domingo, 20 de marzo de 2011

Juan José Saer . narrativa

NARRATIVA


 SOMBRAS SOBRE VIDRIO ESMERILADO (fragmento)


¡Qué complejo es el tiempo, y sin embargo, qué sencillo! Ahora estoy sentada en el sillón de Viena, en el living, y puedo ver la sombra de Leopoldo que se desviste en el cuarto de baño. Parece muy sencillo al pensar "ahora", pero al descubrir la extensión en el espacio de, ese "ahora", me doy cuenta enseguida de la pobreza del recuerdo. El recuerdo es una parte muy chiquitita de cada "ahora", y el resto del "ahora" no hace más que aparecer, y eso muy pocas veces, y de un modo muy fugaz, como recuerdo. Tomemos el caso de mi seno derecho. En el ahora en que me lo cortaron, ¿cuántos otros senos crecían lentamente en otros pechos menos gastados por el tiempo que el mío? Y en este ahora en el que veo la sombra de mi cuñado Leopoldo proyectándose sobre los vidrios de la puerta del cuarto de baño y llevo la mano hacia el corpiño vacío, relleno con un falso seno de algodón puesto sobre la blanca cicatriz, ¿cuántas manos van hacia cuántos senos verdaderos, con temblor y delicia? Por eso digo que el presente es en gran parte recuerdo y que el tiempo es complejo aunque a la luz del recuerdo parezca de lo más sencillo.

Soy la poetisa Adelina Flores. ¿Soy la poetisa Adelina Flores? Tengo cincuenta y seis años y he publicado tres libros: El camino perdido, Luz a lo lejos y La dura oscuridad. Ahora veo la sombra de mi cuñado Leopoldo proyectándose agrandada sobre el vidrio de la puerta del baño. La puerta no da propiamente al living, sino a una especie de antecámara, y solamente por casualidad, porque está más cerca de la puerta de calle, que he dejado abierta para tomar aire, he traído el sillón de Viena a este lugar y estoy hamacándome lentamente en él. El sillón de Viena cruje levemente. No podía soportar mi cuarto, y no únicamente por el calor. Por eso vine aquí. Es difícil soportar encerrada entre libros polvorientos los atardeceres de este terrible enero. Susana ha salido. No sale nunca, pero hoy dijo que su pierna derecha le dolía y pidió turno para el médico. Así que está afuera desde las seis. Hamacándome lentamente veo cómo Leopoldo se desabrocha con cuidado la camisa, se la saca, y después se da vuelta para colgarla de la percha del baño. Ahora comienza a desabrocharse el pantalón. 
Advierto que tengo la mano sobre el puñado de algodón que le da forma al corpiño en la parte derecha de mi cuerpo, y bajo la mano. He visto crecer y cambiar ciudades y países como a seres humanos, pero nunca he podido soportar ese cambio en mi cuerpo. Ni tampoco el otro: porque aunque he permanecido intacta, he visto con el tiempo alterarse esa aparente inmutabilidad. Y he descubierto que muchas veces es lo que cambia en una lo que le permite a una seguir siendo la misma. Y que lo que permanece en una intacto, puede cambiarla para mal. La sombra de Leopoldo se proyecta sobre el vidrio esmerilado, de un modo extraño, moviéndose, ahora que Leopoldo se inclina para sacarse el pantalón, encorvándose para desenfundar una pierna primero, irguiéndose al conseguirlo, y volviéndose a encorvar para sacar la otra, irguiéndose otra vez enseguida.

Siento crujir los huesos del sillón de Viena. Apenas se haya afeitado y se haya bañado lo va a hacer: va a llevar la perezosa al centro del patio de mosaicos, la perezosa de lona anaranjada, después de ponerse su pijama recién lavado y planchado, y va a fumar un cigarrillo antes de ("vi que estallaba" "vi" "vi el estallar de un cuerpo y de una" "y de su" "la explosión" "vi la explosión de un cuerpo y de su sombra" "En confusión, súbitamente, apenas", "vi la explosión del cuerpo y de su sombra") La brasa del cigarrillo, un punto rojo, va a parecer un punto único, insomne y sin parpadeos, avivándose a cada chupada. Y cuando escuche el tintineo del hielo contra las paredes frías del vaso, voy a saber que ha tomado su primer vermut con amargo y que va a servirse el segundo.

