REFLEXIONES de Ester Mann: DESTINO Y TIEMPO

DESTINO Y  TIEMPO  

Lo extraordinario del tiempo es que no existe. Transcurre con lentitud para todo el universo, sólo nosotros con nuestra conciencia,  le damos un objetivo, un sentido lineal, desde cero a infinito.

Pretendemos planear el futuro, pero ese futuro existe sólo en nuestra mente. Las eventualidades son el transcurrir, las contingencias son los hechos cotidianos:

"Si, cómo estás? Tenía pensado ir hasta tu casa pero se me pinchó una goma, tuve que llevar el auto al taller…"  Tanto la tachuela o el clavo en la calle, como la ausencia de ellos son eventos caprichosos, que se dieron o no al azar de la conducta de miles o millones de personas que conviven en una sola ciudad.

"Mañana me levantaré al amanecer e iré a recoger moras silvestres y si puedo cazaré algún animal pequeño", pensaba nuestro lejano antepasado, habitante de los bosques,

Pero, a pesar de ser la temporada, ya algún pájaro se había comido las moras y un tigre que merodeaba por la zona, había espantado a los pequeños animales. Nuestro  predecesor debió contentarse ese día con las habituales raíces…

Somos parte de un encadenamiento de hechos, voluntades, sucesos, que desconocemos en su mayor parte y que nos impide atenernos a un plan. Continuamos con nuestra vida, vamos modificando los métodos y las normas sobre la marcha y después de varias decenas de años, 7, 8 ó 10 en el mejor de los casos, nos retiramos de la lid.

Nadie aprende de nuestras experiencias, tampoco nosotros. Los hechos que se suceden en el eje de ese tiempo nuestro, el que tenemos para vivir y que usamos como si fuera infinito, son únicos, no se volverán a repetir jamás. Lo que se repite son nuestras conductas, lo único que podemos modificar.

 Después de varias veces de quemarme con la fuente hirviendo, aprendí a usar una agarradera para tomarla. Después de confiar en toda persona nueva que conozco, aprendo a actuar con más cautela y no contarle todos mis secretos en esa primera oportunidad. Después de sobrevivir a una guerra, llevo siempre mi dinero conmigo, en mi cuerpo…Cuán inútil es esta conducta: no habrá otra guerra igual, no me obligarán otra vez a huir con lo puesto, nadie me volverá a traicionar…

Pero si bien siempre hay que usar una agarradera para tomar una fuente hirviendo, las conclusiones que obtenga de los otros hechos son arbitrarias, pueden o no serme útiles, y por supuesto que sería muy estúpido convertirlas en una filosofía de vida.

Observo, desde el desprendimiento que me otorga la edad, la vida de los otros, incluidos mis hijos. Veo sus aciertos, muchas veces preveo sus errores, pero callo o trato de hacerlo. Se que es inútil hablar, aconsejar, discutir. Son otras personas, aunque yo los ame, no son yo. Aman, disfrutan, sufren, a su manera y yo sólo soy parte del público que mira la escena, la obra de teatro que se va escribiendo con o sin mi presencia.

¿Adónde me llevan estas reflexiones? Por supuesto, a ninguna parte. Tal vez son una cábala, un conjuro para no sufrir, para menguar la angustia de ver padecer a los otros, a los que amamos y no podemos socorrer.

No pretendo ayudar a nadie con mis palabras. Tal vez en algún lado, a miles de kilómetros de este lugar, dentro de meses o años, a través del tiempo y del espacio, como si hubiera encontrado un mensaje dentro de una botella, a la orilla del mar, alguien lea estas líneas y compruebe, una vez nás, cuán banal es el pensamiento humano.

JULIO 2009-FEBRERO 2010

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