EL ASESINO LÓPEZ REGA, CREADOR DE LA TRIPLE A |
Hurgaba en el cajón entre viejos papeles, cartas, recibos cuando encontró la fotografía, amarilla pero nítida: allí estaban ellos, todos. Una foto de hace treinta años. Entonces comenzó a recordar...
Eran muy jóvenes, la mayoría no tenían más que quince años. Fue antes, antes de todo. Antes del amor, antes del dolor, antes de la traición...
En la foto, algunos hacían muecas, Marta le ponía cuernos a Buby, todos reían, todos menos él... Florencia tenía puesta esa blusa verde que tanto le gustaba a él. Pero nunca se lo había dicho.
Habían ido a un paseo educativo, aunque no creía que ninguno se interesara mucho por las explicaciones del profesor. Estaban inmersos en sus pequeños dramas: amor, celos, envidias, murmuraciones, problemas familiares.
Él no recordaba adónde viajaron ese día, solo la figura de Florencia persistía en su memoria.
Pero todavía era un amor inocente, aún no se había lanzado a esos abismos de exaltación que lo condujeron a la desdicha. Aún no.
Fue unos años más tarde, cuando se reencontró con algunos ex condiscipulos en la Facultad , que Florencia, Martin y él se convertieron en inseparables. Preparaban los exámenes, iban al cine a ver las reposiciones, militaban en la misma célula clandestina, siempre los tres, juntos, inseparables....
Su enamoramiento adolescente por Florencia maduró y se fue convirtiendo en un amor profundo, loco, obsesivo. Controlaba con atención los horarios para estar seguro que compartía todas las horas libres de Florencia. Los llamaba para verificar que estaban cada uno en su casa y no se encontraban sin su conocimiento. Su locura lo volvió ingenuo, creyó que había entre Martín y él un acuerdo tácito, que Florencia no sería para ninguno de los dos.
A la cuarta vez que no los encontró en sus casas, entendió su estupidez. Despues todo fue rápido: la charla con el estudiante del Servicio de Informaciones, la detención de Martín, el llanto de Florencia, la huida...
Nunca más la vio. Sabe que se exilió a Francia. Él vive desde entonces en un destierro que no es sólo geógrafico sino, y principalmente, afectivo. Ella lo adivinó o tal vez alguien se lo contó. Antiguos conocidos se lo dijeron mirándolo con desprecio....
Ya era tiempo: rompió la foto, destrozó los pedazos, los quemó y apretó el gatillo. ■
Es una pesadilla, quizás el final es demasiado o será que el asco te ha impregnado , Ester, y lo consumaste.
ResponderEliminarMe pareció excelente la meditación sobre " el antes ".
MARITA RAGOZZA
Y es que la tragedia argentina no dejó huecos sin oradar salvo los de la inconciencia cómplice, nada fue lo que parecía pero hubo que seguir viviendo.
ResponderEliminarDura y sentida esta prosa colabora desde el arte en el colectivo de la memoria, Carlos Arturo Trinelli
Ester querida , a veces un apriete de gatillo no es suficiente para borrar tamaño horror.
ResponderEliminarUn abrazo.
amelia
Casi una conjugación utópica: "Antes del amor, antes del dolor, antes de la traición", pero en tu relato, Nurit, toma realismo y no es mágico sino repudiable y cruel. "Y despues, la detención, el llanto y la huída..." y un disparo a destiempo que no repara nada, porque la traición es siempre un eterno tiempo futuro continuado...
ResponderEliminarAbrazo en marzo, para todos los hacedores de esta revista (editores, escritores y lectores)
ElsaJaná.
¿te das cuenta Ester...? Escribí ñoñerías, o reflexiones, o cuentos en los que no haya "política ni vida...". Te lloverán los elogios, fallutos algunos.
ResponderEliminar"La Foto" es un retrato de aquellos días en los que participamos jugándonos sin hacer cuentas. Pagaste muy caro, pero seguís entera, irreprochablemente genuina y solidaria.
tu amigo y compañero
El dolor, Ester, el que deja huellas, el que aparece cuando creemos que la cicatriz está borrada
ResponderEliminarY la vida con dolores y reflexiones continúa.
Un abrazo largo, tierno...
Betty
Doloroso, sentido texto pero algo más, el daño es de por vida.
ResponderEliminarPedro Altamirano
Un texto lleno de esos recuerdos que quedan clavados como espinas. Te felicito , me gusta tanto este texto como los otros a los que nos tenés acostumbrados, con los pies en la tierra, viviendo la realidad, con la ternura y sensibilidad con que sabés llegar a quienes te leen. Y nada tiene eso de ñoñerías
ResponderEliminarLily Chavez
Eh, señor Aldao, no me diga que usted dejó para la señora Ester ese comentario tan poco afortunado? No hay que menospreciar ni temas ni formas de escribir, solo hay que intentar llegar al lector y Ester siempre lo hace.
ResponderEliminarLa felicito de corazón y me sentí conmovido por este texto.
Mariano Lazarte
¡Arriba Junín!