El tiempo de cada uno es un hilo delgado, transparente, como los de coser, al que la mano de Dios le hace un nudo de cuando en cuando y en el que la fluencia parece detenerse nada más que porque la vertiente pierde linealidad. O como una línea recta marcada a lápiz con una cruz atravesándola de trecho en trecho, que se alarga ilusoriamente ante los ojos del que mira porque su visión divide la línea en los fragmentos comprendidos entre cruz y cruz. Lo de la cruz está bien, porque cruz significa muerte. Papá y mamá murieron a los cuarenta y ocho, con seis meses de diferencia uno del otro. El peronismo se llevó a papá: fue algo que no pudo soportar. Y mamá terminó seis meses después que él, porque siempre lo había seguido. "Después del primer año de casados - me dijo mamá en su lecho de muerte - nunca tuvo la menor consideración conmigo. Pero, ¿qué puedo hacer  sin él?" Yo estaba con un traje sastre gris, me acuerdo perfectamente: mamá se incorporó y me agarró las solapas, y me atrajo hacia ella; tenía los ojos extraordinariamente abiertos y la cara apergaminada y llena de arrugas, y eso que no era demasiado vieja. Nunca la había visto así. Y no era que le tuviese miedo a la muerte. Nunca se lo había tenido. Comenzó a hacer un esfuerzo terrible, jadeando, pestañeando, estirando los labios gastados y lisos que se le llenaban de saliva o de baba no sé qué era y me di cuenta de que quería decirme algo. No lo consiguió. Murió aferrada a las solapas de mi traje gris y ("ahora el silencio teje cantilenas") Durante todos estos años no hago más que reflexionar sobre lo que mamá trató de decirme. Tuve que hacer un esfuerzo terrible para arrancar de mis solapas sus manos aferradas; y estaban tan tensas y blancas que yo podía notar la blancura feroz de los huesos y de los cartílagos. Cuando doce años después me cortaron el pecho, yo soñé que arrancaba de mis solapas las manos de mamá ("más largas" "ahora el silencio teje cantilenas","más largas") y que una de sus manos se llevaba mi pecho. Pero no se lo llevaba para hacerme mal, sino para protegerme de algo. 
Ese sueño vuelve casi todas las noches, como si una aguja formara con mi vida, de un modo mecánico y regular, un tejido con un único punto. Sé que esta noche va a volver. Voy a despertarme jadeando y sollozando apagadamente en mi cama solitaria, rodeada de libros polvorientos, cerca de la madrugada, pero después voy a respirar con alivio. Cada uno conoce secretamente el significado de sus propios sueños, y sé que si mamá quiere llevarse mi pecho a la tumba, hay algo bienintencionado en ella, aunque su acto pueda parecer malo y capaz que lo sea. No podemos juzgar nuestros actos más que en relación con lo que hemos esperado de la vida y lo que ella nos ha dado. A mamá y a mí nos dio también esa mañana ese nudo, esa cruz en la que papá se sentó muy temprano a desayunar con nosotros. Fue al día siguiente de haberse afiliado al partido peronista. ("Ahora el silencio teje cantinelas" "más largas") Papá estaba sentado en la cabecera y no le dirigíamos la palabra porque nos dábamos cuenta de que muy nervioso ("que duran más.") No nos hablaba cuando estaba irritado. Siempre me había llamado la atención la piel de su cara por lo blanca que la tenía y cómo sin embargo, en la parte alta de las mejillas, cerca de los pómulos, se le habían ido formando unas redes tenues, complicadas, de venillas rojas. Papá tomó su segunda taza de café y después se recostó sobre el respaldar de la silla y empezó a roncar. Eran unos ronquidos silbantes, secos, recónditos y cavernosos ("que duran más que el cuerpo" "y que la sombra"). Primero vi la mosca recorriendo la red de venillas rojas sobre la mejilla derecha, como una señal negra desplazándose por una red ferroviaria dibujada en líneas rojas en un mapa proyectado en una pared transparente. Pero no empecé a murmurar "Mamá. Mamá" - sin desviar ni un momento la mirada del rostro de papá- hasta que no vi cómo la mosca comenzaba a bajar, con la misma facilidad con que podría haberlo hecho sobre una piedra, desde el pómulo hasta la comisura de los labios, y después entraba en la boca. No parecía haber entrado en la boca de papá, haber estado recorriendo el cuerpo de papá, sino nada más que una reproducción en piedra de él, porque ya ni siquiera roncaba.”...



5 comentarios:

  1. En realidad me arrepiento de no haber publicado la narración completa, demasiado larga pero en el estilo del mejor Saer.
    En el futuro inmediato, dado que Artesanías de una revista que tiene permanencia, se pueden leer los materiales mucho después de publicados. Pero me causa pena amputar obras por su "excesiva extensión", como el caso de SOMBRAS SOBRE VIDRIO ESMERILADO...
    el editor

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  2. Es un cuento de antología. Hasta se ha hecho una representación teatral. Creo que para comentar necesito el texto completo.

    MARITA RAGOZZA

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  3. A MARITA AVESDELCIELO: EN LA NUEVA TÓNICA DE LA REVISTA (EN CONSTRUCCIÓN... PIANO PIANO SE VA A LONTANO!) PUBLICAREMOS CUENTOS LARGOS CON UNA PRIMERA PARTE Y UN ENLACE PARA LEERLO EN SU EXTENSIÓN Y TOTALIDAD. COMO ES HABITUAL, MARITA SIEMPRE AGUDA E IMPRESCINDIBLE.
    ANDRÉS

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  4. La parte donde las manos de su madre lo agarran de las solapas, la descripción esa es tremenda y dicha de una forma soberbia.
    Bravo Saer! Te llegue el aplauso estés donde estés.

    Mariano Lazarte
    Arriba Junín!

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  5. Puede ser que me sea necesario el texto completo para un comentario "concienzudo" aunque este texto, así, "descolgadito" de su fuente me ha impresionado. Me ha dejado el sabor de una imagen que se va tornando cada vez más nítida y a la vez más compleja

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