¿Qué dice? ¡Pero usted qué sabe cómo era yo cuando era chica! Me imagino que sería igual que mucha otra gente, ya sé, pero igual me parece exagerado de su parte. Al fin y al cabo usted es un hombre joven. ¿Pero qué hace usted aquí a esta hora? ¿Está desocupado? Ah…
Ahora que lo miro bien, usted se parece un poco a mi papá… Bah! A la foto de mi papá.
Yo de la cara de él no me acuerdo, ni tampoco de la voz, pero sí recuerdo cómo estaba parado al lado de la puerta del comedor en los últimos meses. ¿Qué le estoy contando?… No sé, parece que me agarró la vejez de golpe hablando de cosas que pasaron hace más de 50 años con un desconocido que ni sé cómo se llama.
Pero claro, ¿qué son 50 años? Eso es lo raro del tiempo: que no existe.
Muchas veces me pregunté cómo se hubiera desarrollado mi existencia si mi padre hubiera vivido; ¡pero qué puedo saber!
Esa escena: mi papá apoyado en el bargueño, al lado de la radio, vestido con la bata y escuchando: "…8.25 hora en que Eva Perón pasó a la inmortalidad".
Esa es la memoria más vívida que tengo de él. Esa escena y el tacto de su mano en la mía, cuando yo iba saltando a su lado, con mi mamá del otro lado. Usted pensará que soy una vieja loca. Todos los jóvenes piensan que los viejos dicen tonterías, ¿no es así? ¿Qué es lo que tiene usted que me hace hablar así?
Es verdad, usted se parece a mi papá, ¿cuántos años me dijo, 44? Si, era la edad que él tenía cuando murió. Qué casualidad, ¿no? ¿Por qué me mira así? Esa mirada me enristece, me angustia, me parece que no puedo respirar, ¡no me mire de esa manera!...¿Y por qué me mira con ternura, si usted no me conoce? Tal vez le recuerdo a su madre ¿No? Pero, ¿quién es usted? ¿Por qué calla? ¿Qué le pasa? Parece que su cuerpo fuera transparente por momentos. Debe ser la luz… A esta hora siempre engaña, es como si atravesara los objetos y los convirtiera en traslúcidos. Mire allí, esos arbustos, ¿los ve? parece que se estuvieran desvaneciendo. Es como digo yo, es la luz…
El hombre se fue… ¿para dónde habrá ido? Como si se hubiera hecho humo… ¡puf! Apareció y ¡puf! se fue.
Y bueno, yo también me vuelvo a casa. Me voy a preparar un mate con un sandwich y esa será mi cena, como siempre.
¡Qué parecido que era a mi papá! No me lo puedo sacar de la cabeza. No puedo…
Ester Mann
Que ternura Ester. Quizas nunca te lo saques de la cabeza, además ¿Para que? Si él te acompañara, siempre. un abrazo. amelia
ResponderEliminarCreo que es maravilloso todo lo que aquí se revela. La forma en que está escrito, verlo sin saber que si va a verlo de nuevo. Una artesanía de la memoria para conversar un rato entre la niña y mujer.Para compartir un poquito entre la realidad y lo que también fue una realidad. Un homenaje y un recuerdo. Lo que me pareció excelente es el tono expresamente cotidiano.
ResponderEliminarEl título está muy bien puesto. Se pueda escuchar el tono e imaginar el gesto en ese qué dice. Creo que todo tiene en este realto un motivo expreso. Cómo lectora Ester, mis felicitaciones porque está tan bien contado que hasta puede no ser cierto.Gracias por compartirlo. Un abrazo. Mercedes Sáenz
Un cuento que deja un nudo en la garganta, sin melodramatismo, sin golpes bajos, sin reiteraciones ni trampas. Sencillo y triste como es muy frecuente en la vida de los humanos. Me emocionó, Ester
ResponderEliminarOlga Antiveros