viernes, 19 de febrero de 2010

CUENTO - POR DORIS – Mercedes Sáenz

NOCHE MAGICA EN LA COSTA

La primera vez lo vi de atrás. Su espalda, a rayas de madera por el banco que la sostenía. De los antebrazos caminos de estrías anchas terminaban en sus manos rugosas de venas oscuras latiendo con prisa la vida, la vida ya casi no pasaba por ahí aunque sus uñas impecables dijeran lo contrario.
Yo estaba parada en la loma del río buscando donde sentarme en el pasto. Bajo mi brazo una lona cualquiera, un repelente de mosquitos, alcohol en gel, (es casi cómo llevar llavero por estos días de pandemia desdibujados, existentes y ocultos) un agua mineral grande, cuaderno y birome y un equipo de mate. Todo un inventario

Tosió algo fuerte, un sacudón en su espalda, la mano en la boca no llegue a verla protegida por el ángulo que formó su codo.
Escupió algo de color inmundo, hizo dar vueltas mis ojos hacia adentro de mis huesos hasta encontrarme con una oscuridad absoluta de alivio. 
Algo rodó hacia abajo más allá de un metro.
Y se quedó quieto, tan quieto, con la cabeza muerta sobre el pecho. Parecía que habían cerrado una puerta, o bajado un telón para siempre. Creo que era tanto su esfuerzo por desaparecer que era una ausencia. 
Sólo unos respirones de su espalda a rayas entre agitada y lenta tartamudeaban que la vida estaba sentada ahí por alguna causa queriendo parecer muerto.
Miedo no era, pero con el mismo cuidado con que me acercaba a ver una herida de bebe me senté a su lado.
Se tensaron antes sus muslos que sus manos. Y el sombrero era su cara. Acomodé mi inventario al costado del banco y me puse a mirar el río como si nos hubiéramos invitado.
Largos segundos creo…
Hasta que lo ví, de puro color marfil, en un semicirculo perfecto, quietos como un cachorro dormido con su pancita rosada al sol. Treinta dos serían. supongo, era lo que me habían enseñado de chica. No sé si los postizos de ahora tienen ese mismo número.
Me levanté sin que él se moviera. Levanté los dientes postizos con la misma naturalidad con que levanto la gomita que se me cae del pelo. 
Creo que algo en mis movimientos no salió muy bien, volví a sentarme en el banco con una naturalidad fingida y creo que no hay nada que sea más notorio que una pésima actuación hecha con esas intenciones. 
Llené la tapa del termo (esos con forma de vaso) con agua mineral, un poco, como para despegar el pasto o la tierra que intentaban acorralarse especialmente en las partes que parecían más suaves.
No levantó el sombrero. De la parte más baja de su cara unas lágrimas chiquitas no terminaban de caerse.
De mi inventario saqué el alcohol en gel y en una servilleta descartable limpié pausadamente lado por lado, diente por diente (tan lejos aquí de ser ojo por ojo, pues no nos habíamos mirado siquiera)
Imaginé su cara cuándo sintió el olor a alcohol pero creo que lo más difícil para él y para mí era cómo seguía el momento siguiente.
Terminé de enjuagarlos con agua fresca. 
En la tapa del termo, cubierta con una servilleta descartable pero tan blanca como las de misa, dejé mi ofrenda con miedo pues la apoyé sobre el nido de sus manos y el recipiente se inclinó un poco.
Algo volvió a su vida pero a mi me lo tapó el miedo.
En un solo movimiento casi de mago el recipiente quedó vacío.
Yo miraba para adelante con esa tonta actitud de creer que no había pasado nada y el aire era fresco y el río bailaba despejando de su piel las botellas que flotaban. El sol estaba por todas partes cómo un dios invisible y bueno, no eterno.
- ¿Quién eres? Dijo sin levantar el sombrero
- María, contesté sin acento español.
- Gracias María, dijo sin levantar el sombrero ¿por qué has hecho esto?
Ese momento era lo que más temía.
- Por Doris, por el diario de una buena vecina.
- ¿Te gusta leer? -¡ Y Dios mío! Levantó el sombrero.
- Y escribir y miré sus ojos, eran muy lindos sus ojos.
- Yo soy corrector y de los buenos ¿te gustaría que alguna mañana lea algo que hayas escrito?
- Me encantaría, pero al menos ¿nos presentamos?
- No, tu eres María y nunca, pero nunca, sabrás quién es el dueño de mis dientes.
Bajo un oscuro sombrero sonó su alegría, pasó la mano con un gesto exagerado como si despejara toneladas de pelo. No era así su pelo. 
-No sé que decir.
- Lo dudo, pero dime dime cuándo me hables.
- Te diré dime cuándo te hable, pero no me es tan fácil y además no escribo así.
- ¡Que sonseras, niña!¡Sólo cuando me hables!
Y volvió a reir su vida levantando su sombrero.
¿Niña? ¿Sabés la edad que tengo?
- Acentuando así no tienes nada de nada, me tratas de tu, te olvidas del che, del vos, ni asomes palabras que usan por ahí como ¡que buena onda! Y principalmente no me contestes ninguna pregunta que va a tener cierto valor en su respuesta diciendo “ bueno, nada..”
Yo hablo en mi español y te corrijo en criollo ¿estáis de acuerdo?
- Bueno, contesté, sin agregar más nada. 

