ALICIA SUSANA GÓMEZ
Noche De Locas
Olor a caldo grasiento. Alguien grita en la cama de al lado. Una puerta irrumpe. Corre fuego que arde duro. Zumba mi oído izquierdo. La garrafa se derrite. Tibias piernas escurren mojaduras. Huyo. Sorteo alturas de ventana abierta. El colchón durmió a los niños. El vacío me acoge. Caigo. Mece una alfombra azul, de forma azul, de textura azul. Trato de asirme. No la puedo palpar. La ventana está enrejada. Avalancha de mujer celeste y vaso turbio. Mi garganta se hunde en dos pastillas. El silencio es quieto. Persisto la mirada en un vidrio. Esta vez, es espejo. Lo lejano se hace recuerdo. Una risa apuñaló. Los bastones corrían. El aluvión de calle fétida amenazó los soles. Se perdió mi tren de sal. Llevo en la mano la cartera de una zapatilla agujereada. Mis pies hunden el huracán de tinta del cuaderno. Siento el barro de pelo del último pastizal. Avanza un charco de pedregullo. Soy luz enceguecida. Corro en un paso mutilado. Se muerde una turba. Una madre amamanta el esqueleto. Tiene senos vacíos. Un cuenco extiende el brazo. Saltan cartones los cuerpos veredas. Palpo el aire rojo. Dos cadáveres se abrazan. Resbalo y caigo entre basura hedionda. Dejo que el río de sangre me lleve. Me llaman voces agrietadas. Oteo. No hay señal de Dios. Corre el cielo desteñido en humo. El cemento se eleva en una cruz. Las nauseas dan olor. Un caballo galopa mi esternón. La gota nevada despalabra el ruido. Un avión de filas verdes estalla. Atravidrio un escaparate. Beso tu barbijo. Me penetra tu frío la entrepierna. Dos brazos acunan mis rodillas. Huelo caldo grasiento. Alguien grita a mi lado...
El aluvión de calle fétida amenazó los soles. Se perdió mi tren de sal. Llevo en la mano la cartera de una zapatilla agujereada. Mis pies hunden el huracán de tinta del cuaderno. Siento el barro de pelo del último pastizal. Avanza un charco de pedregullo. Soy luz enceguecida. Corro en un paso mutilado. Se muerde una turba. Una madre amamanta el esqueleto. Tiene senos vacíos. Un cuenco extiende el brazo. Saltan cartones los cuerpos veredas. Palpo el aire rojo. Dos cadáveres se abrazan. Resbalo y caigo entre basura hedionda. Dejo que el río de sangre me lleve. Me llaman voces agrietadas. Oteo. No hay señal de Dios. Corre el cielo desteñido en humo. El cemento se eleva en una cruz. Las nauseas dan olor. Un caballo galopa mi esternón. La gota nevada despalabra el ruido. Un avión de filas verdes estalla. Atravidrio un escaparate. Beso tu barbijo. Me penetra tu frío la entrepierna. Dos brazos acunan mis rodillas. Huelo caldo grasiento. Alguien grita a mi lado... ■
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