérdidas y suntuosidades, algo saldrá mientras exista el  alimento vivo de las  palabras.

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