Mercedes Sáenz


12 comentarios:

  1. Suspenso, misterio,sensibilidad, respeto . . mucho, mucho para ser " por nada".Felcicitaciones, Merci.
    MARITA RAGOZZA

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  2. Bellísimo Merci , el final es como un suspiro- un desinfle- hablando en criollo - de toda una trama en donde la tristeza te deja sin sol. Un abrazo, Merci. amelia

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  3. Un desarrollo impecable, sutil, imprevisible, tierno. Merci ¿dónde está el banco de ese señor? Es cómo si lo viera. FELICITACIONES!!!! Un fuerte abrazo y creeme, es muy original todo.Muy mercediano. María José.

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  4. si. maría josé, en mercedes todo es bellamente mercediano, palabra justa, imágenes impecables, y esa unión de dolor y ternura que nos deja imaginándolo todo. lectura y relectura. umn placer. abracito, merci.

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  5. Merci es el mejor diálogo mudo que he leído , me ha afectado el Tempo y la emotividad del desarrollo y el premio el sueño de todo escritor/ un buen corrector...
    Un abrazo
    CElmiro

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  6. Querida Mercedes: Este cuento tiene paralelamente dos eslabones para armar una cadena. Ninguno pierde su línea, ni su norte, ni su fuerza. Considero que se ensamblan perfectamente. De ahi lo que creo corrcto. Ahora bien... no pierdas nunca la ternura, la amigable intriga, el apoyarse en pequeñas cosas, en sorpender y especialmente el dar por terminado el texto cuándo se considera conveniente. Felicitaciones completas. Agradezco el aviso de María JOsé y a vos un abrazo. Federico J.

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  7. Tu no me conoces Mercedes, yo he léido esto en tu blog, soy argentina y mayor. Tu cuento me ha gustado muchísimo pero si hay algo que rescato respetando todo lo que otros puedan ver, es a ese bello señor pidiendo que ante una respuesta no se empiece contestando con la palabra "nada". Tengo una hija parada detrás de mi tan temprano, porque desde ayer le dije que iba a leerle esto.
    Cordialmente y mis respetos. Elosía A. de López

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  8. merci, cuarto comentario anónimo me pertenece. ya ves que no sé qué camino seguir... creo que me voy a sentar en tu banco para releerte y releerte. abracito. susana zazzetti

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  9. Mi admiración y mi respeto, hoy doble por el tema abordado con tanto sentimiento. Fernando de Zárate.

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  10. Muchas gracias Andrés por la publicación. Muchas gracias por sus generosos comentarios.

    Gracias de nuevo Su, pero tu firma de abracito ya creo que te identifica, cómo el gracias de Amelia. Abrazo y muchas gracias de nuevo. Merci

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  11. Sus escritos han despertado mis deseos de leer también prosa, ésta es para admirar. Rebeca Sbezzi - Córdoba.

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  12. Pienso que si está publicado puedo con respeto y respetando las fuentes de la autora y de esta revista utilizar este texto para un grupo de niños especiales. La actitud de los protagosnistas, el no conocerse, las genraciones especialmente enfrentadas en una situación que muchas veces provoca vergüenza, la naturalidad del desarrollo y varias cosas que rescatar con respecto al lenguaje. Gracias por publicarlo. Cordialmente. Lic. Alberto Saraví.

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